Ir al contenido principal

"Olga" de Bernhard Schlink

Bernhard Schlink saltó a la fama literaria, es un decir, con su novela "El lector", que publicó en español esta misma editorial. Su trabajo como juez no le impide continuar con la escritura de relatos y novelas que Anagrama va publicando periódicamente. El trasfondo de la historia de Alemania desde finales del siglo XIX y, sobre todo, durante el convulso siglo XX, está muy presente en sus obras y en sus preocupaciones. La literatura es la manera en que solventa algunos ajustes de cuentas con el pasado y también en la que se explica acontecimientos que traumatizaron y todavía traumatizan a sus paisanos. Alemania ha tenido una historia difícil y asumirla quizá requiera de tanta reflexión como imaginación. 

En esta ocasión la protagonista del libro es una mujer pobre. Esto limita sus posibilidades y la sitúa dentro de un mar de zarandeos que contribuirán a la desgracia, porque la pobreza es un plus añadido en un mundo convulso y desmembrado. Olga es huérfana y vive con su abuela, aunque su máxima referencia sentimental es el joven del que está enamorada, Herbert, que, por pertenecer a una familia de clase superior no parece destinado a ser su pareja. Al menos eso es lo que tiene claro su propia familia. El amor es caprichoso, no obstante, y desde Shakespeare, voluble y lleno de peligros, así que la vida de Olga está marcada tanto por la subsistencia como por la presencia interior de un sentimiento que no se verá compensado en la vida real. En este sentido el libro es, a la vez, íntimo y global. Lo grande y lo pequeño. Lo que afecta a los ciudadanos en general y la vida de Olga, una vida única, sencilla y sin relevancia exterior. Ese doble juego, la emoción y los hechos históricos, conjugan una doble esencia que preside todo el libro. 

También son múltiples los narradores: un narrador en tercera persona que nos cuenta la vida de Olga; un testigo directo que la conoció en una determinada época de su vida; las cartas, el torrente epistolar que Olga dirige a Herbert y que nunca obtendrán respuesta. Estas cartas frustradas, esta comunicación de una sola dirección, esta escasa reciprocidad, serán otro elemento pendular de la obra. Nada hay peor que hablarle al viento. Todavía más difícil resulta escribir a un muchacho que se ha marchado a la guerra, que se mueve por el mundo en una u otra misión y cuyo paradero, incluso su propia existencia cierta, se desconoce. Es la tela de araña que envolverá a Olga porque nunca podrá cortar los lazos. 

El estilo de Schlink acusa esta doble vertiente narrativa y juega con las voces diferentes y también con los puntos de vista complementarios que terminan por completar el mosaico final del relato. Cada tesela tiene su misión y todas ellas dibujan un paisaje a la vez interior y exterior, manteniendo un equilibrio justo entre lo que es objetivamente cierto e, incluso, tiene una base histórica conocida, con lo que se construye a partir de la invención literaria del escritor. Verdad e Imaginación, las dos bases de la novela, son aquí también los ejes del argumento y el sostén del espacio vital de la obra. 

Olga. Bernhard Schlink. Editorial Anagrama. Colección Panorama de Narrativas. Junio de 2019. Traducción de Carles Andreu. 

Comentarios

Marian ha dicho que…
¡Hola! me gustó mucho esta novela que leí recientemente.La prosa y el estilo de Schlink que descubrí en "Mujer bajando una escalera" (te la recomiendo si no la has leído) me encanta.
Saludos
Dorothy ha dicho que…
Me ha encantado 'Olga'. Me ha dolido, pero me ha gustado mucho. Es muy Schlink, por la ambientación y por esa manera que tiene de meterse en la cabeza (y el corazón) de las mujeres. hubiera deseado que durara 200 páginas más...

Entradas populares de este blog

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c

La hora de las palabras

 Hay un tiempo de silencio y un tiempo de sonidos; un tiempo de luz y otro de oscuridad; hay un tiempo de risas y otro tiempo de amargura; hay un tiempo de miradas y otro de palabras. La hora de las miradas siempre lleva consigo un algo nostálgico, y esa nostalgia es de la peor especie, la peor clase de nostalgia que puedes imaginar, la de los imposibles. Puedes recordar con deseo de volver un lugar en el que fuiste feliz, puedes volver incluso. Pero la nostalgia de aquellos momentos siempre será un cauce insatisfecho, pues nada de lo que ha sido va a volver a repetirse. Así que la claridad de las palabras es la única que tiene efectos duraderos. Quizá no eres capaz de volver a sentirte como entonces pero sí de escribirlo y convertirlo en un frontispicio lleno de palabras que hieren. Al fin, de aquel verano sin palabras, de aquel tiempo sin libros, sin cuadernos, sin frases en el ordenador, sin apuntes, sin notas, sin bolígrafos o cuadernos, sin discursos, sin elegías, sin églogas, sin

