Ir al contenido principal

La reinvención de un clásico


(Kate Winslet es Marianne Dashwood. Su brillante actuación cuando hacía el casting para ser Lucy Steele y la forma en que daba en la prueba de cámara decidió su papel)

En este año de 2020 se cumple el veinticinco aniversario de dos adaptaciones de novelas de Jane Austen que pueden ser consideradas las mejores de todas las realizadas hasta ahora. Me refiero al "Orgullo y Prejuicio" de la BBC, con Colin Firth en el señor Darcy y Jennifer Ehle como Elizabeth Bennet, y a la versión cinematográfica de "Sentido y Sensibilidad" que dirigió Ang Lee, con guión de Emma Thompson. 


(Alan Rickman es el coronel Brandon, un hombre maduro enamorado perdidamente de una jovencita de diecinueve años, a la que logra salvar de la crisis que le provoca el desamor)

En la génesis de la película de Ang Lee está la productora Lindsay Doran, presidenta de la Mirage Enterprises, una empresa mediana que fundó Sidney Pollack. Doran es una confesa admiradora de Jane Austen y, en concreto, de "Sentido y Sensibilidad", su novela favorita. De modo que durante mucho tiempo ella acarició la idea de llevarla al cine pero no fue hasta que coincidió con Emma Thompson en el rodaje de "Volver a morir", en 1991, que este deseo empezó a concretarse. Ambas tenían la firma convicción de que era posible trasladar a la pantalla el "espíritu Austen" sin que resultara un film de época. Entendieron sin duda que a Jane Austen le ocurre lo mismo que a William Shakespeare: ambos resultan intemporales siendo tan de su tiempo y de su sociedad, porque los problemas, emociones, sentimientos e ideas que tratan siguen estando vigentes en la humanidad. El objetivo de la producción de la Mirage era lograr una perspectiva moderna, pero fiel al mensaje, a la esencia de la novela. Algo no demasiado fácil y que requiere conocer muy bien la novela. 


(Hugh Grant era una estrella ya en 1995 pero su papel, elegante, tímido y con glamour, añade vistosidad al personaje, mucho más difuminado en la novela) 

La escritura del guión de la película le ocupó a Thompson hasta cinco años. No tenía experiencia como guionista aunque sí un importante conocimiento de la obra de Austen en calidad de lectora. Doran lo vio así y así lo refleja en su libro "Sense and Sensibility: The Screenplay and Diaries", que recoge el proceso de elaboración conjunta de la base literaria del film.

La última fase de esa escritura del guión coincidió con una convulsión de su vida familiar, esto es, con el estallido de problemas conyugales. Lo que parecía un matrimonio perfecto con el también actor (y director) inglés Kenneth Branagh (Ken and Em, solían ser llamados por su afinidad y su complicidad) se volvió un caso de flagrante infidelidad cuando el actor se lió con Helena Bonham-Carter durante el rodaje de una película en 1994. Cuando explicó de qué forma abordó el guión de la película, entre llantos y problemas informáticos (perdió los archivos y tuvo que pedir la ayuda del actor Stephen Dry, un aficionado a la tecnología que logró salvarlos) dejó claro que quería hacer una evocación de la maravillosa ironía austeniana. No hacía falta que las palabras fueran exactas sino que tuvieran ese aire de elegancia y agudeza. Una reinvención de un clásico en toda regla. 


(Las hermanas Dashwood, que son tres, se quedan huérfanas de padre y, con ello, en la calle de un día para otro. Una situación común a muchas mujeres en esa época)

Emma Thompson ha relatado en alguna ocasión, años después, cómo fueron aquellos días de dolor por la pérdida del que creía que era su compañero de vida y, sobre todo por el engaño al que este la sometió, ocultándole la relación con Bonham-Carter, que Thompson descubrió de modo casual. Por lo que cuenta, gastó todos los pañuelos del mundo mientras ultimaba en guión, prácticamente encerrada en casa y llorando a pierna suelta. La sensibilidad estaba asegurada, desde luego. Aunque un acontecimiento inesperado y maravilloso ocurriría durante el rodaje: la actriz se encontró con el que es su marido desde entonces, Greg Wise, a modo de flechazo imperecedero, con lo que el rodaje fue un acontecimiento festivo y no el drama que parecía avecinarse. Se cuenta que al conocerse la separación en el matrimonio la actriz y guionista estaba en casa de Wise, una especie de caballero andante que actuó en la vida real con bastante más consideración y honradez que en la película. 


