Un baile no es ninguna tontería
(Fotograma de Los Bridgerton. Nadie bailaría así en la Regencia)
El contexto habitual para que los jóvenes en edad de casarse se pudieran conocer eran los bailes. Por eso un baile no es solo un baile, sino un obligado requerimiento para quienes estuvieran en la carrera matrimonial. Y era una verdadera carrera. Desde luego no era la única fórmula de contacto pero sí la más habitual. Transcurría en público, lo que quiere decir que lo que allí sucedía se contemplaba por muchos ojos y por eso había que tener mucho cuidado. Todo se hacía público enseguida. Las excepciones eran las uniones que se fraguaban en el seno de las familias conocidas o amigas y entre las propias familias. Esto último se ve claramente con los segundos o terceros matrimonios con hermanas o hermanos del cónyuge fallecido. Los hombres morían en la guerra y las mujeres en los partos. Y la guerra fue una constante en Inglaterra durante larguísimos años. La propia Jane Austen vivió en guerra toda su vida, salvo los últimos dos años. Guerra contra el francés, contra los españoles, contra las colonias americanas, guerra en la India. Los veteranos eran un colectivo muy respetable. La formación del imperio significó guerra permanente y mucha sangre derramada. Las ansias expansionistas de Napoleón terminaron de poner la guinda a este panorama bélico, que se contrapone a las imágenes amables que anuncian la época ahora.
Dado que un baile no es ninguna tontería hay que prepararse bien. No es lo mismo acudir a un baile privado, en alguna de las casas de campo diseminadas por la campiña inglesa, que hacerlo a un baile campestre que se lleve a cabo en una posada de un pueblo. Bailes municipales, podíamos decir, como los que se celebraban en Basingstoke en tiempos de Jane Austen. También son muy diferentes los bailes de la aristocracia, de la alta nobleza, de la corte. Pero estos no nos interesan porque la gentry no acudía a ellos. Los bailes campestres, como los de "Emma" en La Corona, o los de las Bennet en Netherfiel Park, crean las miguitas de pan que van siguiendo las jóvenes en busca de pretendientes. Aunque, en realidad, solo dos heroínas de Austen se enamoran en un baile: Catherine Morland, en Bath, con el maestro de ceremonias de por medio y las hermanas Bennet en Netherfield, con la aparición estelar de dos solteros de armas tomar, Darcy y Bingley. Es verdad que el verdadero carácter de una persona no trascendía en los bailes pero ya se podían vislumbrar algunas cosas.
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