"Hicimos un jardín" de Margery Fish


 Margery y Walter compartieron juntos la aventura de reconstruir una casa vieja en el campo y añadirle un jardín. Se querían. Cada cual tenía su propia idea de lo que debía ser un jardín. No faltaban disputas ni ironías ni comentarios acerados. Pero se querían. Al final, sus plantas favoritas se unieron entre sí, se juntaron y se convirtieron en símbolo de su propia unión. Porque hacer un jardín es algo más que preparar el terreno, seleccionar los esquejes, comprar los bulbos, elegir las plantas, roturar los caminitos, surtir de agua, limpiar, abonar, terminar con las plagas, cubrir, proteger, de la lluvia y el viento, plantar, colocar vástagos, construir un semillero, poner nombre a los senderos y recodos... hacer un jardín es un acto de amor. 

Estamos en la década de los años treinta del siglo pasado. Un tiempo difícil. Los ves representados en las películas y te imaginas una dorada tranquilidad con ramalazos verde, naturaleza y música, pero no fue así, porque sobre el mundo se cernía una oscuridad inquietante y quizá ellos, Margery y Walter, que se casaron en 1933, él en segundas nupcias porque era viudo, decidieron dejar Londres, donde trabajaban para irse al tranquilo, o en apariencia más tranquilo, Somerset, y allí buscaron una casa para hacerla suya. No era una casa nueva ni con estilo, sino una vieja casa que necesitaba reformas y que, cuando estuvo convertida en algo habitable a lo que poder llamar hogar, tuvo la suerte de que sus dueños pensaran que también hacía falta tener un jardín. Cómo los comprendo...

No fue fácil conseguir ese jardín porque eran tiempos duros, ya lo he dicho, porque la jardinería requiere mucha paciencia y porque en ese proceso ambos descubrieron que eran absolutamente distintos en su concepción de la naturaleza. Walter quería verdes tersos, limpios y duraderos. Mientras tanto, Margery ansiaba el color de las flores, su asombrosa visión rejuvenecedora de la vida. Dos modos de entender el espacio libro que estaban levantando entre los dos, haciendo tareas duras y no solamente diseñando o imaginando. Agacharse sobre el suelo terrizo con una pequeña azada, un pico, una espiocha, un cesto de bulbos o un bote de abono, no es cosa sencilla. Lo cuenta siempre Agatha Christie, una adoradora de jardines. 

En el libro no se andan con tonterías y nos cuentan con detalle cómo sucedió aquella revolución del placer que llevaron a cabo en un terreno difícil. Y así aparecerán tareas y plantas que puede que desconozcamos, aunque te hayas criado en el campo, incluso aunque hayas tenido un jardín. Las plantas son misteriosas y se comportan de diferente forma según con quién estén o donde vivan. Son un auténtico milagro. El libro y su relato también lo es. Y la manera en que Margery sigue adelante a pesar de la muerte de Walter es una de esas valientes respuestas a la vida que nos vemos obligados a dar algunas veces. Oh, mi jardín, cómo pude dejar que desapareciera después de él? me pregunto todavía en los amaneceres que traen sol a mis ventanas...

Hicimos un jardín
Margery Fish
Traducción de Blanca Gago
Editorial Gallo Nero
Primera edición mayo 2024





/Margery Fish y su cottage, su casa, su jardín/

Comentarios

Entradas populares