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Caracol y el Concurso de Granada




El Concurso de Cante Jondo de Granada, celebrado en el mes de Junio de 1922, es, para todos los aficionados al flamenco, simplemente “el Concurso”. Todos sabemos a que nos referimos cuando usamos esa expresión. Por muchas opiniones que surjan, por mucho que se entablen debates, lo innegable es que supone un hito en el flamenco, al modo en que estos hitos van configurando el arte y la historia. 

Fue un acontecimiento muy importante por diversos motivos y para Caracol significó algo definitivo: entrar por la puerta grande en el mundo profesional del flamenco. Después de obtener un premio en este Concurso, ya pudo actuar como profesional en toda regla, sin necesidad de empezar poco a poco, como otros muchos artistas, que iban en las compañías formando parte del atrás, como secundario del cante o como uno más. Se saltó el meritoriaje y se encaramó a una cima en la que se mantuvo durante cincuenta años, en todas y cada una de las formas en las que el flamenco se presenta a los públicos. 

Caracol iba de figura, era un primer espada y ello le debe mucho a Granada. Cuando decimos Granada también queremos decir “Concurso de Cante Jondo de Granada”. Para entender el significado del concurso hay que tener en cuenta el ambiente cultural que entonces se vivía en España. Hablamos de los años veinte y hablamos de un período conocido como Edad de Plata en el que coincidieron en el tiempo y en la actividad artística una gran cantidad de escritores, pintores, músicos, además de intelectuales, que elevaron el nivel de la cultura española de una forma decidida. Es un período de efervescencia cultural, en el que se llevaron a cabo proyectos literarios o artísticos de gran envergadura. En ese mundo el Concurso de Granada significó que también el flamenco participó de ese ambiente cargado de resultados artísticos y de obras que pasarán a la historia. Y todo ello existiendo una importante corriente antiflamenquista que venía de años atrás. 

Veamos un poco de la historia del Concurso y cómo en ella aparece Caracol.

Falla, principal promotor del Concurso, estaba muy preocupado por la posible destrucción del cante jondo. Pensaba que iba a desaparecer. Esta preocupación por la pérdida de los valores tradicionales no era una cosa que Falla se había inventado. Más bien, era una corriente de pensamiento que existía desde el siglo XIX. Los pensadores de esta época, los escritores, los artistas, pensaban que la máquina, la sociedad moderna, la industrialización, terminarían con la vida anterior, con los modos de vida que ellos conocían. El miedo a que el futuro estuviera lleno de cambios incontrolables fue algo común de estos tiempos desde que se inventó la máquina de vapor hasta bien entrado el siglo XX.

“Pero no desesperemos; aun estamos a tiempo de corregir estos males, restituyendo a la canción andaluza toda su primitiva belleza; y este es el fin que se proponen los organizadores del concurso de cante jondo, entre los que tengo el honor de encontrarme.”

Corría el año 1921 y en Granada se juntaron una serie de personajes, todos ellos curiosos y de gran interés. Eran poetas, pintores, intelectuales, políticos, músicos… Pocas veces, en la cultura española, se pueden encontrar un número tan grande de personalidades y que coincidan todas en un mismo objetivo. El objetivo aquí era dignificar el flamenco. Y ¿a qué venía ese deseo de dignificación? Pues a que ellos consideraban que el flamenco “puro”, auténtico, de raíz, se había perdido. Se había perdido porque había muchos profesionales y porque los lugares donde se cantaba eran, sobre todo, en los cafés cantantes.

¿Quiénes eran estas personas?

Digamos que Manuel de Falla era su principal representante, el que tenía mayor prestigio de todos. Luego estaban algunos pintores, como Ignacio Zuloaga y Manuel Ángeles Ortiz. Ignacio Zuloaga era un gran aficionado al flamenco y admiraba muchísimo a la Niña de los Peines, a la que conocía personalmente y con la que tuvo mucha relación, a pesar de la diferencia de edad. En cuanto a Manuel Ángeles Ortiz, estaba imbuido de todo este ambiente positivo de búsqueda de las raíces populares y contagiado por el entusiasmo de Federico García Lorca que era la persona que iba de uno a otro intentando que todos participaran en aquello y haciéndoles ver que era una gran contribución a la cultura de Andalucía.

Esos poetas, músicos y pintores, aunque con buenísima voluntad, andaban un poco despistados. Creían que el flamenco era algo popular, esto es, que el pueblo lo cantaba de generación en generación. Es más, que cualquiera podía cantarlo. Creían que los profesionales lo que hacían era estropear el flamenco. Creían que para cantar bien flamenco había que estar “esmayaíto”. Que todo el que había pisado un escenario estaba ya perdido para el flamenco.

