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Mostrando las entradas etiquetadas como Hopper

Confidencias a media tarde

Hace tanto que no nos vemos...Y eso que he hecho intención de verte muchas veces...Pero, no sé si te lo he dicho, me cuesta trabajo salir a la calle, me abruma la gente. Cuando estoy en casa es como si hubiera un gran paraguas que me cubriera, que evitara el daño exterior, la contaminación de tratar con personas, el ruido de las conversaciones. No puedo prestar atención a la charla, me canso, me entran ganas de desaparecer. Todo lo externo es tan pesado de digerir, que es como si no tuviera ninguna capacidad para soportar a los demás. Hay gente a la que me gustaría ver a menudo, como a ti, por supuesto, pero no creas que lo evito porque no te tenga cariño o porque soy una vaga. No. Es simplemente miedo. El miedo me atenaza mucho más de lo que podría explicarte. Una sensación que antes sentía esporádicamente pero que ahora forma parte de mí misma. Me levanto por las mañanas y pienso en ello. Reflexiono sobre mi cuerpo por si me duele algo y, enseguida, reparo en el miedo. Estoy so

La última canción

(Edward Hopper. Pintura) El día que comprendió que era un canalla hacía sol y el cielo era una hoja azul de resplandores. La gente apenas se miraba a los ojos, todos corrían apresuradamente por la ciudad absorta y siempre atenta a los susurros de los amaneceres. Lo supo uniendo las delicadas piezas del puzzle de su vida y así pudo soñar por fin que una vez sería libre. No obstante, en el primer momento, sintió que el corazón se le partía a pedazos. No había querido verlo. No había traducido a palabras esos signos dispersos, todas las vaguedades que, juntas, tenían un nítido trazado de realidad que era preciso ver sin dilaciones. El cuerpo roto, las alas rotas, el tiempo convertido en un suspiro sin verdad y sin horas, no habían bastado para hacerle entender lo que pasaba. Fue una frase, la frase, solamente una frase, pero tan oportuna, tan claramente dicha en el contexto, tan expresiva al fin, una frase, la frase, con lo que se escondía y así terminó todo. Desactivó la música q

La aventura

(Pintura. Edward Hopper)  Quise tener con él una aventura. Una de esas que no tienen nombre. Que terminan apenas al principio. Que no escarban el alma. Quise que fuera mío, aunque solo una noche. Una noche en la que el aire hablara. Una noche en la que el cielo abriera una puerta cerrada a cal y canto. Quise que la pasión fuera la música. Que se encendiera el fuego de los cuerpos perpetuos. Una llama para envolvernos toda.  Así lo dibujé instante tras instante, lo escribí con palabras, lo cultivé en los sueños. Así esperé que existiera el milagro, que un deseo amanecido lo trajera hasta mí. Pero el sonido helado de su voz me devolvió a la tierra. Me contestó sin verme y sin sentirme. Me convirtió en la sombra que todavía perdura. 

Una mujer escribe

Si pudiera, te escribiría una carta. Sería una larga misiva, con puntos suspensivos, cursivas, negritas, las tildes en su sitio, comillas y una plaga de interrogaciones y admiraciones. Una carta compuesta de palabras y de deseos. De miedo y de evidencia. Sería una carta inevitable, una carta que no puede dejar de escribirse ni aun de lanzarse al mar como ese mensaje en la botella.  La carta tendría varios párrafos. Tengo que explicarte tantas cosas…No sería suficiente una breve pincelada, no entenderías así todo lo que tengo que contarte. Las palabras no bastarían, por eso un ejército de acompañantes llevarían de la mano las sílabas y las letras hasta su destino. Lo suyo es que la carta fuera en papel suave, de color champán, con doradas letras y un sobre precioso, que llevara un membrete con mi nombre y el tuyo en mayúsculas, o quizá en letra antigua, de esas que aparecen en las películas que te gustan.  Sería una carta sincera. Tal vez demasiado. Una carta que tú leerías

Nadie, al otro lado

(E. Hopper) Como si alguien hubiera levantado de improviso una tapia imposible delante de su ventana, las horas transcurrieron ese día a falta del aire fresco que mueve lentamente los visillos sin posarse. La vida cotidiana continuó sin cambios. Una cosa y la otra, engarzadas en las horas que pasan sin pararse, pero también sin la vivacidad de siempre. Las manos intentando encontrar el camino transitado de las palabras, ese espacio conocido en el que sabía moverse mejor que en cualquier otro. Pero no llegó el milagro. Letras, sílabas, consonantes y vocales parecían tener pereza para hallarse. No supo el motivo. La única realidad era que, al otro lado de la vida, allá en el horizonte, ya no había nadie. Nadie, al otro lado. 

