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Mostrando entradas de diciembre, 2009

Miguel

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Una vez los Reyes Magos, con la adecuada intervención de mi madre, me trajeron el disco de Serrat sobre Miguel Hernández. Antes de eso, y después, yo había leído toda su obra. La poesía y los libros biográficos, los ensayos sobre su vida y su obra. Creo que conozco casi toda su poesía de memoria. Me quedo con su poesía amorosa, con "Cancionero y romancero de ausencia". El disco de Serrat ayudó muchísimo a que una gran cantidad de personas se acercaran a su obra y eso que no es un disco fácil, todo lo contrario. Miguel Hernández fue un poeta peculiar. Hay quien lo considera un poeta menor, mediatizado por la política y por sus ideas. Pero creo que, quiénes esto opinan, no han leído con detalle su poesía, más allá de lo que en vida defendió y que pertenece a la esfera de sus convicciones que todos debemos respetar. A mí me resulta un personaje entrañable, misterioso, que anda en la trastienda de la poesía, porque nunca estuvo en la misma onda de otros poetas, con v

La poesía de la música

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Una ROSA es una ROSA Una de mis profesoras de Francés del Bachillerato (se llamaba Lilina, era francesa, alta, guapa y elegantísima) usaba en sus clases las canciones de Salvatore Adamo . Ya sabéis, al menos los aficionados a la música francesa, que es un cantautor italo-belga (aunque cantaba siempre en francés) de enorme éxito, que conserva todavía en esos países, aunque en España no esté de actualidad. Más bien es un clásico, como clásicos son también algunos de sus temas: Mis manos en tu cintura, Inch Allah, Cae la nieve, La noche, etc. Era un estupendo sistema para aprender el idioma utilizando algo que era de nuestro interés. Así que, como vemos, siempre ha habido y los habrá profesores innovadores, profesores que dan un paso adelante con imaginación, fantasía, ilusión. Son los profesores a los que les gusta enseñar y por ello mismo aquellos con quienes mejor se aprenden. Hay, ahora mismo, profesores, que trabajan la Lengua Castellana y las lenguas extranjeras utilizando

Termina un cuento...

RUDOLF THE BAD Rudolf vive en una gran ciudad, una ciudad con grandes rascacielos, con un enorme río, con puentes y con metro. En el metro viaja Rudolf por la ciudad, acompañado de su padre o, a veces, de sus dos primos. Rudolf tiene quince años y no se llama Rudolf, sino Jaime, pero esto no tiene la menor importancia para nuestra historia. Tampoco se apellida The Bad, pero, si alguno de los que leen esto es aficionado al cine, ya entenderá de dónde viene la cosa. Resulta que Jaime o Rudolf vive en una urbanización con casas, chalets y pisos, todo a la vez. Y en esa urbanización pasan cosas muy, pero que muy raras. Por ejemplo, que desaparecen las cosas. Por ejemplo, que aparecen personas a las que nadie conoce (pero esto es una historia demasiado larga para referirla aquí). Por ejemplo, que los niños se preguntan asombrados cómo es posible que todo eso ocurra y que nadie parezca darse cuenta. Rudolf y sus dos primos saben que las cosas desaparecen por lo de las banderas. En

La luz de la infancia

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Días antes de llegar la Navidad, mi padre iba a la tienda de Celestino y compraba todos los dulces, los turrones, el jamón, todas las deliciosas chucherías que en esos días se iban a comer. Después, adornábamos la casa en una mezcla de tendencias, como diría hoy un estilista de decoración: un árbol de Navidad, un Nacimiento, guirnaldas, bolas de colores, piñas, angelitos en los cristales, espumillón, botas de San Nicolás, bandejas de polvorones, pequeños detalles repartidos por toda la casa...El verde y el rojo eran los colores de esos días y todo el mundo andaba sigiloso, teniendo mucho cuidado de no abrir determinados armarios o alacenas, porque allí, oh milagro, podía aparecer, en cualquier momento, un presente de los Reyes Magos. Siento deciros que Papá Noel se incorporó más tarde, pero, desde luego, cuando lo hizo, también contribuyó lo suyo a ese laberinto de paquetes y lazos que iban y venían de un lado a otro como si fuera un vodevil. La Navidad reunía en la casa a todos

Niños que escriben

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Esta mañana he estado en un acto muy agradable. Se han entregado los premios literarios de la Feria del Libro del Aljarafe, que se ha celebrado en Tomares durante varios días. Por primera vez en esta Feria ha habido premios para niños y jóvenes, tanto para narrativa como para poesía. Los ganadores han leído sus poemas y relatos, dando al acto un aire entrañable. Viendo y oyendo a esos niños he reflexionado sobre algo en lo que pienso a menudo: el imprescindible, importantísimo e ineludible papel que la lectura tiene en la formación de las personas. Si fuéramos capaces de fomentar la lectura y de conseguir que el número de lectores fuera verdaderamente alto, entonces el sistema educativo, la educación, tendría grandes posibilidades de mejorar. Ese es nuestro punto débil o, al menos, uno de ellos. Habría mucho que decir al respecto pero en este blog me quedo con la sensación de que esos niños que tenía delante, niños que leyeron sus textos ante un auditorio, quizá por primera vez,

Némirovsky, rescatada

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Hace un par de años descubrí a Irène Némirovsky. La editorial Salamandra publicó un librito muy fino con pocas páginas, que se llamaba "El baile": una adolescente de doce años en constante lucha con su atroz mamá. Después de eso, como ocurre tantas otras veces, me dediqué a buscar la obra de esta autora y a conocer cosas de ella. Para los lectores de este blog que no la conozcan diremos que nació en Kiev en 1903 y murió en 1942 en el campo de concentración de Auschwitz. Su familia se estableció en París, en el año 1919, huyendo de la revolución bolchevique y allí estudió en la Sorbona. Poseía una educación exquisita y se licenció en Letras. En 1929 comenzó su carrera literaria con la publicación de la novela "David Golder" en la editorial francesa Grasset. Su enorme fama y prestigio no impidió que fuera deportada al campo de exterminio donde murió. Allí murió también su marido y sus hijas huérfanas fueron las que conservaron, en una vieja maleta, los