María Isabel Cintas: descubriendo a Chaves Nogales
María Isabel Cintas, investigadora. Alájar (Huelva)
La figura de María Isabel Cintas Guillén, profesora, investigadora, doctora en filología y catedrática, ha emergido, desde hace casi treinta años, a raíz de su labor de indagación con la obra y la vida del periodista Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897- Londres, 1944). Para nosotros, para muchísimos lectores, los nombres de Chaves Nogales y de María Isabel Cintas están unidos. Ella, con su tesis doctoral primero y con sus sucesivas investigaciones después, lo puso a nuestro alcance, lo sacó del ostracismo y del olvido y lo convirtió en un personaje asiduo en nuestras lecturas y nuestras reflexiones. Conocimos a Belmonte y su idiosincrasia, al maestro Juan Martínez (que estuvo allí), sus artículos sobre la guerra civil española, sobre la resistencia francesa, sobre los conflictos de su tiempo y sobre la forma en que los hombres, la humanidad, saca a flote a la vez lo mejor y lo peor que posee. Nunca podremos agradecerle bastante a María Isabel Cintas esta paciente labor, la mejor que puede hacer un profesor, un investigador: arrojar luz sobre lo que está oscuro, devolver claridad a lo que se halla escondido. Después de sus libros nada es igual ya con respecto a Chaves Nogales, esa personalidad tan llena de interés porque vivió en años cruciales y porque, sobre todo, nada de lo que decía ha de dejarse a un lado si queremos aprender de la historia y conocer otra mirada. Andar y contar, eso es lo que hacía Chaves y lo que María Isabel Cintas hace también con respecto a su obra. La pasión del observador que no es extraño ni anodino, sino fuertemente activo, implicado y lleno de vigor incluso en las mayores dificultades.
Además de Chaves ¿qué? A esta pregunta también nos contesta en esta entrevista, que no deja nada atrás, incluyendo su labor de profesora y su contacto con las nuevas generaciones de periodistas. Y sus lecturas primeras y últimas, su interés por el periodismo desde siempre y su permanente ojo avizor sobre la vida y su relato.
Nacer a los libros
"Conservo aún un carnet de lectora de una pequeña biblioteca pública que había en el Parque de Castelar, de Badajoz. Tenía siete u ocho años, y cada pocos días cambiaba en ella mi ejemplar de las aventuras de Celia y Cuchifritín en las que me sumergía a la vuelta de la cercana Escuela Aneja a la que acudía. Para leer me buscaba el resguardo de los bajos de una mesa de cocina que mi madre tenía blanca y limpia. Maribel, siempre leyendo, nunca estaba disponible para colaborar en las faenas de la casa. El mundo de lo escrito me atraía enormemente: la maestra me invitaba con frecuencia a que recitase escenas de las Sagradas Escrituras, que me sabía de memoria. Una repelencia de niña.
Al agotar aquella biblioteca pasé a los fondos de otra del Instituto Nacional de Previsión; aquí agoté los libros de Carmen de Icaza, Bulwer Lytton, Julio Verne y Emilio Salgari, mientras transcurría mi adolescencia, ya haciendo el Bachillerato en el colegio de las Siervas de San José, cuya biblioteca era excesivamente tendenciosa por su esencia religiosa.
Durante los veranos en un pueblo de Badajoz leía los libros que nos recomendaba la profesora de literatura (casi siempre escritores del Noventayocho: Baroja, Unamuno, Azorín…) y por el día, encaramada a una higuera, leía a Dickens; por la noche, a la luz de un quinqué de petróleo, me zambullía en folletines interminables que encontré en el “doblao” de la casa: La huerfanita, El capitán de granaderos, Los del arroyo…
Mi padre tenía en su despacho libros no muy abundantes pero selectos, aunque a mí sólo me interesaron Papini, Van der Meersch, Blasco Ibáñez, una biografía de Azaña, los interminables tomos de las aventuras de Tarzán de la selva… Esta mezcolanza de influencias se vio arrasada cuando encontré en la Biblioteca del Instituto Nacional de Previsión, encuadernados en gruesos volúmenes rojos, ejemplares de la revista Life, cuyos reportajes me abrieron los ojos a una realidad que ya siempre permaneció en mí: el mundo de la prensa. Así se definió mi vocación de periodista".
Sevilla, la política y la universidad
"No fue posible. Mi padre determinó que haría Filosofía y Letras en Sevilla, junto a todas mis compañeras del colegio religioso, ahora internada en un colegio mayor. Y así me “colocaron” en Santa María del Buen Aire y realicé mis cinco años de carrera aprendiendo más de la vida que de los libros. ¿Mis lecturas de entonces? Las que recomendaban profesores tan distintos como García Calvo o Manuel Arellano, aunque inclinada a la rebeldía frente al sistema, como los rudimentos de la lucha política… y el libro rojo de Mao, completadas con las preceptivas de la Universidad de Pádova donde hice una estancia de un curso; o las lecturas obligatorias de cada curso.
En los años de Facultad en Sevilla conocí e hice pandilla con Carmen Romero, Antonio Rodríguez Almodóvar, José María Pérez Orozco, Alberto Fernández Bañuls (compañeros de clase). Y conocí a Felipe González. Ya la política se instaló en nuestras vidas y nuestras lecturas pasaron a estar teñidas por esa pasión y desmenuzadas en interminables charlas que duraban hasta el amanecer.
