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"Manhattan Medley" de Edna O´Brien

(Foto: Serge Balkin) Como si se tratara de una confesión amistosa, de un recuerdo del pasado, de una charla con el hombre que, alguna vez, amaste en las peores condiciones. La voz narradora se dirige a él y le explica qué significó conocerlo, qué fácil fue dejarse vencer por los sentimientos y de qué forma vive esta relación clandestina, no la única para él, seguramente tampoco para ella, ni la primera, ni la última. "Manhattan Medley" es el penúltimo cuento de los que se recogen en el libro "Objeto de amor" , una colección de relatos en la que las emociones están en primera fila. Más que los hechos, aunque existen hechos, pasan cosas, hay acciones, peleas, decisiones, encuentros y vidas más allá de las palabras.  Me diste la señal, una mirada cómplice y un asentimiento, incluso mientras revoloteaba a tu alrededor un aquelarre de mujeres presas de una admiración evidente y efusiva.  Él es un triunfador. Uno de esos hombres que concitan voluntades uná

"La señora Fletcher" de Tom Perrotta

Hemos copiado de los americanos el formato de las bodas, esas cursilerías de los lazos, las tarjetas, los vestidos súper pomposos, el ritual de los banquetes...pero tengo mis dudas de que las familias españolas respondan al mismo estereotipo que las familias medias americanas.  Para empezar, ese fenómeno tan literario (y real) de la marcha de los hijos a la universidad no tiene entre nosotros el mismo significado, sencillamente porque la mayoría se quedan en casa. Los chavales americanos se marchan muy pronto del nido, se ponen a trabajar en plan precario cuanto antes y estudian lejos de casa . Menos universidades comparativamente pero de más calidad. Nosotros tenemos una en cada esquina y ya es un drama que tengan que coger el autobús.  En un libro que leí recientemente, en otro registro que este, escrito por la periodista Joanna Connors (Te encontraré. Errata Naturae) y en el que se relata la investigación que ella realiza sobre el hombre que la violó, es el momento en que

"Paraíso" de Edna O´Brien

(Fotografía: Nina Leen) Una mujer sencilla en apariencia pero complicada de mente, observadora, dispuesta y dubitativa, está pasando unas vacaciones en algún lugar del Mediterráneo. Una villa blanca, lujosa, en un pueblecito marinero, con un mar azul e intermitentes olas, un sitio de ensueño. Puede ser Italia, Grecia o, incluso, España, las Islas Baleares. El dueño de la casa es el hombre con el que ahora comparte su vida, podíamos decir un trozo de vida, la vida que él ha decidido compartir. Pero aquello está lleno de gente, al menos veinte invitados más, mujeres, hombres, niños y muchos criados. También hay un monitor de natación venido expresamente de Inglaterra, porque ella, la mujer, no sabe nadar.  Empezaron los relámpagos de verano. Eran esporádicos, silenciosos y levemente teatrales...Encendían una parte del cielo, luego otra...Los fogonazos azarosos y fugaces de los relámpagos estivales eran una distracción y les proporcionaba algo que señalar con el dedo. 

"Un lugar pagano" de Edna O´Brien

Toda la obra de Edna O´Brien (Tuamgraney, Irlanda, 1930) está impregnada de los paisajes de su infancia, del eco de su tierra, de sus padres, sus vecinos y amigos, su vida entera. Es una obra autobiográfica en el mayor, y mejor, sentido de la palabra. En sus libros vuelve a repetir a veces algunos acontecimientos que le han dejado huella, de forma que, sencillamente, sin alharacas, conocemos a la niña Edna, a la adolescente, a la joven y, sobre todo en su último libro Chica de campo , a la mujer y a la anciana.  Hay un hecho que recoge nada menos que en tres de sus libros. Esa historia tierna de la muñeca vestida de satén que alguien le había regalado y que presidía un cuarto de su casa y que la maestra (con la que mantiene una relación de amor-odio, como con las monjas del convento) le pidió prestada para una función de fin de curso. La muñeca nunca fue devuelta y esa pérdida parece que tiene un significado simbólico para ella. Es, quizá, la pérdida de la inocencia, la pérdida

"Levadura de malicia" de Robertson Davies

Robertson Davies (1913-1995), nació y vivió en Canadá. Fue actor de teatro, periodista, dramaturgo, productor y escritor de novelas, 11 en total, que organizó en trilogías. "La trilogía de Salterton" , " La trilogía de Deptford" y " La trilogía de Cornish" . Dejó inacabada " La trilogía de Toronto" . También fue profesor de Literatura de la Universidad de Toronto y escribió libros de cuentos. Ejerció la crítica literaria. "Levadura de malicia" es un curioso libro, publicado en el original en el año 1954, y que forma parte de la "Trilogía de Salterton". Tiene un estremecedor y absolutamente impactante punto de arranque en el anuncio, en un periódico local de la tranquila ciudad de Salterton, del falso compromiso matrimonial entre dos jóvenes de la clase alta de la ciudad. El matrimonio se anuncia para el día 31 de noviembre. A partir de ahí, la trama transcurre de una forma inédita, con un lenguaje que te planta