Siete mujeres y una cámara

  La maestra de todas ellas y la que trajo la modernidad a la escritura fue Jane Austen. La frescura de sus personajes puede trasladarse a cualquier época, de modo que no se puede considerar antigua ni pasada de moda, todo lo contrario. Cronológicamente le sigue Edith Wharton pero entre las dos hay casi un siglo de diferencia y en un siglo puede pasar de todo. Austen fue una maestra con una obra escasa y Wharton cogió el bastón de la maestra y llevó a cabo una obra densa, larga y variada. Veinte años después nació Virginia Woolf y aquí no solo se reverdece la maestría sino que, en cierto modo, hay una vuelta de tuerca porque reflexionó sobre la escritura, sobre las mujeres que escriben y lo dejó por escrito, lo que no quiere decir que Edith y Jane no tuvieran ya claros algunos de esos postulados que Virginia convierte en casi leyes. Ocho años más tarde que Virginia nació Agatha Christie y aunque su obra no tiene nada que ver con las anteriores dio un salto enorme en lo que a considerac

Rocío

  Tiene la belleza veneciana de las mujeres de Eugene de Blaas y el aire cosmopolita de una chica de barrio. Cuando recorríamos las aulas de la universidad había siempre una chispa a punto de saltar que nos obligaba a reír y, a veces, también a llorar. Penas y alegrías suelen darse la mano en la juventud y las dos conocíamos su eco, su sabor, su sonido. Visitábamos las galerías de arte cuando había inauguración y canapés y conocíamos a los pintores por su estilo, como expertas en libros del laboratorio y como visitantes asiduas de una Roma desconocida. En esos años, todos los días parecían primavera y ella jugaba con el viento como una odalisca, como si no hubiera nada más que los juegos del amor que a las dos nos estaban cercando. La historia tenía significados que nadie más que nosotras conocía y también la poesía y la música. El flamenco era su santo y seña y fue el punto culminante de nuestro encuentro. Ella lo traía de familia y yo de vocación. Y ese aire no nos abandona desde ent

“Anna Karénina“ de Lev N. Tolstói

Leí esta novela hace muchos años y no he vuelto a releerla completa. Solo fragmentos de vez en cuando, pasajes que me despiertan interés. Sin embargo, no he olvidado sus personajes, su trama, sus momentos cumbre, su trasfondo, su contexto, su sentido. Su espíritu. Es una obra que deja poso. Es una novela que no pasa nunca desapercibida y tiene como protagonista a una mujer poderosa y, a la vez, tan débil y desgraciada que te despierta sentimientos encontrados. Como le sucede a las otras dos grandes novelas del novecientos, Ana Ozores de La Regenta y Emma Bovary de Madame Bovary, no se trata de personas a las que haya que imitar ni admirar, porque más que otra cosa tienen grandes defectos, porque sus conductas no son nada ejemplares y porque parecen haber sido trazadas por sus mejores enemigos. Eso puede llamarse realismo. Con cierta dosis de exageración a pesar de que no se incida en este punto cuando se habla de ellos. Los hombres que las escribieron, Tolstói, Clarín y Flaubert, no da

La construcción del relato en la ruptura amorosa

Aunque  pasar por un proceso de ruptura amorosa es algo que ocurre a la inmensa mayoría de las personas a lo largo de su vida no hay un manual de actuación y lo que suele hacerse es más por intuición, por necesidad o por simple desesperación. De la forma en que se encare una ruptura dependerá en gran medida la manera en que la persona afectada continúe afrontando el reto de la existencia. Y en muchas ocasiones un mal afrontamiento determinará secuelas que pueden perdurar más allá de lo necesario y de lo deseable.  Esto es particularmente cierto en el caso de los jóvenes pero no son ellos los únicos que ante una situación parecida se encuentran perdidos, con ese aire de expectación desconcentrada, como si en un combate de boxeo a uno de los púgiles le hubieran dado un golpe certero que a punto ha estado de mandarlo al K.O. Incluso cuando las relaciones vienen presididas por la confrontación, cuando se adivina desde tiempo atrás que algo no encaja, la sorpresa del que se ve aban