Ir al contenido principal

Distancia prudencial

 

(La pintura tradicional japonesa en el distrito de Asakusa)

La prosperidad de algunos barrios, el ingente número de funcionarios de toda clase y la proliferación de hoteles de citas parecen ir unidos en esta novela de Seicho Matsumoto que acabo de leer con la urgencia que él mismo imprime a la lectura. Puesto que somos parte de la investigación porque así lo decide el autor, cuanto antes sepamos todo mucho mejor. En los años setenta Tsuneo Asai es el encargado jefe del departamento de administración del Ministerio de Agricultura y Silvicultura del Japón. Puede parecer un puesto muy relevante pero no lo es. Es un técnico que sabe su oficio pero no pertenece a la clase alta de funcionarios, los de carrera, que, a su vez, provienen de buenas familias que estudian en las universidades públicas. 

Él tuvo que pagarse, a trancas y barrancas, su carrera en la universidad privada (un escalón más bajo) y por eso tiene un límite en su escalada de puestos. Pero como es un hombre listo, decidió hace unos años que el mejor sistema para conservar su empleo era hacerse imprescindible. No pretender llevarse los honores, pero sí conocer hasta el fondo los temas para que sus jefes no puedan prescindir de él. Es una artimaña que, aunque quizá Matsumoto no lo sabía, se suele utilizar en las escalas intermedias de la administración. Cambia el jefe pero el que llega no puede desprenderse de esa persona que ha llevado los asuntos con tanta intensidad, así que lo mantiene, y así una y otra vez, porque esos jefes están de paso y el cargo les ocupa poco tiempo y ningún interés. Cercanos al Ministerio están los agricultores, los ganaderos, los productores de las cooperativas y los empresarios del sector. Todos forman una argamasa que se une a conveniencia y que cohabita con las altas esferas para poder obtener beneficios cada cual para lo suyo. 

Esa simbiosis permite que las cosas discurran con tranquilidad, sin huelgas ni sobresaltos, y genera cierta dosis de corrupción admitida, cierta forma de actuar, un modus operandi en el que tienen mucha importancia las relaciones sociales, los favores cruzados y la necesidad de ocultar los problemas para que nadie más que uno sepa quién y cómo eres en realidad. El paraíso de la ocultación. Para que sea posible hay que mantenerse a una distancia prudencial de los otros. Puedes salir a cenar y tomar copas, puedes alternar en un congreso o reunión, puedes incluso ir de citas, pero no puedes confiarles tus secretos. Eso te haría prisionero y te acabaría hundiendo. Hundirse significa perder el puesto o, algo peor, el empleo, y lo definitivo, convertirte en un pobre que mendiga trabajo o un viejo con una mísera pensión. No. El silencio es fundamental. Si se puede. 


Tsuneo Asai lleva siete años casado con una mujer algo menor que él. No tienen hijos y su vida en pareja no es que sea emocionante, sino todo lo contrario. Una vida tranquila, sin sobresaltos, cada cual en lo suyo. La esposa de Asai se llama Eiko y no trabaja fuera de casa. Va cambiando de aficiones y desde hace dos años asiste a una escuela de haikus. Inopinadamente, es una buena escritora de haikus aunque su marido no lo sabe. Cuando muere Eiko se abren tantas posibilidades en la cabeza de Asai que no nos deja tranquilos en todo el libro hasta que no ata todos los cabos. Al menos eso piensa él. La esposa ha muerto de repente en una calle que no es la suya, en un barrio que no es el suyo y, probablemente, en una casa que tampoco es la suya, sino la de Kubo, un hombre de treinta y tantos años que vive solo en esa casa antigua rodeada de hoteles de citas y de una extraña y, aparentemente, ruinosa, tienda de cosméticos. 

Siempre a una distancia prudencial, Asai tratará de saber, tratará de conocer qué ha sucedido y se moverá de un lado a otro con astucia y también con cierto nerviosismo a veces. Preservar su trabajo y su puesto no es fácil y tiene que lograrlo como sea. Pero no es capaz de hacer lo más sencillo: resignarse a la pérdida y estarse quieto. En ningún momento se plantea esa duda. ¿Por qué remover la historia, implicar a otras personas, si no hay remedio y si está claro que su esposa padecía del corazón y ha sido una muerte natural? No sabemos qué curioso resorte le llevará a mentir, disimular, simular, indagar, buscar detectives, hacer preguntas, recorrer hoteles, interrogar a personas, ocultarse, pero así es. 

Y nos lleva a los lectores por toda esa investigación como si fuéramos testigos privilegiados de ella. Más bien, casi como si él y nosotros estuviéramos en el mismo barco. Porque nunca abandonamos su cabeza y lo vemos todo a través de sus ojos, incluso lo que no está bien. Aunque salten voces que desmientan sus acciones a veces y nos desconcierten. Todo se hace con una discreta distancia prudencial. 


Chiyoko Takahashi es la dueña de la tienda de cosméticos donde ha aparecido muerta Eiko y el doctor Ohama el médico que certifica la defunción. Cuando Asai visita la tienda hay cosas que no parecen encajarle y esa visita parece que va a dar lugar a una intensa relación con la dueña, porque ella tiene que decir al respecto bastantes cosas, pero las vueltas del argumento hacen que desaparezca y un curioso incidente en la puerta de la tienda con un pastor alemán termina de cerrar el círculo. Ella no volverá a aparecer y la tienda tampoco. Cerrada a cal y canto. 