(Greg Wise pudo haber sido Darcy. Su físico lo acercaba al papel. En esta película es un malo con sentimientos, que enamora a Marianne y renuncia a ella por dinero. Fue, también, el hombre que enamoró a la verdadera Emma)

Hay algo en lo que la productora y la guionista estaban de acuerdo: los hombres de la historia tenían que salir de ese segundo plano paco en el que sitúa casi siempre Jane Austen a los personajes masculinos. Sus libros son historias de mujeres y los hombres no pasan de ser elementos secundarios, incluso cuando hablamos de grandes protagonistas. La forma de hacer ese cambio visual y argumental añadía elementos a la historia original pero desde el punto de vista cinematográfico fue un verdadero hallazgo. Tanto Edward Ferrars como el coronel Brandon se vieron favorecidos. Ambos se presentan como hombres emocionalmente sensibles, de trato amable (la amabilidad es una de las grandes virtudes austenianas) y capaces de tener una inclinación igualitaria hacia las mujeres y un cariño especial por los niños. Algunas escenas subrayan esa intención.Y, desde luego, el elenco de actores favorece esta intención de mejora y diferencia notablemente esta versión de otras, en las que los hombres están desacertados y confusos.


(Los hombres son galantes, caballerosos y sentimentales. Regalan flores silvestres, como en esta escena en la que las dos hermanas contemplan la felicidad de Marianne, agasajada por un recién conocido Willoughby)

Brandon y Ferrars son sensibles, educados, caballerosos y tímidos. Pero, además, el gran villano de la historia, Willoughby , ve suavizado su perfil porque su falta de dinero y su necesidad de hacer un buen matrimonio (algo que también constituía una obligación para los hombres pobres) parecen exculparlo de su desaire a la joven Dashwood. No se leen versos de Shakespeare en vano, parece decirnos la historia. La imagen de Ferrars jugando con la niña Margaret, la hija pequeña, o su atención de enviarle al atlas a la nueva casa, son detalles que configuran un carácter enternecedor. Y lo mismo puede decirse de la preocupación del coronel Brandon por la salud de Marianne, su deslumbramiento cuando la conoce cantando y tocando el piano o la forma en la que él le lee libros en su convalecencia. No se trata de que cambien sus caracteres, porque Ferrars sigue siendo un tipo apocado y Brandon un hombre atormentado, sino de destacar algunas facetas que pueden complementar adecuadamente las sombras del texto original.


(Los libros de Jane Austen acaban con bodas. Una o más de una. En la película, dos bodas cierran el círculo del amor. Y el coronel Brandon sonríe abiertamente por primera vez en toda la historia)

La principal virtud de la película es que traslada a la pantalla el "espíritu Austen" que es algo mucho más allá de lo que puede suponer una buena ambientación, un vestuario adecuado o unos diálogos fieles al texto original. Es el tono de la película, el aire, el que recoge la mezcla de ironía y dramatismo, la conjunción de humor y desgracias, el "encanto" de Austen, su estilo. Algo que no ha resultado fácil. En las adaptaciones para el cine o la televisión es fácil caer en el estereotipo, en la lectura superficial o en el error de confundir estética con ética. Incluso en usar una estética victoriana cuando Jane Austen vivió en la época georgiana y no conoció nunca a la reina Victoria y su nueva sensibilidad. O ser considerada una romántica cuando ni siquiera se aproxima a este movimiento. 


