El señor Collins nunca lee novelas

 



/Fotogramas que muestran al señor Collins de la serie de la BBC de 1995, arriba, el actor David Bamber, y al de la película de 2005, Tom Hollander, abajo/

Hay un momento en la visita que hace el señor Collins a Longbourn por primera vez, en que el señor Bennet ya no sabe qué hacer con él. Literalmente está harto de aguantar sus exageraciones y su cháchara así que lo conduce a la sala de las señoras para que las distraiga con la lectura. Así se lo dice, lea algo a las damas para entretenerlas. De la biblioteca del señor Bennet se ha contado que era la pieza más preciada de la casa para el anfitrión pero en aquella noche alguna de las chicas le acercó un libro de la biblioteca circulante a la que estaban suscritas y entonces recibió el rechazo de Collins: yo nunca leo novelas. En su lugar tomó uno de los sermones de Fordyce y deleitó, es un decir, a las muchachas con ellos. Los libros de sermones estaban en boga y se consideraba de buen tono leerlos, por mucho que la gente se aburriera. En cambio, las novelas, que también disfrutaban de una primavera lectora, solo parecían ser leídas por fantasmas inexistentes, porque se vendían mucho, tenían fama de ser muy conocidas pero nadie reconocía abiertamente que las leía. Sin embargo, se leían. Y así lo reconoce Jane Austen en sus cartas y así lo dice en sus novelas. La novela, ese género que procede de las antiguas epopeyas clásicas y que Cervantes llevó a la modernidad, tenía muchos cultivadores, sobre todo escritoras y un gran número de lectores, burguesía emergente que se distraía con los asuntos que trataba. La narrativa cambió definitivamente con el auge de la novela y el siglo XIX será el gran siglo del género. Hoy no podríamos pasar sin ellas, pero entonces, las chicas Bennet tuvieron que conformarse con un sermón leído por un tal señor Collins. 

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