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Mi abuela rusa y su aspiradora americana. Meir Shalev


Algunas personas están obsesionadas con el polvo, la limpieza, los ácaros, la desinfección y la pulcritud domésticas. En las películas suelen aparecer obligando a sus visitantes a colocarse paños en los pies para poder pisar sus inmaculados parqués. Esta manía, si se lleva hasta un extremo bastante insoportable, se puede convertir en una obsesión. Y existen estas obsesiones, ya os lo digo. 

He conocido a algunas. Por ejemplo, mi tía Clara Eugenia. Tenía un piso precioso, en la mejor zona de la ciudad, que compartía con su marido y sus cuatro hijos. Tres chicos y una chica, ninguno de los cuales parecía entender la obstinación de su madre para que todo brillara y reluciera siempre. Eran chicos normales, que pasan su época de guarrismo habitual y luego se convierten en unos despilfarradores de toallas de baño. Pues bien, mi tía Clara Eugenia tenía dos cocinas. Sí, no exagero. La cocina "en uso", estaba en una habitación pequeñita, habilitada junto a una de las terrazas. La cocina "buena" estaba donde están las cocinas. No se utilizaba nunca y así continúa. Mi tía Clara Eugenia, la mayor de los hermanos de mi padre, tiene más de noventa años, pero ahí sigue, con su impertérrita cocina sin usar. En perfecto estado. Una cocina de Doris Day. Sin Rock Hudson pero con un marido, mi tío Luis Andrés, muy guapo, atractivo y con uniforme de teniente coronel de la Armada. 

Pues bien, este libro habla de una obsesiva-compulsiva en asuntos de polvos domésticos y limpieza en general. Lo ha escrito Meir Shalev, hijo del poeta Itzhak Shalev, nacido en 1948 en Nahalal, en Israel, y uno de los novelistas más admirados y populares de su país. Ha sido traducido a más de 20 idiomas y sus libros han sido bestsellers en Israel, Italia, Francia, Holanda, y Alemania. 

Esta es la sinopsis de la novela, contada directamente por su editorial, Ático de los Libros: En Nahalal, el pueblo donde nació Shalev, conocemos a su asombrosa abuela Tonia, que llegó a Palestina en barco desde Rusia y pasó toda su vida luchando contra el peor enemigo de su familia en aquellas nuevas tierras: la suciedad. A Tonia no se la vio nunca sin un trapo al hombro. Recibía a los visitantes fuera de casa y sólo permitía a unos pocos privilegiados entrar en su inmaculada morada. Hilarante y conmovedora, la historia de la abuela Tonia y sus reglas cobran vida en un relato que gira alrededor de la llegada de una enorme y reluciente aspiradora americana, regalo de un tío que había emigrado a Estados Unidos. Mezclando magistralmente realidad y ficción, Shalev crea personajes inolvidables y traza un retrato emotivo de su familia y de toda una época.

Está claro que en todas partes cuecen habas y que la naturaleza humana no es tan diferente en una soleada ciudad atlántica que en un pequeño pueblo mediterráneo. Mi tía Clara Eugenia y la abuela de Shalev, Tonia, podrían escribir esplendorosas y limpísimas páginas a fuerza de risas y de emocionantes batallas contra los ejércitos del mal olor o de la doméstica suciedad cotidiana. 

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