El primo Jaime era el más guapo de la familia. Era oficialmente guapo. Aún lo es, aunque los años han pasado. Conserva un precioso cabello abundante y áspero y moteado de gris. Unos ojos soñadores color verde-mar y unas manos cuidadas y llenas de ligereza. Es un hombre atractivo y entonces era un joven comestible. Como es diez años mayor que yo siempre me consideró una niña y nunca me prestó la menor atención. Pero un día la cosa cambió. Yo estaba recién divorciada de mi primer marido, aún no había cumplido los treinta y me encontraba en un momento envidiable. Libre de las ataduras de un matrimonio que se había revelado bastante absurdo disfrutaba de la sensación de no tener que darle cuentas a nadie de mi vida. Así fue como el primo Jaime me vio en un acontecimiento familiar: atractiva, feliz y dueña de una sonrisa arrebatadora. Creo que se enamoró al instante, cuando me vio llegar con un vestido negro sin mangas y unos pendientes largos de cristal que hacían zigzag y que brilla
¡Cumplimos 15 años! 2009-2024