"Un bolso y un destino" de Leigh Himes
Comprarte un bolso de Marc Jacobs puede ser, en ocasiones, la puerta de un pasadizo secreto al que accedes en cuanto te caes de las escaleras mecánicas. Eso le pasó a Abbey Lahey que se despertó convertida en la señora Abbey van Holt, de los van Holt de toda la vida. Su marido antes de caerse era Jimmy, un trabajador por cuenta propia, que regenta un vivero. En cambio, cuando despierta, a su lado está Alex van Holt, amadísimo hijo de Meribelle y candidato al Congreso de los Estados Unidos.
De ser una madre trabajadora y en apuros porque el dinero no llega o el tiempo no estira, Abbey se trasmuta en esposa de candidato, con servicio, coche con chófer y un cuerpo curtido a base de entrenamiento personal, pasar hambre y confiar en un buen cirujano.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Detrás de la fachada de triunfadores de los van Holt subyacen conflictos no resueltos, emociones que no encuentran salida y aburrimiento, mucho aburrimiento. Claro que esto mismo le pasa a los Lahey que, encima, sudan para pagar las facturas. Sin embargo, las cosas tienen que acabar poniéndose en su sitio y así aprenderemos que en la vida cada uno tiene un papel que jugar y un sitio que ocupar, siendo ambas cuestiones, a veces, muy aleatorias y dependientes de la suerte. Un oportuno golpe en la cabeza pondrá de nuevo a cada personaje en el lugar que le corresponde no sin que antes Abbey, la única consciente de la historia, nos haya hecho disfrutar, y cómo, de todas las peripecias que pueden vivirse en ese cambio de galaxia, de los extramuros a las familias de buena posición.
El libro es muy divertido. Se lee pasmosamente bien. Está, eso es obvio, gentilmente escrito, porque si no fuera así, ni la historia ni la risa lo salvaría. Entretiene y distrae lo cual es mucho en algunos de nuestros días. Y hace desfilar ante nuestros ojos una buena dosis de glamour en forma de zapatos de Laboutin, diseños de Stella McCartney y, sobre todo, de un maravilloso bolso rojo Kelly de Hermés que está guardado, oh tristeza, en una caja de cartón alojada en un gigantesco vestidor. Algunas escenas, porque así nos parecen a la vista, son delirantes, como la de los dos hermanos gays que se dedican a vestir bien a la dama cuando hay actos de campaña. O los encuentros familiares en casa de los van Holt, que nadie querría para sí. Los dos hombres del relato, Jimmy y Alex, se salvan de la crítica. Uno es conformista, poco expresivo y sin distinción; el otro, elegante, tierno, educado y buena persona. Pero los dos la quieren. Y ella considera que eso es, en este mundo que vivimos, una enorme suerte.
Un bolso y un destino. Leigh Himes. Maeva. Traducción de Mar Vidal. 2017.
De ser una madre trabajadora y en apuros porque el dinero no llega o el tiempo no estira, Abbey se trasmuta en esposa de candidato, con servicio, coche con chófer y un cuerpo curtido a base de entrenamiento personal, pasar hambre y confiar en un buen cirujano.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Detrás de la fachada de triunfadores de los van Holt subyacen conflictos no resueltos, emociones que no encuentran salida y aburrimiento, mucho aburrimiento. Claro que esto mismo le pasa a los Lahey que, encima, sudan para pagar las facturas. Sin embargo, las cosas tienen que acabar poniéndose en su sitio y así aprenderemos que en la vida cada uno tiene un papel que jugar y un sitio que ocupar, siendo ambas cuestiones, a veces, muy aleatorias y dependientes de la suerte. Un oportuno golpe en la cabeza pondrá de nuevo a cada personaje en el lugar que le corresponde no sin que antes Abbey, la única consciente de la historia, nos haya hecho disfrutar, y cómo, de todas las peripecias que pueden vivirse en ese cambio de galaxia, de los extramuros a las familias de buena posición.
El libro es muy divertido. Se lee pasmosamente bien. Está, eso es obvio, gentilmente escrito, porque si no fuera así, ni la historia ni la risa lo salvaría. Entretiene y distrae lo cual es mucho en algunos de nuestros días. Y hace desfilar ante nuestros ojos una buena dosis de glamour en forma de zapatos de Laboutin, diseños de Stella McCartney y, sobre todo, de un maravilloso bolso rojo Kelly de Hermés que está guardado, oh tristeza, en una caja de cartón alojada en un gigantesco vestidor. Algunas escenas, porque así nos parecen a la vista, son delirantes, como la de los dos hermanos gays que se dedican a vestir bien a la dama cuando hay actos de campaña. O los encuentros familiares en casa de los van Holt, que nadie querría para sí. Los dos hombres del relato, Jimmy y Alex, se salvan de la crítica. Uno es conformista, poco expresivo y sin distinción; el otro, elegante, tierno, educado y buena persona. Pero los dos la quieren. Y ella considera que eso es, en este mundo que vivimos, una enorme suerte.
Un bolso y un destino. Leigh Himes. Maeva. Traducción de Mar Vidal. 2017.
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