Por derecho
A finales de los años ochenta del siglo pasado se produjo en
toda Andalucía un movimiento a favor de que el flamenco se enseñara en las
escuelas. Maestros y profesores que trabajaban en lugares distintos, sin ponerse
de acuerdo, de manera espontánea, entendieron que este arte es un patrimonio
que no puede ser negado a nuestros alumnos. De esta forma, se iniciaron las
actividades y programas para que el flamenco llegara a los niños de los
colegios e institutos andaluces. Fue, por lo tanto, un movimiento surgido desde
la base y que no emanaba de ninguna instancia oficial. En la Escuela de
Magisterio de Sevilla se organizó una peña flamenca compuesta por enseñantes,
todos ellos impregnados de la misma inquietud y en muchísimos lugares de la
comunidad autónoma se establecieron lazos con peñas y con otras instituciones
para trasladar a los alumnos el cante, el baile y el toque. Por su parte, la
Consejería de Educación publicó, dentro de un conjunto de talleres dedicados a
la cultura andaluza en general, uno específico para flamenco. En 1989 presenté
un proyecto a esta Consejería para publicar un libro sobre Didáctica del
Flamenco que hiciera posible que pudiera ser enseñado a los alumnos de una
forma organizada y sistemática. Sabía que eso era posible porque yo misma lo
estaba llevando a cabo con mis alumnos del Parque Alcosa, de los que fui
maestra cinco años. El libro, en forma de taller práctico, se publicó en 1990 y
después de eso muchas actividades de formación en centros de profesores
congregaron a un gran número de maestros y profesores interesados en conocer
este arte y en transmitirlo. Quizá haya que hacer aquí una aclaración
pertinente: el flamenco escolar no va dirigido a que surjan artistas, sino a
que los alumnos de Andalucía hagan uso de su derecho a conocer este arte, al
menos, en sus aspectos fundamentales. El flamenco influye, aunque no nos demos
cuenta, en una gran cantidad de aspectos culturales y artísticos de Andalucía y
su conocimiento nos ayuda a entender claves, además de formar el espíritu
artístico de los alumnos a partir de algo que les resulta tan cercano. Aprender
flamenco en las escuelas es, pues, un derecho de los alumnos, que, además está
reconocido como tal en el Estatuto de Autonomía.
Esta efervescencia, estos intentos, han quedado en nada con
el paso del tiempo. Nunca se integró el flamenco como asignatura en el
currículum escolar. Siempre hubo tres contras que lo han impedido hasta ahora:
la desconfianza de los propios flamencos, que reniegan de todo lo que no sea
“nacido” y están en contra del aprendizaje como tal; el escepticismo de algunos
profesores que no entienden bien qué pinta el flamenco en la escuela y lo
consideran un tema frívolo, ajeno al mundo del conocimiento escolar y, sobre todo,
la desidia de la Consejería de Educación que no se ha tomado nunca en serio
esta cuestión, considerándola únicamente una bandera que agitar cuando le ha
resultado conveniente. Esta es la realidad después de más de veinte años de intentos
de incluir el flamenco en los currículum escolares de los niños andaluces. Las
personas que han estado participando en estos intentos saben que lo que digo es
cierto y ahora es el momento en que ellos también pueden, y deben, alzar su
voz.
Pero puede hacerse. Ahora, el reconocimiento de la UNESCO
como Patrimonio Inmaterial ha puesto de moda el tema. El Presidente de la Junta
ha afirmado que el flamenco va a estudiarse. Espero que no se refiera solamente
a los conservatorios de música en los que el flamenco, en sus diversas
manifestaciones, debería estar incluido desde hace muchísimos años. Espero que
se refiera al flamenco escolar, pues la primaria es la etapa fundamental para
este conocimiento en lo que se refiere al ritmo, el compás y los aspectos más
ligados a las músicas del entorno del alumno y la secundaria el momento de
ofrecer conocimientos sistemáticos sobre la historia, los intérpretes, los
estilos, del flamenco. El flamenco debe estar ya en las escuelas e institutos.
La preparación del profesorado puede resolverse con cursos de actualización,
utilizando las plataformas virtuales si es necesario. La definición del
currículum, la secuenciación por niveles, las metodologías y materiales, no
requieren años para establecerse, sino que puede hacerse, porque hay mucho
trabajo hecho, con cierta rapidez. Las diferencias de opinión, dentro de la
comunidad flamenca, acerca de algunos aspectos de este arte, deben encontrar
aquí una posibilidad de consenso que hay que aprovechar en lo que vale.
No puede ocurrir que esto sea otra oportunidad perdida, otro
brindis al sol, otro intento de distraernos con intenciones electoralistas.
Esta vez no.
Se me ocurre que la creación de una materia llamada Flamenco
(ése debe ser su nombre y no Flamencología) de oferta obligatoria para el
centro y con carácter optativo para el alumnado, puede ser un primer paso muy
aceptable. Pero que no se pierda ni un minuto más sin que los niños andaluces
puedan ejercer el derecho que tienen a conocer el flamenco. Todos los niños y no solamente aquellos que
han nacido en un hogar o en un barrio en el que el flamenco tiene carácter
vivencial. Todos los niños tienen ese derecho. El flamenco escolar es un
derecho de los alumnos y nosotros tenemos la obligación de atender ese derecho.
Comentarios
"El flamenco rebelde irrumpe en el Parlamento andaluz. https://www.youtube.com/watch?v=KxHBWmVRB8A"
Le enseño el video a una amiga y me dice emocionada: Somos un pueblo grande.
Fernando.