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El aliento de la belleza

  (Joon Brandt, Halden, Noruega, 1975) (José Manuel Ballester, Madrid, 1960) (David Pullum, Londres, ?) (Trey Ratcliff, Austin, Texas, USA, 1971) (Scott Stulberg, Los Ángeles, California, ?) La fotografía sigue dando nombres y produciendo obras. En este siglo XXI hay ya algunos fotógrafos que están produciendo un trabajo digno de valorarse. La búsqueda de la belleza, entendida cada cual a su modo, sigue siendo el noble objetivo que persiguen. Belleza en un brillante paisaje africano, lleno de flamencos que pisotean el agua produciendo luces y sombras; o en el juego de colores de unos edificios casi galácticos; en el acto sencillo de lanzar el ramo de novia a las amigas, dando lugar al asombro y la risa; en las estructuras rectas, horizontales y verticales, de un edificio que muestra el color como si fueran pinceladas; o en un retrato de mujer, motivo reiterado de las obras fotográficas desde siempre. Estos fotógrafos, ahora mismo en el top, siguen mostrando el aliento de la belleza. 

El reencuentro

  (Foto: Lee Towndrow) Desde hace algún tiempo algo que me parecía un inconveniente (tener mi biblioteca repartida entre dos casas) ahora lo veo como una ventaja. Para los amantes de los libros nuestra biblioteca es algo tan querido y valioso que nos cuesta separarnos de los libros y tenerlos lejos. El objeto libro tiene, por nuestra parte, un culto merecido y ya no se trata de lo que se cuenta, sino del envoltorio en sí. Ya no se trata, tampoco, del objeto, sino de las palabras que contiene. Una simbiosis imposible de separar. Nuestros libros son un auténtico tesoro propio e inseparable. Mi madre, que era también una lectora contumaz, tenía su librería de color amarillo llena de sus libros favoritos y nadie ha osado después de su muerte separar esos libros de esa casa y de ese lugar. Esos son sus libros, están ahí y no se puede romper esa quietud sagrada.  Pero me he reconciliado con la idea de tener dos casas y dos bibliotecas. Cuando llega el verano y cambio de casa, me encuentro co

La mujer que duda

(Fotografía de Saul Leiter) Esta preciosa fotografía de  Saul Leiter  publicada en 1963 en la revista  Harper´s Bazaar  me sirve para ilustrar una idea tan difícil como capital en mi manera de entender la vida. La duda, la permanente duda, no sobre el mundo o no solo. La duda sobre mí misma, sobre la manera de abordar las situaciones, de resolver los problemas, de tratar las relaciones humanas. Da igual que sea amor, amistad, trabajo, familia...la duda permanece cuando las horas chirrían, cuando hay palabras que salen de ti aunque no querrías que eso ocurriera, cuando no entiendes a los otros o no te entiendes.  Siempre que surge un desencuentro con alguien yo dudo. Esa duda es un sentimiento doloroso, poco ejemplar. Nadie querría dudar tanto si pudiera. Mejor la seguridad, la evidencia de que has hecho lo que debías y que la culpa es de los otros. Mejor sentir que eres una persona cabal, que no actúas por egoísmo o interés. Mejor notar lejos de ti el apasionamiento que te

La página del tiempo

  William Merrit Chase:  En el parque. Un camino , 1889. Amanece. El cuerpo se pregunta por los dolores viejos. Están ahí, reaparecen después del leve paréntesis de la noche. Y luego, fuera ya de la neblina del despertar, surge la gran interrogación, la que no cesa cada día: qué hago...Recuerdas entonces otro tiempo, pasas la página y miras otras cosas, las que eras. La ducha, el desayuno y el vestido. Y la calle, el aire fresco, y el aula y los alumnos. Ese tiempo que nunca pensaste que llegaría a acabar y que ha terminado dejándote sin nada, sin motivos, sin horas, con pesares.  Qué hago, dices. Y nada de lo que se te ocurre tiene mucho significado. Cualquiera de esas tareas podrías dejar de hacerlas y no pasaría nada. Nada es la palabra y vuelve a tu cabeza una y otra vez. Y los dolores. Y los adioses. Y el vacío. España limita al norte con el mar Cantábrico... Lo odias casi todo. Odias a los que son felices. Odias las ausencias. Odias a los que ríen y a los que van de vacaciones. L

