Miénteme...
Miras hacia arriba y las luces te deslumbran. Miles de bombillas formando dibujos, cruzándose, como si fueran mosaicos romanos, lacerías árabes, como si fueran un bordado en seda, tejido con manos cuidadosas. Resplandecen los árboles de la inmensa avenida, cuajados de pequeñas estrellas, como si hubieran nacido flores luminosas, una floración extraña en el invierno.
Te esperaba al pie de la estación. A lo lejos distingues su figura. Su aspecto, tan conocido, tan amado. Su sonrisa, anunciándose anticipadamente, una sonrisa abierta hacia la espera. Distingues sin oírla su voz. Esa voz que no parece cambiar a pesar de que el tiempo pasa. Una voz que dice cosas que te estremecen. Que nunca te hiere. Que siempre te consuela. Ves el movimiento de sus manos, ese gesto especial de descansar en ellas la barbilla, esa forma de tomarte de la cintura, de sujetarte la cara mientras te besa...Esas manos...
La risa os ha mezclado en un suave vaivén y las palabras se amontonan...hay tanto que decir...tanto tiempo sin verte...escribir no es lo mismo...y a veces la palabra te sugiere un deseo, un afán tan seguro, tan cierto, que quieres cruzar el país, que quieres llegar allí donde se encuentra, anhelante, esperando, con el mismo deseo...Vais andando, recorréis abrazados el camino hacia la calle, hacia el aire fresco que azota vuestros rostros y, allí, incandescente, brillantemente libres, la ciudad y sus luces te recibe de nuevo, como si no hubieran pasado tantos meses, tanto tiempo, años quizá, sin verte...
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