El amor es un miedo que nos asalta a veces

"Adiós. Lo siento. No puedo amarte más. Quizá nunca he podido"... El mensaje aparece precedido de ese leve sonido tan ansiado. Yo lo estaba esperando. Sabía que estaba escrito desde siempre y que sólo aguardaba el segundo exacto de cruzar, como las alas frías de una paloma, el espacio brillante de la pantalla del iPad. "Adiós" me dices. Sin compasión alguna, sin una riada de besos de cartón. Sin recordar qué fuimos aquellas horas en que elevamos sueños como si fueran cuerpos que se tocan. Amor, me has dicho adiós y estoy completamente derrotada, cerrados ya mis ojos a la luz, pájaro a la deriva el corazón que tuve entre las manos, aquellos momentos en que escribiste "cielo" y era tan sólo un maquillaje de forzadas mentiras.

La playa

Mírame. Ha caído la noche. Antes, sin hacer ruido, el sol se ha marchado por el horizonte y, en su lugar, la luna en cuarto creciente aparece suspendida sobre la oscuridad de un cielo sin estrellas. Todas las estrellas han ocultado su brillo para que ella, la luna, sea el centro del universo. Mírame. La playa está desierta. La tibieza de la arena, blanca y tan fina que se desliza imperceptible entre los dedos, ha acogido mis pies desnudos. Se balancean en un movimiento que tiene el aire perenne de una contradanza. Parece que quieren adentrarse en el viejo secreto de una tierra llena de contradicciones. Mírame. Ahora mis ojos tiemblan. Se abaten las pestañas y vuelven la mirada hacia dentro buscando las razones. Se encoge el corazón al entender, sin tiempo para dudas, que hay cosas que, una vez perdidas, no tienen ida y vuelta. Se perecen. Óyeme. Te he dicho tantas cosas. He susurrado tu nombre en silencio. Te he guardado en el cofre de los sueños. Hay una ofrenda que no puedo entre

La pregunta

He perdido el eco de mi nombre, mezclado entre voces ajenas, entre engañosos murmullos. El silencio cómplice que poseí tiempo atrás ha dado paso a la confusión, al griterío, a la alharaca. Quién soy. Qué estoy haciendo aquí. Qué amo. Qué preciso. Cuáles son mis sueños. He lanzado las preguntas al viento, pero el aire las ha devorado y ha devuelto tan solo interrogantes. He lanzado las preguntas al agua y el temporal las ha convertido en cenizas, en lava de volcán. Preguntas sin respuesta para un tiempo sin esperanzas. He sido lo que ahora no recuerdo. Esta noche la luna se ha adueñado de un firmamento oscuro, yermo de estrellas, escrito en tinta china. El centro de la bóveda rodea el cuarto creciente y debajo la arena, que hace horas abrasaba, se ha tornado en azúcar cálida y sin terrones. Los pies, desnudos, los pies descalzos, todo, desnuda entera yo, mi corazón desnudo. Me he mirado a mi misma a través de un espejo, Alicia sin vestidos, sin números ni reinas. He cruzado el umbra

El abrazo

Lo pensó sin poderlo evitar. Aunque lo había intentado con todas sus fuerzas. No pensarlo, no desear nada, no esperar, no sentir. Lo pensó y lo dijo en voz alta. Aunque solamente ella oía su soledad, únicamente a ella le llegaba el eco de su voz traspasada. Palabras que nada significan para otros, se dijo. Palabras huecas, sentimientos insulsos, pensamientos vacíos. Solo una vez. Necesito abrazarte por una vez tan solo. Una vez solo para sentir el calor de tus brazos. Tu aliento en el hueco de mi cuello, en mi nuca. Una vez solamente para notar la presión de tus hombros, el peso de tu cuerpo. Necesito abrazarte. Aunque sea el último de los abrazos que reciba. Aunque ningún abrazo llegue después del tuyo. Aunque esté condenada a sufrir de ausencia toda la vida. Todo el tiempo sin ti, pero dame tu abrazo. La noche la sorprendió pensando. Llegó la aurora y aún tenía el deseo clavado entre sus ojos. Un abrazo, pensaba. Un abrazo que me alcance el calor que ya no tengo. Un abra

La espera

Podría decirte que eres un canalla. Un desaprensivo. Que me has tomado por una puta. Alguien que se vende por placer. Y que me merezco por eso el consiguiente castigo: esperar. Esperarte. Que mi vida de mujer casada razonablemente feliz se ha venido a pique porque soy una persona insatisfecha y tú solamente has jugado un papel secundario. El de alguien que me ofrece lo que nunca he tenido. Placer. Podrás decirme que fue bonito mientras duró y que nada tiene demasiada importancia, que no se puede ser tan intensa, ni tan romántica, ni tan sentimental. Que, al fin y al cabo, la vida son dos días y hay que vivirlos a tope. Podríamos intercambiar estas frases si tú no hubieras desaparecido, si supiera donde encontrarte, dónde estás y cómo te llamas. No tienes nombre ni dirección ni biografía. Y yo soy una mujer a la espera.  No se puede vivir esperando. No se debe esperar nada de alguien que te confiesa el primer día sus intenciones. El único día. No soy una mujer fácil, ni un