Porque estas personas tan eminentes y tan sabias, no se daban cuenta de un pequeño detalle: que el flamenco no es folklore, sino que es arte. Que no es artesanía, sino arte. Y el arte, como todos sabemos, requiere de artistas, personas que se dediquen a cultivarlo, a desarrollarlo, a recrearlo, incluso a crearlo. Es curioso que estas personas, que se dedicaban al arte, no se dieran cuenta de esta cuestión. Pongamos por ejemplo el caso de Lorca. Federico García Lorca era uno de los poetas más entusiastas del Concurso. ¿Qué pasaría si alguien le hubiera dicho, no usted no es un poeta verdadero, el poeta verdadero no puede ser alguien como usted, que se dedica a esto como profesión, que escribe y vende libros y da conferencias y las cobra? El verdadero poeta es aquel que está en su casa, que es analfabeto y que escribe los versos a escondidas y que no se los enseña a nadie. Eso es un poeta de verdad y los demás, Machado, Juan Ramón, Bécquer, todos esos son gente que estropea la poesía.

 También está el caso de Manuel de Falla, del que ya hemos hablado. Sorprende pensar cómo Manuel de Falla, siendo músico, cayó en el mismo error que los demás. Y hasta lo puso por escrito. Supongamos que alguien le dijera a Falla: no, usted no es músico en realidad, porque usted escribe música y vive de la música, ha estudiado música, dirige obras musicales, le contratan para ello, etc. El verdadero músico es el que está escondido en una cueva y tiene una guitarrita hecha de cartón o un piano de madera y toca y toca sin que nadie lo oiga, o nada más que sus amigos o su familia y, por supuesto, nunca ha estudiado nada de música, ni tiene ningún conocimiento salvo lo que a él se le vaya ocurriendo.

Esto nos parece ridículo, algo impensable. Podíamos poner más ejemplos, con la pintura, porque había allí varios pintores o con el pensamiento o la filosofía, pero creo que ya es suficiente para darnos cuenta de que, con toda la buena intención, los organizadores de Granada andaban despistados.

Como, según ellos, el pueblo era el que sabía flamenco de verdad y no los profesionales, hicieron las bases del concurso y en ellas se decía que no podían participar los profesionales (salvo si tenían menos de 21 años, lo cual era casi imposible). Por mucho que buscaban y buscaban, no había forma de que se apuntara nadie al concurso. Los artistas estaban muy enfadados, y en Sevilla el enfado era triple porque la mayoría de los artistas tenía aquí su residencia, porque aquí solía haber más trabajo. Así que incluso pensaron (y la prensa lo publicó) que las bases de Granada iban contra Sevilla. Un disparate.

Al no encontrar personas del pueblo, no profesionales, que supieran cantar, pues pusieron una escuela de cante. Sí, eso es algo que se conoce poco, pero fue así. Pusieron una escuela de cante donde los que querían participar en el Concurso iban a aprender los cantes porque no los sabían. A lo mejor había alguno que sabía algo, pero claro, toda la gran cantidad de cantes que había que interpretar, según decían las mismas bases, pues eso no había aficionado que lo supiera. Así que la escuela se puso a funcionar.

 ¿De qué manera llegó Caracol al concurso? Pues de forma casual. El Presidente del Jurado era Don Antonio Chacón, al que se reconocía como la máxima autoridad flamenca. Chacón estuvo por Sevilla preguntando a ver si alguien conocía a algún aficionado que cantara pero no había forma, todo lo que había eran profesionales. Así recaló en la Alameda, en la casa de Manolo Caracol, con cuyo padre, Manuel Ortega Fernández, llamado Caracol (luego llamado inevitablemente Caracol Viejo) y El del Bulto, tenía gran amistad.

Cuentan las crónicas que Manolito Ortega oyó la conversación de su padre con Chacón y que se presentó en el Hotel sevillano en el que éste se alojaba. Allí se ofreció para participar en el Concurso, ante el asombro del viejo cantaor que no se lo creía. No se lo creía hasta que el niño le hizo un par de cantes sin guitarra que lo convencieron del todo. Aunque esto es algo que se cuenta pocas veces fue Chacón el primero que vio las posibilidades geniales que tenía el hijo de Caracol Viejo y el que auguró un futuro esplendoroso para este niño si se dedicaba al flamenco.

 Así que Caracol participó en el Concurso de Granada. Allí estaba también un anciano de Morón, Diego Bermúdez El Tenazas, que según decían había oído cantar a Silverio Franconetti y seguía sus cantes. También estaban otros intérpretes de la zona de Granada sobre todo.

El periódico de Madrid “La Voz” publicó el día 14 de junio de 1922 la siguiente crónica:

“A la hora anunciada se celebró anoche la primera sesión del concurso de cante jondo. Desde anteayer se habían vendido todas las localidades. En la plaza de los Aljibes de la Alhambra había 4000 espectadores. Las damas en gran parte iban ataviadas a la moda del año 40, otras en mantilla blanca, otras con mantones de Manila. Los hombres llevaban sombrero de ala ancha y capa. La plaza decorada por Ignacio Zuloaga. Los palcos con mantones y telas artísticas. La iluminación consistía en miles de candiles y faroles. La tribuna de la Prensa la ocupaban representaciones de periódicos españoles, ingleses y franceses, escritores y artistas españoles y extranjeros.

