El pobre chico no fue consciente de lo que se le venía encima. Nosotros tampoco. Confiadamente, creyendo en que nuestros padres eran seres infalibles que no se equivocaban, cogimos el libro y lo leímos una y otra vez. Hasta que en nuestro cerebro quedaron grabadas las frases y, no solo eso, el modus operandi. Somos unas víctimas. Y quizá ya no haya remedio. Solamente las nuevas generaciones pueden zafarse de esto si es que hay alguien que les abre los ojos y se deja de pamemas. No sé cuántas interpretaciones hay por ahí de la rosa de El Principito. Ninguna me parece que se ajuste a la realidad. Son interpretaciones románticas, hechas por gente que se ha tragado el anzuelo, gente que se ha convertido a una religión que los ha abducido. Pero, pensando en el tema, un amigo de Facebook pronunció esta noche la palabra exacta, la palabra definitiva, la más clara descripción de la rosa en cuestión: dijo que era una rosa tóxica. Así es, lo que pasa es que, hace años, no existía ese co
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