Hierbas, hortalizas, frutales y flores

 


El jardín inglés se "inventó" a finales del siglo XVIII. Era muy diferente del francés, que estaba entonces tan de moda. Nada de cuadriculas ordenadas, todo lo contrario. Un jardín salvaje en el que se combinaban agua, vegetación, prados, senderos, árboles frutales, huertos. Jane Austen tenía mucha mano con las flores y su madre con las hortalizas. En la casa de Chawton podían disfrutar de un exterior muy apacible y agradable, en el que había un poco de todo. Según las estaciones, el jardín ofrecía tonos y colores diferentes. Todo el mundo debería tener un jardín. 

Lancelot Brown, apodado "Capability", es decir, "Capacidad", porque era su forma de explicar a los clientes que estaba en condiciones de asumir el diseño del jardín que le habían encargado, vivió entre 1716 y 1783. Aunque nació en el norte, desarrolló su carrera como arquitecto y paisajista en el sur, con clima más propicio para que sus obras de arte naturales florecieran. Planeó parques, diseñó fincas rurales, aclimató plantas a los jardines, usó el agua y el verde para convertir amplias zonas en lugares de ensueño. Cierta influencia de los hermosos jardines italianos hay en sus obras. 

Las familias inglesas adoran el aire libre, eso ya lo sabemos, y también la naturaleza, con todo lo que lleva consigo. En las novelas de Agatha Christie esto incomoda mucho a Poirot, que detesta las corrientes de aire y esa propensión inglesa a sortear la niebla, la llovizna y el viento. En algunas de las comedias de Noel Coward, la chica americana de la que se enamora el chico inglés, queda en entredicho ante su suegra y sus cuñadas cuando decide quedarse en el interior de la mansión en lugar de salir a jugar a la pelota en un día neblinoso y de viento molesto.


El jardín inglés típico de las familias trabajadoras también tuvo su auge a partir de la revolución industrial. Se mezclaban árboles frutales, hortalizas, hierbas y flores, todo en un acogedor revoltijo que terminó llamando la atención de las clases altas para incorporarlos a sus propios terrenos, mucho mayores y de mayor importancia. Entonces comenzó el auge de los invernaderos, que en el siglo XIX eran lo más. Cualquier casa de categoría tenía uno y allí se cultivaban tanto plantas nativas como foráneas, además de verduras y hortalizas durante todo el año. De ese modo una familia era autosuficiente en lo que se refiere a los vegetales. Además de eso, los invernaderos se pusieron de moda como lugar de acogida para el ocio de invitados y se podían ver organizadas allí tanto fiestas sociales, como veladas familiares o celebraciones. 


/Imágenes: Jardines de Chawton Cottage/

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