"Diario de una soledad" de May Sarton
Diario de una soledad
May Sarton
Traducción de Blanca Gago Domínguez
Colección Narrativas, editorial Gallo Nero
Imagen de la cubierta Jean Leroy (1930), óleo sobre lienzo
Título original: Journal of a solitude
Primera edición septiembre 2021
Diseño de cubierta Daniel Regueiro
Este diario de May Sarton transcurre como un tranquilo río que va mostrando sus lodos, sus piedras del fondo, sus mareas y sus cambios de luz conforme el tiempo pasa y las horas pasan. Desde el principio se hace preciso tomarlo como es: una memoria íntima y activa, una muestra de escritura luminosa y una efervescente mirada alrededor. Su oficio de escritora está aquí al servicio de la verdad que enseña y por eso es tan fácil, y tan delicado, sumirse en el interior de lo que va narrando, con detalle, despacio, abiertamente.
"Empiezo aquí. Está lloviendo" Estas son sus palabras iniciales. Con sencillez observa lo que ocurre desde su ventana y ese primer párrafo es revelador. Pues no hay nada que sea "vida real" más allá de ese tiempo de intimidad absoluta en su propia casa, cuando el ruido cesa y la gente no está. "Ni los amigos, ni siquiera los amores apasionados, son mi vida real".
“No me despojéis de mi edad. Me la he ganado”. El libro tiene un aire melancólico, casi triste, apesadumbrado, evidente. No es solo su título, tan descriptivo, ni su intención, encontrar algo que le devuelva algo del entusiasmo perdido, sino también el devenir de sus páginas, con relatos sencillos pero profundos en los que cada día tiene un tono diferente, pero todos los días parecen mostrarse como una pérdida que se va acumulando.
De sus palabras se desprende una difícil dicotomía entre la vida de relaciones sociales y personales y esos momentos de soledad que transcurren en su casa, el centro de un mundo que es propio y que no parece contaminado por el exterior. Es ella misma entonces, cuando contempla las flores que la rodean, analiza sus colores, su olor y su forma; cuando vuelve hacia dentro la mirada para hallarse a sí misma, en una búsqueda ya permanente que puede encontrarse también en otros textos con carácter autobiográfico. Lea escritura, como otras veces, es un talismán, una puerta abierta a la comprensión de sí misma y una manera de sortear los peligros del mundo. La mayor belleza está en las dos condiciones de su escritura que ya enunciaba Jane Austen: imaginación y verdad. Ambas tienen lazos indisolubles y sin ellas no es posible que la literatura haga su recorrido adecuado hasta el lector. En el caso de Sarton está asegurado que lo que nos cuenta con su estilo limpio, ruidoso y callado a la vez, nos interpela, nos afecta, incluso nos responde a algunas cosas que todas tenemos en la mente. Es una lectura, hay que decirlo, muy femenina, muy cercana al mundo de la mujer y en eso están de acuerdo sus lectores. Pero también es una lectura universal, donde todos los seres humanos pueden encontrar ecos que les resultan cercanos. Su estilo directo, sin alharacas ni circunloquios, fielmente urbano, ayuda a que sus libros, sobre todo este, tengan un hálito de veracidad y de vida impresa.
"He estado pensando que, por muy terribles tormentas que nos sacudan, si el armazón de nuestra vida es lo bastante estable y fructífero, nos ayudará a resistir sus devastadoras secuelas"
"La vida nos viene en pequeños racimos: un racimo de soledad, y luego otro racimo que apenas nos deja tiempo para respirar"
"¿Por qué me resulta tan terrible implicarme en la venta de mis libros? ¿Cómo puede una escritora de mi generación sobrevivir a esa enorme maquinaria?"
En ese relato de la vida cotidiana durante ese periodo de soledad y de breves encuentros con otros escritores, con personas diferentes y a veces distantes, May Sarton intercala su propio pensamiento, su visión de lo que sucede. La desesperanza, quizá el escepticismo, preside sus reflexiones, una mujer en la sesentena que tiene dudas y que, aunque reivindica su edad y el tiempo vivido, parece entrar en un círculo de palabras que no quieren callarse más y que desean salir a la luz. Es la evidencia del paso del tiempo, tan atroz y tan inevitable. Las mujeres mayores están en su relato tanto en la forma de mirar las cosas como en sus encuentros e indecisiones. No es frecuente que la novela se acerque a estas mujeres, invisibles según decía Barbara Pym, mujeres cansadas, primorosas, llenas de incertidumbres, que miran el futuro con aprensión y el pasado con nostalgia. May Sarton lo hace. Y la creemos.
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