Amores que matan (II)

(Fotografía: Loomis Dean, 1960) Pero eso no era nada fácil. Si la cabeza mandara sobre el corazón no existirían el sufrimiento ni la desdicha ni se hubieran escrito las miles de novelas en las que los amores contrariados florecen para regocijo del autor y llanto inquebrantable de las lectoras. Es sencillo saber lo que se quiere, lo que se teme y lo que se ha perdido. Escuchas tu interior y detectas ese click que te enseña una ruta para protegerte del miedo y del abandono. Pero luego, automáticamente, sin poder evitarlo, caes una y otra vez, coges el teléfono, contestas los mensajes, cierras los ojos y ves su figura, allí, en el fondo, en todos los lugares ocupados por los sueños.  Así que repasó en su cabeza, como si de una penitencia se tratara, todos los motivos por los cuales aquello, lo que fuese, no le convenía. Todas las veces que se le había roto el corazón. Todas las horas que pasaba llorando. Todos los momentos en los que se consideraba un eslabón perdido, un náu

Amores que matan (I)

(Foto de Nina Leen, 1948, para Harper´s Bazzar. La modelo es Georgia Hamilton, que va vestida de Dior) Un día de la estrenada primavera vagabundeaba por las calles sin rumbo fijo, con unos zapatos color vainilla que tenían un lazo rosa y unos pequeños agujeritos en el empeine. La primavera solía traicionarla con un brote alérgico pero no podía evitar sentir que el sol le debía algo, que esa asignatura pendiente del aire libre tenía que aprobarla, como si fuera inglesa, como si el verde del sur, en esa zona cercana a Londres, la llamara.  La noche anterior había sido convulsa. Tuvo una pesadilla recurrente en la que vagaba de puerta en puerta buscando casa sin que ninguna se abriera, ni existiera rendija para cobijarse. Era, lo sabía, un espejo de su propia vida, ahora desencajada y sin asideros, al menos los que una mujer consideraría que eran necesarios. Cómo los hechos la condujeron hasta aquí es una de sus preguntas preferidas. Y la otra, cuándo podría abandonar esta qui

"La viuda" de Edna O´Brien

(Fotografía de Nina Leen, 1949)    El marido de Bridget , que era un excelente nadador, se ahogó en uno de esos días en los que solía salir a practicar ejercicio. Ella bramó durante horas por el dolor que le causó su pérdida. Eran un matrimonio muy feliz. Una vez viuda decidió aprovechar que su casa era grande para admitir   huéspedes , solo uno o dos, todo lo más tres, selectos y educados. Al mismo tiempo, seguía con su trabajo de secretaria. No se metía en la vida de nadie, no contaba su vida a nadie, no establecía lazos con el vecindario, no pedía favores, no interpelaba a los demás, ni iba de víctima.    Uno de sus huéspedes, el director de la fábrica, Michael , después de cancelar un compromiso matrimonial con una joven, se enamoró de Bridget y le pidió matrimonio. Ella se puso muy contenta porque Michael le recordaba a su marido, tan joven, inocente y lleno de encanto, tan libre en apariencia, tan dulce. Fueron organizando todo de una forma discreta, porque ella er

La cuadrícula

(Fotografía de Nina Leen. 1949) Cada uno de los rincones de su vida estaba blindado. La había dividido en parcelas y, en una de esas parcelas, estaba yo. Era una parcela pequeñita, virtual y sonora. En ella cabía el agua de lluvia, aunque solo una vez. También las nubes, los puentes y el vacío. En la parcela que me correspondía rara vez amanecía, solo en una ocasión pude ver cómo el café se enfriaba. Tampoco había madrugadas, las madrugadas estaban reservadas a plantas más esplendorosas. En realidad, ni yo misma sabía qué papel jugaba en todo eso, ni siquiera si jugaba a algo o si existía. Solamente de vez en cuando las gotas de agua cálida o el frío hielo, eran el indicio de que algo pasaba. Sin embargo, yo no podía controlar lo que era. No lo sabía. Ni tenía ninguna posibilidad de adivinarlo. Solo un terreno baldío, una parcela sin recalificar, sin uso, ni conciencia, ni apenas vida.  Era un hombre de éxito pero asustado. El miedo se traslucía en sus ojos. Tenía las ma

Días de libros y rosas

     "He conocido la alegría y el dolor extremos, el amor correspondido y el no correspondido, el éxito y el fracaso, la fama y el vapuleo...y, a pesar de todo, he seguido escribiendo y leyendo, he tenido la fortuna de sumergirme de lleno en esas dos actividades intensas que han apuntalado mi vida entera” (Edna O´Brien) Ese "a pesar de todo" que menciona Edna O´Brien tiene el nombre de muchas cosas. Guarda en su interior miles de secretos, de convicciones, de encuentros y de problemas. Todos tenemos nuestros "a pesar de todo" y cada uno de nosotros intenta salvarse de alguna forma. En el caso de Edna, con la lectura y la escritura. En mi caso exactamente igual. Hubo un tiempo en el que el amor ocupaba tanto espacio que escribir se hizo muy cuesta arriba. Son esos paréntesis de nieve en un océano de fuego que ocurren porque sí, porque la vida es vida y no se acomoda la literatura. Pero los libros permanecen agazapados, esperan su momento, su turno

