Fragilidades
Las fragilidades son múltiples. No es lo mismo la fragilidad del recién nacido, con toda una historia por escribir, que la fragilidad de la novia en su primera noche, o la fragilidad de la madre recién parida o la del adolescente que se sitúa ante el amor sin saber adónde dirigirse. No es lo mismo la fragilidad del pobre, que la de quien está enzarzado en una guerra ajena, o la de quien ha nacido mal y en el lugar equivocado, en un tiempo que no debió ser el suyo. La fragilidad de las naciones invadidas, la fragilidad de los imperios que se derrumban. La fragilidad del enfermo, la fragilidad del perdido.
La fragilidad de la vejez debería tener más dignidad que todo ello, porque se trata de haber recorrido un largo camino sin caer antes en la batalla. Mañana, en la batalla, piensa en mí, dice Javier Marías. La fragilidad de la vejez, cuando está aliada a la enfermedad, entonces termina siendo un acto vergonzoso que uno querría disimular como fuera. Así que yo hablo de una fragilidad que quizá es la de todos. La mía. La que tú nunca conociste, porque te fuiste antes de ser viejo, antes de hora.
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