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Mostrando entradas de diciembre, 2016

Ser una heroína es harto difícil

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(Persuasión. 1918. Sally Hawkins es Anne Elliot en la versión para TV de 2007) Persuasión , la novela de Jane Austen publicada  a título póstumo en 1818 presenta un tipo de mujer fuerte, capaz, reflexivo, maduro, no exento de sentimientos, pero llena también de sentido común . Está enamorada pero no va a perder la cabeza con facilidad. Y mantiene su dignidad en todos aquellos momentos del libro en que sus amores pueden ser descubiertos y utilizados de mala manera.  Pero no es Persuasión la única novela en la que esta escritora define personajes femeninos de auténtico fuste. Todo lo contrario.  Una de las cosas más interesantes de la literatura escrita por Jane Austen es la variedad de personajes femeninos que crea. ¿De dónde los sacó? ¿Cómo una persona con tan escasa experiencia de la vida, que se movía en un círculo familiar y vecinal muy concreto, fue capaz de concebirlos? El talento es, sin duda, junto a las lecturas que frecuentaba desde pequeña, el secreto de est

Hay que buscar razones

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La muchacha de la farmacia ha sido muy elegante en su felicitación. No le ha preguntado cómo va a pasar la noche. Ella lo ha agradecido con el gesto cómplice de quien entiende el detalle. Luego, en la mercería, la dependienta-amiga, ha elucubrado sobre el posible frío al salir de la Misa del Gallo, pero no ha hecho alusiones personales lo que ha constituido una forma de entendimiento que tiene mucho valor en horas tan reiterativas y llenas de lugares comunes. En el supermercado, más impersonal, la compra ha sido rutinaria y sencilla, no hay apenas nada que celebrar. Y luego, en un paseo improvisado que no tenía previsto no ha podido evitar enamorarse de un mueblecito pequeño y adornado de rosas que, piensa, quedaría de perlas en una esquina del dormitorio. En ese cuarto sobra ahora mucho sitio. Cuando lo compra no se da cuenta de que ha de transportarlo a casa y que, aunque cerca, tiene que hacerlo sola. Es esa soledad de llevar consigo un pequeño mueble casi a rastras lo que ha h

Ese compás ausente

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(Nacimiento de Cristo. Catedral de Segovia) Los niños vinieron del lugar más frío de la tierra. Su llegada fue, en cambio, un soplo de calor. La casa se llenó de una esperanza cierta que nunca antes la había alumbrado y el orden se trastocó en una nube de juguetes que te zarandeaban al entrar. Él, un tipo circunspecto y poco dado a la risa, se sorprendió llevando a aquellos niños a montar en un tiovivo que el ayuntamiento colocó en la plaza. También frecuentó una pista de hielo, un centro comercial plagado de sorpresas y la mesa incómoda y moderna de un McDonalds que antes no había pisado nunca. La madre dejó de notar una punzada de envidia cuando, por la calle, descubría el enjambre de mujeres que acababan de dejar a los hijos en la puerta del colegio y se unió a ellas con entrega, deseando formar parte del AMPA cuanto antes. Ya eran padres y esos niños su mayor alegría.   La vida desde entonces adquirió otro compás. Cómo explicarlo sin nombrar las noches de insomnio, la

"Nunca me ha gustado cómo huelen los libros"

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(Harriet Walker es Fanny Ferrars Dashwood en la película de Ang Lee) Esta frase la pronuncia Fanny Ferrars Dashwood, la esposa del hermanastro de las hermanas Dashwood (Elinor, Marianne y Margaret) al enseñarle a su hermano Edward Ferrars la casa familiar que su marido ha heredado a la muerte de su padre. La desgracia femenina de perder todo derecho en la vía sucesoria de bienes e inmuebles para beneficiar a los varones, incluso con parentescos lejanos, está presente en toda la obra de Jane Austen y siempre con un punto de crítica.  A la muerte del señor Dashwood, su segunda esposa y las tres hijas que ha tenido con ella, se quedan desamparadas, a merced únicamente de la bondad de su hijo mayor, a quien, en su lecho de muerte, el padre hace prometer que cuidará de ellas. Las promesas se diluyen y se interpretan como uno quiere. Y Fanny es una enorme manipuladora que conseguirá que su marido vea las cosas como ellas las ve: ni un duro para estas mujeres, que tendrán que avi

Siete libros que he disfrutado leyendo en 2016

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Me llamo Lucy Barton de Elisabeth Strout (Duomo / 1984, 16,80 euros). Una escritora con un pasado lleno de penurias convalece en el hospital con su madre al lado, en una última oportunidad para su reconciliación. Cualquiera de nosotros se ha preguntado en alguna ocasión si hizo todo lo que estaba en su mano para que la relación con su madre haya sido positiva. Las respuestas son muchas y las tuyas, como las mías, quizá no coincidan con las de la autora. Pero estoy segura de que pensarás en ello desde otro punto de vista. Te perdonarás a ti misma. Te entenderás mejor. Y la entenderás a ella.  Tú no eres como otras madres de Angelika Schrobsdorff (Errata Naturae y Periférica / La Campana, 23,95 euros). La historia real de la madre de la autora, una judía de la burguesía berlinesa que vive una juventud liberada hasta que topa con el ascenso de los nazis. Este es uno de esos libros que lees y recomiendas. Y luego resulta que hay mucha otra gente que ha hecho lo mismo, leerlo

Flaubert o Sand

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(Stuart Davis) Hubo una disputa entre Gustave Flaubert y George Sand en lo que respecta al sentido de las novelas. Flaubert es el padre de Emma Bovary y considera que escribir es un acto intelectual que no puede revestirse de la propia experiencia. Hay que guardar en un cajón los sentimientos para que las palabras fluyan. Así lo afirma sin que titubee. De esa forma, lo que el escritor cuenta es la vida de los otros. No hay ni un ápice de yoismo en esa interpretación de la novela y sus personajes muestran lo que son independientemente de la propia opinión del escritor.  (Stuart Davis)  Muy al contrario, para George Sand no es posible escribir sin que se trasluzca, más o menos, el sentimiento y las emociones del que escribe. Salen a la luz en forma de palabras, se cuelan en las rendijas del argumento, cubren de llanto o de verdad las expresiones de los personajes y, en fin, todas impregnan la vida narrada. No se contrata de contar la vida del que escribe, sino en escribi

Ahí empezó todo

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En la calle, bulliciosa de por sí, se formó un jaleo de campeonato. La puerta del número 39 se había abierto estrepitosamente y dos de los hijos de la familia aparecieron en ella, con cara de pocos amigos, portando a rastras unas cajas de gastada madera que no tenían cubierta.  Nadie podía ver lo que contenían, porque los espectadores espontáneos que llegaban atraídos por el ruido, no tenían suficiente ángulo de visión. Pero la niña de la casa de enfrente saltó por encima de los pies de los otros y se plantó delante y asomó la cabeza y metió la nariz y descubrió los libros.  ¡Son libros, son libros! gritó. Y el grupo de mirones se fue dispersando. A buenas horas iban a pararse en libros a la hora de la siesta porque a aquellos imberbes se les hubiera ocurrido hacer limpieza de buhardillas…. Pero la niña entonces se sentó en medio de la calzada, que era de piedra, dura, gris y a veces transparente cuando la lluvia la regaba, y empezó a rebuscar con cierto gesto compulsivo