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"Días de una cámara" de Néstor Almendros


Si eres un aficionado al cine, este libro no deberías perdértelo. El director de fotografía Néstor Almendros (Barcelona, 1930-Nueva York, 1992) hace un repaso de sus películas de una forma magistral. No solo nos cuenta detalles del rodaje, los directores o actores, la forma en que llega a hacerla, sino también muchos aspectos técnicos que son de gran interés. Y, antes de eso, un repaso por su vida, llena de peripecias, desde su nacimiento en Barcelona, su llegada a Cuba, y sus vaivenes, entre Francia, Estados Unidos, Italia, Cuba y, de nuevo, Estados Unidos. Una vida viajera atada a una cámara. Una mirada al cine llena de amor y de comprensión. 


(El pequeño salvaje, de François Truffaut)

Los padres de Néstor Almendros se dedicaban a la educación, ambos fueron inspectores. Herminio Almendros llevó el método de Freinet a Cuba, después de que se marchara a ese país en 1939, cuando acabó la guerra. Su madre, María Cuyás, quedó en España con los tres hijos del matrimonio y fue deportada a Huelva, como ocurría como maestros e inspectores en aquel tiempo. En la biografía de Néstor Almendros hay circunstancias curiosas. Comenzó a trabajar en Cuba como director de cine, pues había llegado allí con su madre y hermanos en 1948. También estudió Filosofía y Letras así como cursos de arte en Nueva York. Para buscarse la vida fue profesor en el elitista Vassar College de Nueva York. Después de la revolución cubana volvió a la isla pero pronto se dio cuenta de que tenía que trabajar dirigido por el régimen. 


(Kramer contra Kramer, de Robert Benton)


(L'Histoire d'Adele, de François Truffaut)


(Néstor Almendros con Martin Scorsese)


(Néstor Almendros recibe el Oscar por Días del cielo, de manos de Kim Novak y James Coburn)

El ideario cinematográfico de Néstor Almendros se resume en la luz, el uso de la luz en las películas. Él mismo cuenta cómo su deseo de que la luz fuera limpia y generara espacios y retratos diáfanos y sencillos se topaba a veces con el oficio de los operadores de cámara, sobre todo americanos, que insistían en recargar los elementos técnicos. Dice que, más que poner, su tarea siempre era quitar. Ese concepto de libertad lumínica, de simpleza, que realza las figuras y los paisajes, la desarrolló ampliamente en su trabajo con los directores de la nouvelle vague, movimiento al que se le adscribe con frecuencia, precisamente por eso. Pero Néstor Almendros fue capaz de adaptarse a cualquier tipo de director, es más, tenía una especial intuición para captar lo que este quería. A eso le ayudaron sus conocimientos de dirección, pues él mismo dirigió películas durante muchos años, sobre todo en Cuba (hasta que vio que el castrismo nunca iba a dejar que desarrollara su carrera, con sus imposiciones ideológicas y políticas). También era una persona culta, formada en literatura, en historia y en arte, que había cursado estudios y que tenía conocimientos más allá de los puramente técnicos. En cuanto a estos, fue un adelantado del uso de determinadas cámaras y lentes, lo que da a su obra ese aire de modernidad que todavía nos sorprende. 


(La decisión de Sophie, Alan J. Pakula)


(Días del cielo, Terrence Malik)

Trabajó con muchos directores y de todos ellos nos da noticia en este libro, en el que también anota sus impresiones de los rodajes, de los actores y actrices y una espléndida información de la parte técnica. Aunque manifiesta diferencias de opinión con algunas de estas personas, jamás se le oye una crítica destructiva hacia nadie y tiene siempre una enorme comprensión a las diferencias de opinión de todos. El libro arroja muchísima luz hacia los entresijos del cine y es un elemento fundamental a la hora de conocer esa etapa que abarca toda la mitad del siglo XX. El prólogo del libro es de François Truffaut, director con el que rodó hasta nueve películas y con el que tenía una gran compenetración en todos los sentidos. 

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