Indefensión
La situación de indefensión en que las mujeres sin recursos caían conforme se iban haciendo mayor es un tema que preocupa enormemente a Jane Austen. Ella tuvo que ver muchos casos a su alrededor, mujeres que se hacían viejas sin casarse, incluso viudas sin ayudas familiares, que dependían de la caridad de otros y que no hallaban un sitio en la sociedad de la época. Eran las tías, las primas, adosadas a cualquier entorno familiar, sin rentas, ni grandes casas, ni vida social. El desencuentro que se da en "Emma", cuando hacen la excursión a Box Hill, genera una situación incómoda y da lugar a un enfado importante que tendrá que ver con el desenlace del libro. Emma y Frank se ríen de la señorita Bates. En el caso de la señorita Bates, vive con su madre anciana en una casa sencilla, a pesar de que en tiempos disfrutó de mejores circunstancias. Tiene un carácter alegre y siempre agradece a los demás los detalles que tienen con ella, pero también es algo pesada, repite mucho las cosas y resulta cansina. Todo eso podría ser imperdonable en alguien de otro estatus social, le dice Knightley a Emma, pero ponerlo de manifiesto en ella, delante de otras personas, públicamente, es una innecesaria grosería, una falta de compasión muy grande, propio de un corazón oscuro.
La reacción de Emma está muy bien descrita. Está claro que el error cometido merecía esa atención porque no era posible que una muchacha como ella cayera en esa actitud tan reprobable. Y, después de la conversación entre ambos, la autora nos sitúa en Emma y centra ahí el relato de sus pensamientos, en los que hay arrepentimiento, dolor, decepción consigo misma, miedo a perder la amistad de la señorita Bates, vergüenza de haber defraudado al señor Knightley.
“Emma se sintió más deprimida de lo que es posible expresar con palabras y casi sin fuerzas para ocultarlo. Nunca se había sentido tan angustiada, tan desconsolada, tan desdichada en ningún momento de su vida. Había recibido un golpe terrible. El señor Knightley no había dicho más que la verdad. Lo sentía en lo más hondo del corazón. ¿Cómo podía ser tan cruel, portarse tan brutalmente con la señorita Bates? ¿Cómo se había expuesto a que personas que apreciaba se formaran una opinión terrible de ella?”.
La reconvención que hace el señor Knightley de la conducta de Emma es una prueba más del papel de mentor que ejerce sobre la joven, dieciséis años menor y hermana de su propia cuñada. La diferencia de edad en ese tiempo era algo bien visto, pues se suponía que el hombre debía aportar la experiencia y la chica la ingenuidad y, sobre todo, buenas condiciones físicas para tener muchos hijos. Pero, en este caso, esa mentoría ejerce un papel positivo porque ayuda a que Emma se dé cuenta de lo que ha hecho y de sus consecuencias. Jane Austen utiliza así al señor Knightley para expresar su propia opinión al respecto y para mostrar el arrepentimiento de Emma como prueba de que su heroína comete errores pero acepta su responsabilidad y se dispone a repararlos. Así lo hizo o lo intentó hacer a la mañana siguiente cuando va muy temprano a visitar a las Bates, aunque estas se muestran poco entusiasmadas con su visita y a la joven le supone un cierto esfuerzo de aproximación y amabilidad cambiar esa actitud inicial. Por desgracia para ella, aunque parece que el señor Knightley ya no está enfadado con ella (quizá nunca lo estuvo sino que, más bien, se preocupó por esa conducta tan poco acorde con los buenos sentimientos que él sabe que Emma posee) pero se marcha a Londres de inmediato a pasar una temporada con su hermano John y su familia. Esto abre un paréntesis, un interregno entre ambos, hasta que la vuelta le proporcione pistas sobre cómo van las cosas entre los dos.
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