Lo imposible
Hubieras querido dar un paseo. Algo tan sencillo...Un paso tras otro, a la par, sin carreras, ni agobios, ni retrasos. Hubieras querido una charla sosegada, poder destapar lo que cada uno encierra. Sin juicios apresurados, sin estereotipos. Un suave encuentro en medio de la nada. Hubieras querido una mirada honda, no el bullicio de lo superficial, lo frívolo, lo leve. Hubieras querido algo más que nada. Más que la nada en sí, algo más.
Si esperas lo imposible, o buscas lo imposible, o deseas lo imposible, o sueñas lo imposible, o ansías lo imposible, o pides lo imposible, o añoras lo imposible, o lloras lo imposible, o cantas lo imposible, nada de eso estará en tu mano y otra vez la palabra, nada, de Laforet, otra vez, esa nada, te envolverá como una túnica en días de brillante amanecer.
Eres tú la equivocada. Porque no entiendes que esa mirada es la única que le resulta humana. Porque luchas contra la pared y la pared no se dobla, ni se extiende, ni se mueve, ni se cambia. Porque no hay esa cálida corriente del ponerse en el lugar del otro, porque hay personas que eso no lo saben. Porque intentas escapar de la clasificación que convierte tu vida en un eco plural, nunca individual, nunca seguro, nunca tuyo, nunca rebosante de vida. Porque no hay nada, nada, nada, solamente, eso, la nada, tu nada, la suya, nada.
Vuelve los ojos adonde están aquellos otros a los que no tienes que explicarle que tú no eres eso, que tú no eres ese vacío, esa tristeza, esa desazón, esa amargura, esa infelicidad, ese miedo, esa oscuridad. Vuelve los ojos a quiénes no necesitan aseveraciones ni juramentos porque lo entienden simplemente al mirarte. Vuelve los ojos a ti misma porque no necesitas que nadie te asegure lo que eres y menos lo que no eres. Porque no necesitas que te juzguen. Porque lo sabes. Sabes cómo eres. Y hay veces que explicarse es perderse. Es convertirse en nada, la nada, esa nada. Nada.
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