A las diez y media empezó el espectáculo, que se desarrolló con perfecto orden. Zuloaga, Falla y Rusiñol presenciaron la fiesta cerca del tablado de los cantaores. En primer término el presidente del Centro Artístico, Don Antonio Ortega Molina, en breves palabras hizo la presentación del original escritor D. Ramón Gómez de la Serna, el cual explicó por qué tomaba parte en la fiesta, y a continuación señaló lo que significa en la vida española los cantos populares andaluces…”

 Primer actuaron los concursantes, que habían llegado a la final tras un proceso de selección: Manuel Ortega, Juan Soler, Carmen Salinas, Conchita Moya, Conchita Sierra, Antonia Muñoz, La Goyita, Frasquito Yerbabuena, La Gazpacha y Diego El Tenazas.

El Tenazas cantó seguiriyas y soleares de Paquirri el Guanté. Después actuaron los profesionales: La Macarrona, Manuel Torre y Chacón. Éste interpretó seguiriyas, la caña y granaína.

En la segunda noche del concurso, al día siguiente, 14 de junio, volvieron a actuar otros concursantes seleccionados y también el Tenazas, que cantó la caña, acompañado, nada menos, que por Don Ramón Montoya y luego hizo la serrana, pero aquí se equivocó con la letra y se puso nervioso. Después cantó las cabales de Silverio y tampoco se lució. En estos dos cantes perdió el Tenazas la posibilidad de alzarse con el premio especial. Las malas lenguas afirman que lo emborracharon unos bromistas con los que había estado horas antes, con ocasión de las grabaciones gramofónicas que se hicieron de los concursantes.

El caso es que Manuel Ortega cantó muy bien por saetas y se llevó la mitad del premio, mil pesetas para él y mil para El Tenazas.  En la lista de los premiados el más conocido es Frasquito Yerbabuena que no quería actuar ante grandes públicos, aunque sí llevaba tiempo dedicado al flamenco. Se repartieron muchos premios y el premio especial quedó desierto. Cuando se dice, pues, que Manolo Caracol ganó el Concurso se debe decir que ganó uno de los dos primeros premios, dotado con mil pesetas para cada uno, pero no el premio especial. Ese no lo ganó nadie.

Durante los días del Concurso y anteriores, se celebraron en Granada numerosas fiestas para agasajar a los personajes importantes que allí acudían como espectadores o como colaboradores de la organización. La fiesta que más interés ha despertado entre los estudiosos la organizó el escritor José Carlos de Luna y en ella se lucieron Chacón y Montoya, además de Antonia Mercé La Argentina.

Este entusiasmo por el flamenco se prolongó tras el Concurso, pues hubo competiciones en muchas otras ciudades, Córdoba, Sevilla, Huelva, Cartagena, Cádiz… Ya sin la limitación que Granada había impuesto contra los profesionales, lo más importante del flamenco de la época actuó en ellos.

Además de estos Concursos, tras el premio obtenido en Granada, Tenazas y Caracol fueron contratados para actuar en diversos lugares, empezando por Sevilla, debutando en el Teatro Reina Victoria, que estaba en el Prado de San Sebastián y que desapareció. Siguiendo la costumbre de todos estos años y de años anteriores, en el programa hubo, además de flamenco, cantos regionales y comedias. En estas actuaciones el guitarrista acompañante no fue Montoya, que por motivos de trabajo tuvo que irse a Madrid, sino Javier Molina.

 La despedida del Tenazas y de Caracol de los públicos sevillanos tuvo lugar el 4 de julio con un añadido al programa, pues actuaron Chacón y Montoya, causando el delirio entre los asistentes según recoge la prensa de la época.

El 7 de julio se plantea la actuación en Cádiz, en un festival benéfico organizado por las Damas de la Cruz Roja, de Chacón, Montoya, Tenazas y Niño Caracol. De este acontecimiento deja constancia el Diario de Cádiz, primero, anunciando el evento, del que cuenta detalladamente el programa:

Primero: por los actores de la compañía que dirigen Pepita Meliá y Benito Cebrián, el graciosísimo juguete de Muñoz Seca en dos actos, titulado “Un drama de Calderón”.

 Segundo: los célebres artistas de cante jondo premiados en Granada, que son el veterano Bermúdez (Tenazas), el Niño Caracol y el emperador del cante Don Antonio Chacón. Les acompañará a la guitarra el célebre Montoya, y el repertorio lo constituyen las joyas del cante andaluz. Jaberas, polos, cañas, martinetes, soleares, seguiriyas, livianas, malagueñas…

 El Concurso de Granada abrió las puertas de la profesión a Manolo Caracol. De allí salió convertido en profesional y en esa profesión estuvo durante cincuenta años. A Caracol le sirvió indudablemente el hecho de que su padre conociera a Chacón, pues de esa forma pudo presentarse al Concurso de Granada. Pero ese conocimiento no le hubiera valido de nada sin las cualidades vocales que tenía y que todo el mundo apreció desde el primer momento.

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