(Las Dashwood al completo. La madre, que acaba de enviudar, y las tres hijas: Elinor, la mayor y más sensata; Marianne, la mediana y romántica; Margaret, la pequeña, intuitiva e inteligente)

"Sentido y Sensibilidad" de Ang Lee, sorteó también otro peligro, el de adjudicar al texto intenciones contemporáneas, siendo así que fue escrito a finales del dieciocho por una muchacha veinteañera. Esas intenciones contemporáneas, plagadas de reivindicaciones políticamente correctas, convertirían  la obra en un verdadero panfleto. El equilibrio entre la sociedad de la época y su funcionamiento y la visión moderna de un conflicto, que nos puede resultar incomprensible, debe estar bien resuelto. Y aquí lo está. Sin darnos cuenta, nos hace entender la dificultad que las mujeres solteras pobres tenían para subsistir y cómo la dependencia de un buen matrimonio, o de un pariente varón adinerado, condicionaba sus vidas en todos los aspectos. Pero también nos cuenta que los hombres padecían un problema similar. De ahí la actitud de Edward Ferrars, dependiente de su madre, y la del propio Willoughby, que nunca podría haberse casado con alguien de escasa renta



(Las bodas de Edward y Elinor y de Marianne y el coronel Brandon cierran la trama. En el primer caso, el interés de Lucy Steel por el dinero favorecerá su unión. En el segundo, Marianne pone los pies sobre la tierra y se aleja del romanticismo del inicio)

Se trata de mostrar sin juzgar, algo que ya hace la propia Austen en sus novelas, dejando al espectador, o al lector, que saque sus propias conclusiones, sin que la obra tenga ese insoportable carácter moralista de algunas otras. Se trata de mantener las normas sociales sin dejar de poner de manifiesto todo aquello que resultaba negativo para la vida cotidiana de sus protagonistas. La película incide en un aspecto que es esencial en la vida y la obra de Jane Austen, algo que ella vivió por experiencia: las relaciones entre hermanas. Pocas veces se encuentra una mejor descripción del amor fraternal desde la diferencia de caracteres. Elinor y Marianne no piensan igual y su visión del mundo, del amor y de la vida es muy distinta, o, al menos, tiene matices diferenciados. Pero eso no obsta para que sientan un cariño mutuo inmenso, de modo que todo lo que le ocurre a la una le importa sobremanera a la otra. 



(La prueba de que los hombres pobres también tenían graves problemas para casarse por amor es que Edward Ferrars no puede contraer matrimonio hasta que el  coronel Brandon no le concede el beneficio eclesiástico que hace posible que se enfrente a su madre)

Desde el punto de vista técnico la película utiliza algunos elementos que enfatizan el argumento de una forma excepcional. Por ejemplo, la música, de Patrick Doyle, que contribuye a crear estados de ánimo durante toda la ficción. Por ejemplo, el paisaje inglés, fotografiado por Michael Coulter. Por ejemplo, los personajes secundarios (Emilie François,  Imogen Stubbs,  Gemma Jones,  Robert Hardy,  Elizabeth Spriggs, Imelda Staunton,  Hugh Laurie,  Harriet Walter,  James Fleet,  Tom Wilkinson)... Al final, la productora decidió que fuera Emma Thompson la que hiciera de Elinor, aunque tenía algunos años más. Pero su interpretación es, sencillamente, deliciosa. También la elección del director fue un ejercicio de funambulismo y en la película "El banquete de la boda" de 1993 está la principal razón de esta elección, auspiciada por la propia Thompson. Resulta muy interesante conocer las opiniones de Ang Lee sobre todo esto, sobre la forma en que se enfrentó a una novela clásica de la literatura inglesa siendo que ni siquiera conocía bien el idioma. Sin embargo, halló una explicación en su dominio de esa mezcla de sátira social y drama familiar que ya había plasmado en su obra.

Toda la película es un ejercicio fílmico de primera magnitud, una especie de épica doméstica, sin énfasis ni empaque, sin el aire academicismo de la BBC, o las películas históricas, algo mucho más fresco, cercano y moderno. Una película que demostró que Jane Austen es mucho más que pañitos de croché o conversaciones domésticas.

