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¿Qué haríamos sin Jane (Austen)?

 


Por un momento he pensado qué sería de la literatura universal sin Jane Austen

Y, a continuación, cuántas horas de diversión, placer, felicidad, me habría perdido yo misma sin sus libros. Oh, es algo imaginario y nada agradable. La lectura primera de sus obras siempre genera asombro y dudas. A partir de ese momento puedes comenzar a disfrutar. Jane Austen está hecha para ser releída y sus relecturas siempre te deparan alguna sorpresa. Eso mismo deben pensar todos los directores y productores de series y películas que vuelven a ella una y otra vez. Las nuevas generaciones se van sumando al austenismo a través de muchos medios, entre ellos, los audiovisuales. Los debates sobre el sentido de sus libros, sus personajes, son permanentes. Es cierto que no se trató de un reconocimiento inmediato, nada de eso, pero, en estos momentos, Jane Austen estaría satisfecha, muy satisfecha, de la comprensión y la continua lectura de sus novelas y de sus cartas. 

Cada una de nosotras tiene un itinerario lector en torno a Jane Austen. Yo comencé leyendo Orgullo y prejuicio por pura casualidad, porque fue la primera de sus obras que cayó en mis manos. Era una edición que formaba parte de la colección de historias de amor de una editorial que vendía en los quioscos. Leída, releída y convertida en punto de partida de la indagación sobre Jane Austen, desde ahí surgió todo lo demás. El orden no lo recuerdo. Sí sé que la lectura de Emma fue el otro momento clave. Porque me parece la mejor de sus obras y la mejor novela inglesa de toda la literatura universal. Una obra maestra. 


El descubrimiento del sentido del humor, la ironía y la sátira tuvo mucho que ver con La abadía de Northanger. Algunos pasajes son literalmente desopilantes y muestran el punto de vista de la escritora, desprovisto de tragedia, incluso para describir acontecimientos nada agradables. Es ese punto de vista uno de los elementos que me acercan a ella y que la convierten en un referente máximo. La moralina, las enseñanzas, el didactismo, de las novelas de su época y posteriores, convierten la narrativa en un catecismo insoportable. Pero ella vadea ese río con gracia y elegancia. Por eso es una autora no solo universal sino imperecedera en los gustos de los lectores. 

La visión risueña de Orgullo y prejuicio, Emma o La abadía de Northanger, se tiñe de debate social en Sentido y sensibilidad. La diferente percepción sobre el amor y las relaciones que tienen las dos hermanas protagonistas, Elinor y Marianne Dashwood, son un auténtico tratado sobre educación sentimental, sobre la forma en la que las jóvenes abordaban en su tiempo el desengaño amoroso. Aunque no lo pretende, hay muchas ideas estimulantes en la novela, sobre todo referidas a emplear el tiempo en alguien que merezca la pena y no en un canalla, idea recurrente en la vida sentimental de las personas. En Mansfield Park hay un poso de tristeza que no se puede disimular y algunos personajes que no te gustaría encontrarte por la calle. Es la novela que menos he releído, porque Fanny Price me dan ganas de chillarle al oído y sé que no puede contestarme. Sin embargo, Persuasión, genera un sentimiento de nostalgia, de melancolía, sabiamente dispuesto en un relato en el que hay madurez y, por ello mismo, también desengaño. Se nota que esta novela la escribió estando enferma, porque hay un anticipo de duelo en la misma. 


Los personajes de Jane Austen son tan familiares que no podemos dejar de relacionarlos con aquellos que encontramos en la vida cotidiana. En realidad, son tan domésticos como sus tramas y, por eso mismo, nunca pasan de moda. Nada de fantasías, castillos encantados, damas asediadas, caballeros andantes, intrigas de alto voltaje. No. Sencilla y natural vida de cada día. En este sentido, lo mejor que puede ofrecernos son esos diálogos tan perfectos y que van al grano, sin pesadas disquisiciones y sin advertencias morales. Un escaparate donde se muestra lo que ocurre sin entrar a opinar o, disimulando esa opinión en la de algún personaje. Por mucho que busque no hay en toda la literatura universal una galería tan impresionante de caracteres, formas de pensar y ser, defectos y virtudes. Lo mismo que sucede con Shakespeare, esos personajes ya son arquetipos: los clérigos, las madres, los padres, las hermanas, las amigas envidiosas y las leales, las señoritas de escasos medios, las pocas aristócratas, los aspirantes a ser caballeros, los hombres atractivos y con carácter, las chicas soñadoras, las sufrientes y las apasionadas, las muchachas que salen a andar porque eso les consuela, las que buscan en los demás lo que ellas no tienen, un poco de todo, un mucho de demasiado...Incluso los críticos reconocen esto: Sir Walter Scott: "el característico tacto con que presenta los personajes". 


Ella, sin embargo, parecía sentirse más lectora que escritora. Y nunca le parecía suficiente lo que había leído, antes al contrario, tenía siempre deseos de leer más y más. Eso no significa que no fuera consciente de lo que hacía. Sabía que eso que ella escribía era literatura y por eso la revisaba una y otra vez, nada de lanzarla al aire sin más. Sabía, además, que lo que podía y deseaba escribir era precisamente eso porque significaba su propia actitud ante la vida: humor, ironía, inteligencia, elegancia. Es cierto que fue anónima en su tiempo y es cierto que esto suponía el atractivo de lo oculto. Ser mujer y ser escritora en la Inglaterra de finales del siglo XVIII y principios del XIX era un reto, mucho más complejo de lo que podría atribuirse a una mujer que vivía en el campo, sin demasiada atadura a las convenciones sociales. Pero ella tampoco parecía darle mucha importancia a ese esfuerzo y no lo revestía de heroísmo como hicieron después sus antagonistas las Brontë, demasiado trascendentes, demasiado trágicas, demasiado satisfechas de sí mismas. Mucho mejor la aparente ligereza frívola de Austen, dónde va a parar. 

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