Los diez de Hollywood


Es muy frecuente la confusión entre la House Un-American Activities Committee (Comité de Actividades Antiamericanas) y la Subcomisión del Senado para Asuntos Internacionales o de Seguridad Nacional. Sin embargo hay diferencias sustanciales entre ambas. La primera emanaba de la Cámara de Representantes y existió desde 1934 hasta 1975. Su punto de mira estuvo tanto en los nazis, como en el Ku-Kux-Klan o el comunismo. Fue este Comité el que interrogó en 1947 a los productores, actores, guionistas y directores de Hollywood en relación con su pertenencia al Partido Comunista.

El senador McCarthy estaba entonces en otra cosa, aunque muy en esa línea de buscar enemigos de América. Como presidente de la Subcomisión del Senado dio a conocer en 1950 una lista de 205 supuestos espías que estaban, nada menos, que en el Departamento de Estado. Su objetivo era, pues, demostrar que el propio Gobierno y las instituciones americanas estaban plagadas de agentes que hacían un doble juego, suministrando informaciones relevantes a la URSS. Eran, para decirlo en palabras sencillas, traidores.

La popularidad de McCarthy fue tal que ocultó y empañó la verdad histórica al respecto de esta situación que no era nada nuevo en los Estados Unidos sino que se remontaba a la finalización de la primera guerra mundial. Se trataba de mostrar el patriotismo y de evitar que a uno se le pudiera tachar de colaboracionista o de dudoso. Resulta interesante ver que el fin de las atribuciones de McCarthy coincidió con la ilegalización del Partido Comunista. Y también cómo sus actuaciones han generado una enorme cantidad de libros, películas y series, en las que se mezcla todo. En realidad, el mcarthysmo fue seguido por lo que se llamó en 1956 el Red Scare, una prevención absoluta que todo buen americano debería compartir. Y, por extensión, desde entonces se llama Caza de Brujas a todas aquellas persecuciones de carácter político en las que se violan derechos civiles. 

Los Diez de Hollywood, cuya foto encabeza esta entrada, declararon ante el Comité en 1947, el mismo año en que MacCarthy había sido elegido senador por Wisconsin por el Partido Republicano (antes había pertenecido al Demócrata y ejercido de juez). Es decir que el senador no tuvo nada que ver con esos interrogatorios ni con la declaración del Waldorf Astoria en la que los productores más poderosos de la industria del cine avisaron (tras la advertencia del Comité) que no contratarían a personas que pertenecieran al Partido Comunista. La cuestión es que el Partido no era ilegal y que la primera enmienda de la Constitución Americana consagra el derecho de reunión, la libertad de prensa, la libertad religiosa y la libertad de ideología. Eso era, precisamente, el problema. Que la propia declaración ante el Comité vulneraba la primera enmienda, al inquirir sobre aspectos que se consideran sagrados y propios de la intimidad de cada persona. 

El cine, no podía ser de otra forma, ha hecho buenas películas sobre la época y sobre su propio papel en el embrollo. Circulan fotografías muy famosas en las que actores y actrices protestan contra el atropello a sus libertades. Las manifestaciones estaban plagadas de rostros conocidos y que atraían a la opinión pública. Eran escaparates importantes pero esto fue un arma de doble filo, pues mucha gente del pueblo consideró que defendían privilegios y que podían hacer cosas que a ellos les estaban vedadas, por ejemplo, protestar en público. Como en todas las situaciones límite en las que los seres humanos tienen que mostrar sus grandezas o sus miserias, hubo actitudes ejemplares, entre las que destaca la del actor John Garfield, que jamás delató a sus conocidos y que fue expulsado del cine a partir de ese momento, sin que tuviera retorno.  O como la de Charles Chaplin, que se fue de Estados Unidos hacia Europa, en un exilio de ida y vuelta. O la de Kirk Douglas, Otto Preminger o Stanley Kubrick, que contribuyeron a que los guionistas acusados pudieran volver a los títulos de crédito. Muchos de los interrogados tenían una característica propia del cine y de las artes en general en esa época: procedían de Europa, eran exiliados o hijos de exiliados, judíos o católicos que habían huido ya de una persecución previa. Muchos se habían cambiado los nombres para hacerlos más americanos y quitarles las connotaciones germanas, por ejemplo. Esto no debería extrañarnos, también lo hizo la casa real inglesa cuando dejó al lado el Coburgo-Sajonia-Gotha y se adhirió al Windsor. Todos ellos estaban de acuerdo, sin embargo, en que amaban a América. 

En "Buenas noches y buena suerte", se nos muestra el tema de McCarthy centrado en dos aspectos: la actuación contra los militares acusados y la mordaza a la prensa. En "Punto de mira" otra de las películas sobre el tema, es uno de los diez de Hollywood, el guionista y director Herbert Biberman, el que ejemplifica la situación que se crea cuando pierden el trabajo a consecuencia de las investigaciones, además de pasar unos meses en la cárcel. En "Trumbo", la acción se centra en el novelista, guionista y director Dalton Trumbo, uno de los cabecillas más destacados del grupo de los diez, que había pertenecido al Partido Comunista y que tiene que sobrevivir con un anonimato propio de épocas peores. Siguió escribiendo guiones que no podía reconocer como suyos. Esto es la muerte civil. En "The Front" , dirigida por Martin Ritt, uno de los afectados, Woody Allen se mete en la boca del lobo para que un guionista represaliado pueda seguir escribiendo sus guiones. Una especie de impostura parecida a la que narra Chaplin en El gran dictador.

A partir de 1952 ocurrieron varias cosas: una, que Eisenhower llegó a la presidencia y vio una situación que no podía sostenerse; otra que Arthur Miller escribió y estrenó "Las brujas de Salem" (1953), en una muestra clara del rechazo de la intelectualidad y la tercera un hartazgo de la gente en relación con las continuas delaciones, acusaciones y encarcelamientos que afectaban a gente muy relevante. La psicosis no podía dejar que el país funcionara adecuadamente. El periodista  Edward R. Murrow, en quien está inspirada "Buenas noches y buena suerte" puso en antena, en 1954, un programa especial sobre los abusos de McCarthy. La libertad de expresión prevaleció aquí sobre el miedo al estigma. Pero parece que lo que más hizo por acabar con la carrera de McCarthy fue su ataque al ejército, que llegó a un punto insoportable y que dio lugar a su defenestración.

En un mundo tan dado a la mitificación, los nombres de los Diez de Hollywood se conservan para la posteridad: Alvah Bessie, guionista; Herbert Biberman, guionista y director; Lester Cole, guionista; Edward Dmytryk, director; Rond Lardner Jr, guionista; John Howard Lawson, guionista; Albert Maltz, guionista; Samuel Ortiz, guionista; Adrian Scott, productor y guionista; Dalton Trumbo, novelista, guionista y director.

Joseph McCarthy era un hombre de familia campesina, cuya madre era alemana y que seguramente manifestaba todas las características del fanático intolerante. Su historial bélico que exhibía con orgullo, es ciertamente dudoso, y su cruzada generó más dudas que otra cosa. Sin embargo, politólogos posteriores han puesto en entredicho que el mccarthysmo fuera tan nefasto como se dice. Es el caso del eminente John Burnham. No obstante la opinión general es que el episodio sirvió para defender los derechos civiles más allá de las cuestiones políticas o de las implicaciones de las ideologías en las vidas de las personas. 

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