Esa clase de amor

Creo que era de Doris Lessing. Y ese era su título. "Esa clase de amor". Pero el tiempo ha pasado y la memoria me flaquea. Ese recuerdo dudoso me ha servido para ilustrar esta fotografía y para convertir en palabras la música que oigo, en ese ejercicio cotidiano, impresionista quizá, o luminista, escritura automática, dadá, que hago con el lenguaje y el sonido y la imagen.  Descubrí hace algún tiempo que hay tantas clases de amor como amantes. Y, en la línea de la educación que recibí, dudo que sea amor lo que a veces he sentido, dudo de haber sido amada, dudo de todo. Al fin, debería dar lo mismo. Poner nombre a las cosas no les añade nada, no sirve sino para movernos en el terreno movedizo de las palabras y eso, cuando hablamos del terreno aún más movedizo de los sentimientos, es absurdo. Inútil, os diría. Me diría.  Hay amores que duelen. Enormemente incluso. Amores que arrasan y te dejan sin fuerzas. Que evaporan lo que eres y lo que vives. Amores líquidos

El espejo

No supo como, sin apenas darse cuenta, el espejo le devolvió otra imagen. La última vez que se detuvo en el rellano de la escalera, frente a la gran luna que ocupaba casi una pared, observó el reflejo de una mujer joven, con los ojos sonrientes y una expresión satisfecha. Tenía bonitos hombros y un chal de seda por encima, que cubría un ligero vestido de verano. Toda en ella respiraba la alegría de saberse una mujer deseada, de entender que, a su paso, los hombres iban a girarse a mirarla.  No supo nunca como, al cabo de unos años que transcurrieron sin conciencia de ello, el espejo le ofreció otra visión. Unos ojos cansados, una mirada turbia, una sonrisa áspera, unas manos doloridas, una figura llena de interrogantes. Se preguntaba a sí misma cómo había ocurrido esa transformación, por qué era otra persona sin haber terminado de gozar de la anterior. Qué extraño sortilegio había logrado el cambio, sin ella percatarse, sin ser consciente apenas de que había algo de lo que dis

El largo y cálido verano

El verano es un cuadro impresionista. Un camino bordeado de árboles dorados. Un espacio sideral, único, en el que las voces se mezclan con el canto de los grillos. Un lugar en el que nos encontramos, tú y yo, en el abrazo. El calor se funde en los cuerpos. El sudor nos llena de esa pátina helada que nos estremece. El verano es un cuadro impresionista. Pinceladas, colores, aire libre, dos figuras que caminan una al lado de la otra sin destino y sin origen. Solas. He sentido tu aliento y he buscado tu boca. He hallado tu cintura sin poderlo evitar. Te he besado. Y una constelación de fuego y de caricias se ha elevado conmigo. El verano, las noches, las flores en el borde del camino, todo se funde en todo, como si no pudiera evitar la esperanza. Así los sueños se escriben en verano, con la imagen de quien convierte la vida en vida. Sueños y espacios libres de mentiras. Realidades cansadas. Las noches se han escrito con risas y con sueños. Una vez me miraste, lo sé. Porque sent

De Sorolla a Hopper, pasando por Zuloaga

Cruzas una ciudad herida de semáforos, un paraíso de chanclas y bermudas. Gente que no se reconoce, extranjeros vestidos de colores extraños. Estás fuera de todos y lo sabes. Solo contigo misma. Te adentras en el fondo, en el centro del aire y allí, sencillamente, en una plaza oculta, hallas el edificio que buscas y en él subes las altas escaleras, rechazas ascensores y buceas en los cuadros. Nombres que te recuerdan tus años de estudiante, tus años de extranjero, tus años de visitas a galerías, museos y otros varios lugares donde el arte se guarda siempre en dosis muy pequeñas.  Las palabras se habían escapado de tus manos, como esas palomas que frecuentan el pequeño local en que, de noche, vacías conversaciones entre voces amigas. Pero he aquí que la visión de estos cuadros las retorna a tus ojos y tu mente y estás ya deseando sentarte a teclear con la convicción de quien tiene un motivo para hacerlo. Mar, bañistas, vestidos, muchos barcos, playas, el tiempo en que la gente

Soledades

A veces lees un poema y entiendes el significado exacto de las palabras. El poeta las escribió y tú las recibes como si hubieran sido escritas para ti, incluso como si tú las hubieras escrito. En ocasiones paseas por una ciudad y sus calles, sus edificios, están llenos de una pátina especial que te llama a entenderlos, como si tu itinerario sentimental se escribiera de la misma forma que se trazaron en su día las líneas, los recovecos, las cuestas, de su topografía. También puede ocurrirte con una película. Las imágenes se enlazan entre ellas y se introducen dentro de ti, en tu cabeza, en tu corazón, creando una simbiosis perfecta, con un lenguaje propio que tú conoces y que tiene las claves de tantas sensaciones que te resultan imposibles de explicar...Nadie, salvo tú misma, entiendes el motivo de esa identificación que se abre paso a veces... Confieso que me gusta Hopper y que su pintura me lanza una llamada, un hilo de mensajes, como si fuera una red social que te pregunta, que