La casa de los sueños sosegados
Yo también buscaba una casa donde vivir y trabajar y crearme un mundo a mi ritmo, pero incluso en mi imaginación ese lugar aparecía difuso, indefinido, falso o irreal o falto de realismo.
Deborah Levy. Una casa propia
No se ha insistido lo bastante en el hecho de que Jane Austen nunca poseyó una casa, ni tampoco en la itinerancia de su vida. Fue una vida corta pero vivió en varias casas y pocos meses estaban exentos de viajes a cualquiera de las obligaciones que tenía contraídas como hermana de muchos hermanos. Y hermana soltera. Las solteras solían ser las encargadas de ayudar en los partos, de atender a los niños pequeños, de hacer compañía a las personas mayores y de contribuir al cuidado de los enfermos. Los cuidados son todavía hoy cosa femenina y mucho más lo eran en aquel tiempo. Se suponía que las hermanas solteras eran las indicadas para estar disponibles para todo. Y desde luego esto se llevaba a rajatabla entre los Austen. De ese modo, vemos a Jane y a su hermana Cassandra alguna vez juntas pero más veces separadas, seguramente para abarcar más faenas, en casa de algunos de sus hermanos con ocasión de las enfermedades de los niños, de los partos de las cuñadas o de cualquier otra circunstancia en las que podían ser útiles. Es cierto que Jane visitaba la mansión de Godmersham Park que había pasado a manos de su hermano Edward cuando se convirtió en hijo de los señores Knigth, porque poseía una hermosa biblioteca que ella pudo frecuentar. Pero no hay que dejar de lado que Edward tuvo diez hijos y que toda ayuda sería poca. Ser una pariente pobre, por mucho que se considerara escritora, en casa de unos parientes ricos no debió suponer siempre algo agradable.
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