El que sí continuará presente en la trama y nos hará pensar es, precisamente, Kubo, el vecino de al lado, el de la casa bonita, que vive solo y que tendrá mucho que decir en una noche oscura frente a un bosque cercado de montañas oscuras. La figura imponente de Kubo en el suelo, con la cabeza destrozada a pedradas y la cara irreconocible del ácido sulfúrico, certificará que las cosas para Asai han cambiado para siempre, quizá de modo imperceptible, pero definitivo. Y la amabilidad de dos hombres que pertenecen a las cooperativas locales redondeará el círculo de opresión y sellará el destino de Asai. Nadie hubiera dicho que este hombre, que siempre ha guardado con respecto a todo una distancia prudencial, iba a terminar siendo interrogado por la policía de Fujimi. 


Seicho Matsumoto. Un lugar desconocido. Traducción del japonés de Marina Bornas. Libros del Asteroide. Título original Kikanakatta Basho. Edición original 1975. Diseño de cubierta: Duró. Fecha de la edición española: 2021. Ayuda a la traducción de la Japan Foundation. Otros títulos del autor en la misma editorial (los únicos traducidos al español de toda su obra): El expreso de Tokio, La chica de Kyushu. 

Seicho Matsumoto (1909-1992), escritor japonés de novelas policíacas, novelas históricas y representante destacado de la novela negra en Japón, multipremiado y reconocido en su país y fuera de él. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c

Un aire del pasado

  (Foto: Manuel Amaya. San Fernando. Cádiz) Éramos un ejército sin pretensiones de batalla. Ese verano, el último de un tiempo que nos había hechizado, tuvimos que explorar todas las tempestades, cruzar todas las puertas, airear las ventanas. Mirábamos al futuro y cada uno guardaba dentro de sí el nombre de su esperanza. Teníamos la ambición de vivir, que no era poco. Y algunos, pensábamos cruzar la frontera del mar, dejar atrás los esteros y las noches en la Plaza del Rey, pasear por otros entornos y levantarnos sin dar explicaciones. Fuimos un grupo durante aquellos meses y convertimos en fotografía nuestros paisajes. Los vestidos, el pelo largo y liso, la blusa, con adornos amarillos, el azul, todo azul, de aquel nuestro horizonte. Teníamos la esperanza y no pensamos nunca que fuera a perderse en cualquier recodo de aquel porvenir. Esa es la sonrisa del adiós y la mirada de quien sabe que ya nunca nada se escribirá con las mismas palabras.  Aquel verano fue el último antes de separa

Rocío

  Tiene la belleza veneciana de las mujeres de Eugene de Blaas y el aire cosmopolita de una chica de barrio. Cuando recorríamos las aulas de la universidad había siempre una chispa a punto de saltar que nos obligaba a reír y, a veces, también a llorar. Penas y alegrías suelen darse la mano en la juventud y las dos conocíamos su eco, su sabor, su sonido. Visitábamos las galerías de arte cuando había inauguración y canapés y conocíamos a los pintores por su estilo, como expertas en libros del laboratorio y como visitantes asiduas de una Roma desconocida. En esos años, todos los días parecían primavera y ella jugaba con el viento como una odalisca, como si no hubiera nada más que los juegos del amor que a las dos nos estaban cercando. La historia tenía significados que nadie más que nosotras conocía y también la poesía y la música. El flamenco era su santo y seña y fue el punto culminante de nuestro encuentro. Ella lo traía de familia y yo de vocación. Y ese aire no nos abandona desde ent

“Anna Karénina“ de Lev N. Tolstói

Leí esta novela hace muchos años y no he vuelto a releerla completa. Solo fragmentos de vez en cuando, pasajes que me despiertan interés. Sin embargo, no he olvidado sus personajes, su trama, sus momentos cumbre, su trasfondo, su contexto, su sentido. Su espíritu. Es una obra que deja poso. Es una novela que no pasa nunca desapercibida y tiene como protagonista a una mujer poderosa y, a la vez, tan débil y desgraciada que te despierta sentimientos encontrados. Como le sucede a las otras dos grandes novelas del novecientos, Ana Ozores de La Regenta y Emma Bovary de Madame Bovary, no se trata de personas a las que haya que imitar ni admirar, porque más que otra cosa tienen grandes defectos, porque sus conductas no son nada ejemplares y porque parecen haber sido trazadas por sus mejores enemigos. Eso puede llamarse realismo. Con cierta dosis de exageración a pesar de que no se incida en este punto cuando se habla de ellos. Los hombres que las escribieron, Tolstói, Clarín y Flaubert, no da

La construcción del relato en la ruptura amorosa

Aunque  pasar por un proceso de ruptura amorosa es algo que ocurre a la inmensa mayoría de las personas a lo largo de su vida no hay un manual de actuación y lo que suele hacerse es más por intuición, por necesidad o por simple desesperación. De la forma en que se encare una ruptura dependerá en gran medida la manera en que la persona afectada continúe afrontando el reto de la existencia. Y en muchas ocasiones un mal afrontamiento determinará secuelas que pueden perdurar más allá de lo necesario y de lo deseable.  Esto es particularmente cierto en el caso de los jóvenes pero no son ellos los únicos que ante una situación parecida se encuentran perdidos, con ese aire de expectación desconcentrada, como si en un combate de boxeo a uno de los púgiles le hubieran dado un golpe certero que a punto ha estado de mandarlo al K.O. Incluso cuando las relaciones vienen presididas por la confrontación, cuando se adivina desde tiempo atrás que algo no encaja, la sorpresa del que se ve aban

Novedades para un abril de libros