Los niños siempre me sorprenden. El otro día, sin ir más lejos. Mis alumnos de tercero de ESO D, de los que ya os he hablado, son imprevisibles y tienen una imaginación desbordante, pero también, a veces, muestran un alma compasiva que no sale a la luz sino en ocasiones puntuales. Como el otro día. Cuando vimos la película Matilda, bueno, no entera, solamente una parte, porque la clase no da para más y la tendremos que continuar otro día. Todos, incluso aquellos que los profesores podemos considerar un poco difíciles, estaban del lado de Matilda en su lucha sorda contra una familia que no la comprende y una directora de colegio que tiene la extraña máxima de "el mejor colegio de niños es un colegio sin niños". Todos los niños se reían con Matilda y se apenaban con ella. Pero la película no es una historia de magia en la que una niña vence a sus molestos enemigos. Es una historia de libros. Y así la concibió el autor del libro que dio origen a la película, Roahl Dahl, británic
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