Irène y los fuegos de otoño
El caso de Irène Némirovsky no es único, pero sí extraño. Su vida tiene tantos elementos de interés como sus libros. O, para decirlo de otro modo, la suma de talento y experiencia vital dio lugar a una obra que tiene un hilo común en su estilo y una fuente temática en su biografía y en el telón de fondo de su vida. Es un caso que puede estremecerte y que, si te familiarizas con ella a través de sus libros, se convierte en una razón más para aborrecer las guerras y sus consecuencias. Aunque la batalla que ella libró fue común a millones de personas, solo casos privilegiados como este nos ponen en contacto con una realidad que los libros de historia no detallan, porque es inabarcable.
Podíamos decir que los totalitarismos arruinaron su existencia. Primero los bolcheviques, de los que su familia huyó en 1919, y luego los nazis, que la deportaron a un campo de concentración y la asesinaron allí. Entre medias, una vida. Desde Kiev, donde nació en 1903, hasta Francia, donde estudió en la Sorbona, se casó, tuvo dos hijas y desarrolló una gran carrera literaria. Los que conocen a Némirovsky a partir de la resurrección de "Suite francesa" pueden pensar que su obra era prácticamente póstuma y de ahí las alusiones malintencionadas a la "maleta" que ella legó a sus hijas. Pero nada más falso. Para vergüenza de Francia, su carrera estaba asentada porque llevaba publicando en francés, el idioma que aprendió de niña, desde 1926. Algunas de sus obras se publicaron primero en revistas y luego pasaron al formato libro. "El malentendido", de 1926, "Un niño prodigio", de 1927 y "L'Ennemie" de 1928, vieron la luz en la revista Les Oeuvres Libres. Después de esto publicó su primera obra de éxito, "David Golder", en 1929, y, al año siguiente, "El baile", una preciosa historia basada en su propia adolescencia. A continuación, "Les mouches d'automne" de 1931, aún sin publicar en español. Luego, "El caso Kurilov" que apareció primero en revistas y luego como libro en 1933.
Otros libros suyos publicados en vida, "El peón en el tablero", 1934; "El vino de la soledad", 1935; "Jezabel", 1936; "La presa", 1938; "El maestro de almas", 1939; "Los perros y los lobos", 1940; "Los bienes de este mundo", 1941. Además de numerosos relatos, desde 1934, ninguno traducido.
En realidad, contra lo que se cree, solamente dejó cuatro obras póstumas: "Los fuegos de otoño", "El ardor de la sangre", "La vida de Chèjov" y la famosísima "Suite Francesa", que se publicó primero en 2004 en una versión más antigua que se está revisando para su próxima aparición. Eso es lo que contenía únicamente, la maleta que las hijas de Némirovsky, al crecer, abrieron.
Siendo una reputada escritora que llevaba viviendo en Francia desde los 16 años, era de esperar que pudiera ser amparada por el gobierno francés, teniendo en cuenta, además, que se había convertido al catolicismo, ella y toda su familia, seguramente por el miedo a la persecución a los judíos. Pero nada de esto sirvió. Ni su arte, ni su literatura toda en francés, ni vivir en Francia, ni ser católica, ni tener dos hijas nacidas en ese país. Nada sirvió. El régimen colaboracionista de Vichy la dejó en manos de los nazis, la deportó y acabó sus días, debido a una epidemia de tifus como las que solían asolar los campos de concentración, en Auschwitz. Tenía 39 años.
Otros libros suyos publicados en vida, "El peón en el tablero", 1934; "El vino de la soledad", 1935; "Jezabel", 1936; "La presa", 1938; "El maestro de almas", 1939; "Los perros y los lobos", 1940; "Los bienes de este mundo", 1941. Además de numerosos relatos, desde 1934, ninguno traducido.
En realidad, contra lo que se cree, solamente dejó cuatro obras póstumas: "Los fuegos de otoño", "El ardor de la sangre", "La vida de Chèjov" y la famosísima "Suite Francesa", que se publicó primero en 2004 en una versión más antigua que se está revisando para su próxima aparición. Eso es lo que contenía únicamente, la maleta que las hijas de Némirovsky, al crecer, abrieron.
Siendo una reputada escritora que llevaba viviendo en Francia desde los 16 años, era de esperar que pudiera ser amparada por el gobierno francés, teniendo en cuenta, además, que se había convertido al catolicismo, ella y toda su familia, seguramente por el miedo a la persecución a los judíos. Pero nada de esto sirvió. Ni su arte, ni su literatura toda en francés, ni vivir en Francia, ni ser católica, ni tener dos hijas nacidas en ese país. Nada sirvió. El régimen colaboracionista de Vichy la dejó en manos de los nazis, la deportó y acabó sus días, debido a una epidemia de tifus como las que solían asolar los campos de concentración, en Auschwitz. Tenía 39 años.
Comentarios