"Las sillitas rojas" de Edna O´Brien

   Después de leer y releer Las sillitas rojas me di una vuelta por Internet para contrastar mi propia opinión del libro con otras de críticos avezados, gente que escribe en los periódicos, en los suplementos culturales, la gente que debe saber de literatura. Y me encontré con dos críticas tan absolutamente distintas que empiezo por referirme a ellas este reseña propia del libro. En Babelia escribió Marta Sanz y en El Cultural Joyce Carol Oates. Ambas visiones son tan diferentes que me han hecho pensar. Así que quizá esto sea una crítica sobre las críticas.     Lo que escribe Marta Sanz es posterior a lo de Joyce Carol Oates, unos quince días aproximadamente. Sanz explica de tal modo su visión del libro que, leyéndola, resulta imposible conocer su argumento y, más aún, la impresión que le ha causado la lectura. Parece evidente que, o no lo ha entendido, o no le ha gustado y no se atreve a decirlo, o se le escapa el universo O´Brien mucho más de lo que ella está dispuesta a reco

"Chicas felizmente casadas" de Edna O´Brien

Este es un libro escrito a dos voces. El narrador omnisciente que cuenta la historia de Kate y la propia Baba en primera persona. Esto supone una diferencia con respecto a los dos primeros libros de la trilogía, pues en ambos es Kate quien lleva a cabo la narración.  Baba es una muchacha muy distinta y se nota en la forma de ver y contar las cosas. Su aparente desenvoltura esconde el descreimiento de quien sabe que soñar es imposible. Por el contrario, aquí Kate sigue avanzando en su propia destrucción. Ambas se han casado pero sus matrimonios distan mucho de ser felices, como el título indica de manera irónica. El marido de Kate es Eugene, su amor de Dublín, que al final volvió a buscarla y se casó con ella, teniendo un hijo en común, Cash. El de Baba es Frank , un tipo bastante bestia, constructor y adinerado, pero sin sentimientos y sin capacidad alguna de hacerla sentir bien en ningún aspecto.  La forma de reaccionar de ambas es muy diferente, como ocurre con sus perso

"La chica de ojos verdes" de Edna O´Brien

   Caithleen y Baba , las chicas de campo, están ahora en Dublín. Viven juntas en alquiler en la casa de Joanna y conocen a algunos hombres. Mientras Baba quiere divertirse a toda costa y piensa poco en las consecuencias, Caithleen se convertirá en Kate, cuando se enamora por segunda vez (la primera fue el señor Gentleman) de Eugene Gaillard, que hace documentales y vive en una casa de campo cercana a Dublín. Gaillard es un hombre casado y tiene una hija de tres años. Su mujer, Laura, y su hija, Eileen, están en América, en Nueva York. Entre ambos hay una extraña relación y un lazo indisoluble, algo que hace sufrir a Kate.      Kate quiere ser la mujer ideal para Eugene . Esa persona que está siempre a tono con las conversaciones, que sabe vestirse y que tiene un encanto especial. Cuando se conocen, ella es fresca, libre y sincera. Pero la relación lleva un doble camino, por un lado, se afianza y, por otro, se degenera. La visita del padre de Kate a la casa que ambos comparten

La última muñeca

Abro la estantería y me la encuentro. Rodeada de libros, como ella. Con el gesto tranquilo, como ella. Sobre la cálida madera, con aire coqueto, con el pelo alborotado y rubio. Tiene un vestido en tonos azules, los calcetines rojos a juego con la pequeña bufanda. Tiene un sombrerito blanco. Está hecha de retazos. Trozos de tela, restos de lanas, agujas enhebradas, imaginación y sueño a raudales.  Es la última muñeca que ella inventó. Sus manos usaron por última vez, antes de que el olvido hiciera que todo fuera tan difícil, las tijeras, el hilo, la aguja y el dedal. Se le ocurrió en un momento de tranquilidad, un instante de esos en los que no hay nada que hacer. Imaginó cómo sería su cara y una línea roja es su boca y unas líneas negras son sus ojos. Está seria, como ella en sus últimos años, porque la desmemoria también impide reír.  La muñeca está aquí, junto a Jane Austen, Ferrante y Helen Fielding. Este sitio le gustaría. En su estantería blanca, allá en ese lugar donde

Miradas

(Fotografía de Dorothea Lange)  A veces el cansancio te hace fruncir el ceño. Esa clase de sueño que detestas, ese agobio que te ronda y no falla. Todo lo que te duele y que te callas. Así que entre tus manos puede hallarse un secreto, un aviso, una duda, la búsqueda, cualquier cosa. Comprendes que las horas se van fosilizando y que el cielo se abre con una lluvia densa que te roza los ojos y te atrae hacia el fondo y allá están las miradas, a lo alto, sin pausa y sin saber que todo lo que buscas nunca aparece solo ni antes de tiempo ni en un lugar cualquiera sino el suyo. Mirarte y no perderte es el secreto.