Entradas populares de este blog

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c

Un aire del pasado

  (Foto: Manuel Amaya. San Fernando. Cádiz) Éramos un ejército sin pretensiones de batalla. Ese verano, el último de un tiempo que nos había hechizado, tuvimos que explorar todas las tempestades, cruzar todas las puertas, airear las ventanas. Mirábamos al futuro y cada uno guardaba dentro de sí el nombre de su esperanza. Teníamos la ambición de vivir, que no era poco. Y algunos, pensábamos cruzar la frontera del mar, dejar atrás los esteros y las noches en la Plaza del Rey, pasear por otros entornos y levantarnos sin dar explicaciones. Fuimos un grupo durante aquellos meses y convertimos en fotografía nuestros paisajes. Los vestidos, el pelo largo y liso, la blusa, con adornos amarillos, el azul, todo azul, de aquel nuestro horizonte. Teníamos la esperanza y no pensamos nunca que fuera a perderse en cualquier recodo de aquel porvenir. Esa es la sonrisa del adiós y la mirada de quien sabe que ya nunca nada se escribirá con las mismas palabras.  Aquel verano fue el último antes de separa

Rocío

  Tiene la belleza veneciana de las mujeres de Eugene de Blaas y el aire cosmopolita de una chica de barrio. Cuando recorríamos las aulas de la universidad había siempre una chispa a punto de saltar que nos obligaba a reír y, a veces, también a llorar. Penas y alegrías suelen darse la mano en la juventud y las dos conocíamos su eco, su sabor, su sonido. Visitábamos las galerías de arte cuando había inauguración y canapés y conocíamos a los pintores por su estilo, como expertas en libros del laboratorio y como visitantes asiduas de una Roma desconocida. En esos años, todos los días parecían primavera y ella jugaba con el viento como una odalisca, como si no hubiera nada más que los juegos del amor que a las dos nos estaban cercando. La historia tenía significados que nadie más que nosotras conocía y también la poesía y la música. El flamenco era su santo y seña y fue el punto culminante de nuestro encuentro. Ella lo traía de familia y yo de vocación. Y ese aire no nos abandona desde ent

“Anna Karénina“ de Lev N. Tolstói

Leí esta novela hace muchos años y no he vuelto a releerla completa. Solo fragmentos de vez en cuando, pasajes que me despiertan interés. Sin embargo, no he olvidado sus personajes, su trama, sus momentos cumbre, su trasfondo, su contexto, su sentido. Su espíritu. Es una obra que deja poso. Es una novela que no pasa nunca desapercibida y tiene como protagonista a una mujer poderosa y, a la vez, tan débil y desgraciada que te despierta sentimientos encontrados. Como le sucede a las otras dos grandes novelas del novecientos, Ana Ozores de La Regenta y Emma Bovary de Madame Bovary, no se trata de personas a las que haya que imitar ni admirar, porque más que otra cosa tienen grandes defectos, porque sus conductas no son nada ejemplares y porque parecen haber sido trazadas por sus mejores enemigos. Eso puede llamarse realismo. Con cierta dosis de exageración a pesar de que no se incida en este punto cuando se habla de ellos. Los hombres que las escribieron, Tolstói, Clarín y Flaubert, no da

La construcción del relato en la ruptura amorosa

Aunque  pasar por un proceso de ruptura amorosa es algo que ocurre a la inmensa mayoría de las personas a lo largo de su vida no hay un manual de actuación y lo que suele hacerse es más por intuición, por necesidad o por simple desesperación. De la forma en que se encare una ruptura dependerá en gran medida la manera en que la persona afectada continúe afrontando el reto de la existencia. Y en muchas ocasiones un mal afrontamiento determinará secuelas que pueden perdurar más allá de lo necesario y de lo deseable.  Esto es particularmente cierto en el caso de los jóvenes pero no son ellos los únicos que ante una situación parecida se encuentran perdidos, con ese aire de expectación desconcentrada, como si en un combate de boxeo a uno de los púgiles le hubieran dado un golpe certero que a punto ha estado de mandarlo al K.O. Incluso cuando las relaciones vienen presididas por la confrontación, cuando se adivina desde tiempo atrás que algo no encaja, la sorpresa del que se ve aban

Novedades para un abril de libros