Como yo hice la especialidad en filología italiana se me encargó la traducción al castellano de los Scritti Politici de Rosa Luxemburgo, lo que me robó bastante tiempo para otras lecturas. Recuerdo haber traducido también Scuola de Barbiana. Eran para nosotros lecturas obligadas de entonces Cuadernos para el Diálogo, Ortega misceláneo, incluso Hittgenstein…
Pero mi interés se centraba en la literatura española del siglo XX: volvía a Baroja, Valle Inclán, Azorín… Sin darme apenas cuenta, buceaba en estos autores los trabajos periodísticos, volviendo como imantada a mi vocación de años. No sé en qué momento entró Galdós en mi interés y ya nunca me abandonó. Y de entre los extranjeros me atraían enormemente Kapúcinski y los norteamericanos Faulkner, Dos Passos, Steinbeck (cuántas veces he recordado después párrafos de Las uvas de la ira)…"
"Como he tenido una larga vida profesional, puedo asegurar que los libros se han enredado en mi vida y he pasado mucho tiempo haciendo todos tipo de actividades con ellos relacionadas: charlas, conferencias, clubes de lecturas, mesas redondas, reuniones para comentar… Y, volviendo a la vocación, periódicos y revistas de alumnos, dossieres, entrevistas y encuestas de calle…
He tenido tres hijas. A ellas dediqué años extraordinarios, hasta que llegó el día en que busqué completar una inquietud que no me dejaba en paz: había un hueco temporal que podía llenar con la investigación. Y a ello me dediqué. Cuando se me presentó hacer una tesis sobre un periodista desconocido, que había escrito la vida de un torero y un libro sobre la ciudad de Sevilla y del que poco más se sabía… me lancé sobre él".
En busca de Chaves Nogales
" Era 1990. La vida de Belmonte me pareció el más bello reportaje escrito sobre la ciudad de Sevilla. Pero poco se sabía de su autor. Muerto en 1944, condenado por masón por el Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo, nadie me daba noticias de él, excepto el Epílogo de Josefina Carabias a la edición del Belmonte de Alianza. Ahí comencé una búsqueda…
Esta búsqueda duró mucho tiempo. Al principio errática, más tarde amplia y profunda, me llevó a librerías de viejo, bibliotecas nacionales, archivos variopintos, centros de investigación, por Francia e Inglaterra y por América Latina (Argentina, Uruguay), siempre buscando trabajos de Chaves Nogales. Y por medio de Google y mails he recorrido periódicos y archivos de todo el mundo. He conocido a personas llenas de interés y he aprendido que la investigación también es, como decía Chaves Nogales del periodismo, “andar y contar”.
Así pude publicar en la Diputación de Sevilla la Obra Narrativa Completa en 1993 (reeditada en 2009) en dos tomos. La Obra Periodística, también editada en la Diputación de Sevilla (2001 y 2013) en tres tomos, completó mi aportación como editora literaria a la edición de toda la obra hoy conocida de Chaves Nogales".
"Al terminar mi tesis doctoral sobre Chaves Nogales, el Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla me editó, en 2001, una monografía con parte de ella que titulé Un liberal ante la revolución".
"Pero la investigación siguió por mucho tiempo. A veces he tenido que descansar del periodista. Sufría atascos, regresiones, puntos muertos que no lograba despejar. En esos espacios de descanso he desviado mi atención a temas no paralelos, pero en parte similares. Fue fruto de ello la biografía del teósofo y masón Antonio Alonso Vital, que titulé Alájar, alhaja, que fue el lugar al que me retiré en 2008 para reposar, en la hermosa sierra de Aracena, del vértigo de los viajes tras el periodista que se iba cada vez más lejos, al exilio en Francia e Inglaterra, desde donde escribía para periódicos de toda América Latina, incluso América del Norte y Nueva Zelanda".
"Entretenida con esta biografía, puse mi atención en exiliados de la Guerra Civil, maquis, brigadistas y niños de la guerra, a la búsqueda de una manera de vivir el exilio y las consecuencias de la guerra por parte de los perdedores. De estas paradas salían trabajos tangenciales, como la biografía del médico sevillano Manuel de Brioude. O que parecían alejados del tema, aunque eran una consecuencia. Así tuve un paréntesis con la inmersión en las fiestas tradicionales uruguayas, el Candombe, cuando realicé una estancia en Montevideo buscando la explicación al hecho de que una de las más importantes obras de Chaves, La agonía de Francia, se hubiera publicado en la capital uruguaya en 1941, mientras en España había pasado desapercibida hasta 2001, fecha en que la publiqué junto a la Obra Periodística. Básicamente eran libros relativos a la investigación los que leía en estos años. "
"Ahora quiero descansar de estos sesudos trabajos que me han tenido sin un solo día de reposo y volver a la ligereza de mis relatos de viajes, que dejé aparcados hace unos años con mi librito ilustrado con fotografías titulado Tres vuelos sobre el río de los pájaros (2015), impresiones de paseos por Uruguay y Argentina. Ahora mi objetivo está fijado en la Sierra de Gata. Ya veremos qué sale".
(Fotos: Archivo personal de María Isabel Cintas Guillén)
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