"Cartas a Milena" de Frank Kafka


Conocer a los escritores, a los artistas en general, por su epistolario es un ejercicio fantástico. Descubres, en la vida cotidiana, en la expresión de los sentimientos, en su desempeño diario, un arsenal de cosas que el arte oculta, que la literatura enmascara. El escritor no escribe de su vida, aunque escriba su vida, aunque escribir sea la forma en la que esa vida se engarza en el mundo. Pero las cartas conservan el milagro de la autenticidad y aunque siempre se desliza la reserva cuando salimos de nosotros mismos, a modo de prevención inevitable, leer cartas es un modo de penetrar en la esencia de los otros. Produce, por eso, cierto pudor. Has cruzado una puerta que, quizá, el autor de la carta no pensaba entreabrir. Incluso en el aso de los escritores, tan prestos a asomarse a cualquier ventana. 

Estas "Cartas a Milena" de Kafka que ha publicado en una nueva edición más completa y ordenada la editorial Alianza, recogen la correspondencia del escritor con una joven traductora de algunos de sus relatos. Una mujer sensible, inteligente, atractiva y llena de problemas. Una mujer que lo conocía bien, precisamente porque lo había traducido. Esas cartas comienzan hablando de la obra de Kafka, siguen comentando otros libros que a ambos les ha interesado, prosiguen arreglando el mundo y terminan conectando dos almas gemelas, o, al menos, impregnadas del mismo espíritu. 

El libro contiene las cartas de Kafka a Milena, algunas restauradas y recuperadas por Carmen Gauger, además de ocho cartas de Milena a Max Brod, hablando precisamente de su relación con Kafka. Las cartas se datan entre 1920 y 1922.

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