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"Belinda" de Maria Edgeworth

 


Belinda. Maria Edgeworth

Libros de Seda, 2021

Traducción de Noemí Jiménez Furquet (a partir de la edición inglesa de 1801)

Diseño de cubierta de Mario Arturo


Tener este libro en las manos me causa emoción. Es la primera vez que Belinda se traduce al español y, por lo tanto, se aprueba una asignatura pendiente con esta escritora, cuya obra no solo es importante en sí misma, sino influyente en el conjunto de la novela. He escrito de Maria Edgeworth en este blog y cualquiera puede leer esa entrada y conocer algunos datos sobre su vida que resultan muy atractivos. Era, eso parece, una mujer excepcional y también una de esas mujeres excelentes de las que escribe Barbara Pym. Sus obras tienen sello propio y lo mismo puede decirse de su estilo, ausente de grandilocuencias, exageraciones y harturas. Más bien resulta diáfano, sencillo, elegante y apropiado. Nada fácil en esos años de abundancia metafórica y de temas retorcidos a más no poder. Pero es que Edgeworth es también, como lo fue Jane Austen, una rara avis

El carácter de la autora y sus intenciones quedan claras en la Advertencia que da inicio al libro, publicado, como era tradicional, en tres volúmenes, una organización que respeta en esta edición la editorial Libros de Seda. En la citada Advertencia Edgeworth afirma "La siguiente obra se ofrece al público en forma de cuento moral, pues la autora no desea considerarla una novela". 

Y ahora viene la explicación: "Si todas las novelas fueran como las de madame de Croussaz, la señora Inchbald, la señorita Burney o el doctor Moore, la autora adoptaría gustosa tal nombre, pero tantos disparates, errores y vicios se difunden en libros denominados "novelas" que espera que se deseo de darle otro nombre a este se atribuirá a sentimientos loables y no a un exceso de escrúpulo."

Pues bien, todo esto fue en vano. La obra es una novela, novela la consideramos y como novela está en la historia de la literatura. Pero las precauciones de la autora están muy bien argumentadas y tenemos que darle la razón. La "novela" en esos años, era un género-contenedor, en el que entraban obras maestras y espléndidos mamarrachos. Como ahora aunque no se podría calificar ningún género como "cuento moral". Cualquier cosa con un número adecuado de páginas era llamada novela, si estaba en prosa, contaba las peripecias de algunos personajes y terminaba más o menos bien. De aquello poco nos ha llegado, el tiempo ha barrido la mediocridad. Pero Maria Edgeworth no lo sabía entonces. Y tuvo que amarrar su barco. 

De Elizabeth Inchbald, una de las mencionadas, también he hablado por aquí, lo mismo que de Fanny Burney. John Moore era un autor de la época que tenía mucho éxito y lo mismo Isabelle de Montolieu, que es esa "madame" de la que habla Edgeworth. Aunque algunas de novelas de Jane Austen ya estaban escritas, todavía no había salido a la luz ninguna, pues la que antes aparece, Sentido y sensibilidad, lo hizo en 1811, es decir, diez años después. 

La señora Stanhope, he aquí la trama, "se enorgullecía de haber establecido a media docena de sobrinas del modo más venturoso; es decir, casándolas con hombres de renta muy superior a la suya". Esto nos indica que Stanhope es educada, comedida y con el suficiente arrojo como para influir en formar matrimonios, en arreglarlos incluso, todo con el fin de que sus sobrinas se sitúen de forma conveniente. Sin embargo, su sobrina Belinda Portman sigue soltera y ella, la tía, tiene la intención de librarse de la joven "cuanto antes". Belinda, por lo que parece, no hace honor a su nombre, tan delicado y poético, sino que es un hueso duro de roer. La señora Stanhope vive en Bath y busca para su sobrina una especie de mentora de la alta sociedad por lo que entra en el juego lady Delacour (los nombres franceses tenían entonces un aire muy chic, a pesar de que ingleses y franceses llevaban años zurrándose mutuamente), que queda encantada con la muchacha y se la lleva a Londres para la temporada. Es decir, el invierno. 

En Londres y con lady Delacour aprende Belinda una inmediata lección sobre los seres humanos: la diferencia entre verdad y apariencia. La apariencia de la lady es extraordinaria, alegre, educada y radiante. Su vida real, en su casa y sin espectadores, es horrible, molesta, cansina y aburrida. ¿Cómo no darse cuenta de que esto se llama hipocresía social y que abunda demasiado? Hasta la joven e ingenua Belinda lo aprecia. 

Claro que cuando conoce a lord Delacour, el marido de la señora, entiende algunas cosas: iba borracho, ayudado por dos lacayos. Un prenda. La cosa no se arregla estando sobrio y además la esposa del lord, es decir, la lady, se ríe de él en su cara, le falta al respeto y le habla con sorna. Un matrimonio ideal para huir del matrimonio. En escena aparece de inmediato el contrapunto, el hombre encantador, chispeante, el rey de la fiesta, una especie de adulador incansable, Clarence Hervey, que habla declamando como si estuviera en lo alto de un escenario. Y, realmente, Hervey podría "haber sido algo más que un joven agradable de no haberse visto aquejado por el deseo de que lo considerasen superior en todo y la persona más admirada de todos los círculos". Y, con el trato cotidiano hacia Belinda, llega a algunas conclusiones: "...la veía con creciente admiración por su belleza y con creciente temor a caer en sus redes y acabar casándose con una sobrina de la cazamaridos, el sobrenombre que le daban a la señora Stanhope los caballeros de su círculo". Es decir, en el fondo era un tipo miedoso, inconcluso, cobardica, aunque encantador y risueño. Ahí está el tío, podía decirse a sí mismo al espejo. Los miedos estaban escondidos. 

Este es el tono de la novela. Ironía, mirada irónica, mirada desde el exterior, crítica, dura a veces, siempre alerta, observadora. Maria Edgeworth muestra sin despeinarse los excesos, ridículos, absurdos, de una sociedad que iba decayendo, de una situación en la que los matrimonios por interés habían terminado por convertir en un infierno depravado la vida de las personas. En esta situación Belinda Portman tiene que tomar decisiones, ver qué hace con su vida y qué camino sigue. El desenlace de esta incógnita marcará su destino y el argumento del libro. 


La norma, las reglas sociales, las convenciones, se ponen en solfa a través de la mirada indiscreta y satírica de Maria Edgeworth. Sabía bien de lo que hablaba, ella misma pertenecía a esa clase social, la landed gentry irlandesa, que miraba mucho de su reputación aunque el interior a veces estuviera podrido. Como Edith Wharton, supo sacarle partido a ese conocimiento y lanzó una piedra al agua, agitando las ondas como si fuera el mar, para llamar la atención sobre todo aquello que existía, que no le gustaba y que había que cambiar. Quizá por eso Edgeworth fue una experta pedagoga que creía en el valor de la educación y que pensaba que, sin ella, el cambio real, el de las mentalidades, no sería posible. 

Sería injusto no aludir a la edición de Libros de Seda y a la traducción de la obra. El libro es precioso, cómodo de leer, con unos detalles gráficos agradables y acogedores. Es como si pudiéramos apreciar mucho más el contenido a través de este envoltorio tan cuidado. Y la traducción es perfecta porque chirría nada, porque transmite la belleza del estilo sin resultar ni estridente, ni cansina, ni vacua. Un libro diez. Disfrutaréis al leerlo, estoy segura. Y luego será de esos "de fondo de armario" para tu biblioteca. 

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