Bogart y Hammett: El halcón maltés

  Detrás de la publicación, en 1930, de la novela negra de Dashiell Hammett "El halcón maltés", está la editora Blanche Knopf , de la editorial del mismo nombre que compartía con su marido, Alfred. Una visionaria de la edición que se dio cuenta del potencial que tenía el escritor cuando leyó sus relatos de la revista Black Mask, lugar emblemático en el que publicó sus cuentos e historias gráficas. Cuando Blanche Knopf dio a Hammett la oportunidad de volver a la revista y publicar sus novelas, él estaba desesperado porque se encontraba, literalmente, sin un centavo, con dos hijas y una mujer a las que mantener y una enfermedad crónica, la tuberculosis, que lo perseguía desde muy joven y que le había obligado a dejar su trabajo de detective en la Agencia Nacional Pinkerton. De modo que Blanche puede considerarse la tabla de salvación de Hammett y su finísimo instinto de editora hizo aquí un asombroso milagro porque, al acogerlo en su revista en buenas condiciones económicas,

El sol se asoma por cualquier rendija

  (Fotografía de Nina Leen, 1957) Siempre es una sorpresa que el sol se asome. Sobre todo en los días de intenso frío, en las postrimerías de la lluvia o cuando el invierno avisa de su llegada, solemne, terso y disputándose el honor de hacerte la vida imposible. Entonces el sol sorprende más, porque sus rayos, su luz, siempre parecen estar en disputa con la oscuridad y el desasosiego. Dicen que el sol es un alimento que el cuerpo no puede rechazar y la mente lo ansía en todas las latitudes, incluidas aquellas en las que es una rara avis , una manera extraña de aparecerse tras las montañas o las nubes. El sol se parece a una conversación en la que todo está transcurriendo de una forma plana, sin nada que la anime, sin que existan divergencias o disputas, ni tampoco esas exclamaciones que organizan el júbilo cuando surge. El sol se parece a esas palabras dichas con un enorme atrevimiento que rompen el hilo de lo hablado y que necesitan esculpirse en alguna clase de soporte, para que los

Lucía, en la intemperie

  Lucia Berlin (1936-2004) es una de esas figuras ocultas (casi siempre femeninas) que se desvelan de milagro o de casualidad y nos hacen preguntarnos dónde estaban. No estaban en ningún sitio y eso es lo malo. Los más interesados en que nuevos (y buenos) escritores salgan a la luz son los lectores, porque para ellos (para nosotros) es savia, aliento y sorpresa. Luego hay algunos editores que buscan el hallazgo sensacional (o el peloteo) y también están los escritores, a quienes, en general, nada interesa, ni las voces nuevas, ni los redescubrimientos, ni la búsqueda del talento (salvo si es el suyo propio). Muchos gastan ese curioso polifacetismmo que los hace también, a la vez, editores, traductores, críticos literarios, reseñas y activistas culturales. Una curiosa simbiosis que los convierte en arte y parte. Quizá por supervivencia o por asegurarse que no van a depender de tal o cual círculo, que aquí los círculos son, en ocasiones, cuadrados.  Los escritores son ese gremio que se r

Solo quería hablar de amor

Abrazaría a Gabriel Byrne sin conocerlo. Si me cruzara con él por la calle, en un acto social, en una librería, en la alfombra roja. Así que entiendo a Emmanuelle Devos, que, después de encontrarlo en un tren, decide buscarlo en París, la ciudad a la que los dos se dirigen, uno a un funeral de una amiga y ella a una oferta de trabajo. Lo busca y lo hace con la naturalidad de quien no puede hacer otra cosa. Cuántas veces nos ocurre eso mismo: hacemos lo único que podemos hacer. O mejor, lo único que no podemos dejar de hacer. En el tren ha habido un cruce escaso de palabras y muchas miradas. Es la mirada la que define el estado de ánimo de los dos. Esplendorosa Devos, atractivo Byrne.  Ella es una actriz prodigiosa que hace de actriz. Tiene una forma de abordar el personaje que lo llena de verosimilitud. Todos creemos que, en verdad, ella se ha enamorado de pronto de un hombre al que ha visto en un tren. La película va afirmando el sentimiento hasta el punto que entendemos c

Buenos días, depresión

  Los que estudiáis los efectos psicológicos de la pandemia quizá ya tenéis noticia de esta nueva estadística. El número de mujeres (hablo de ellas porque es lo que conozco) que, desde marzo de 2020, han entrado en una etapa de su vida que yo calificaría de "invisible". Y lo han hecho poco a poco, apenas sin darse cuenta y guiadas por una pulsión invencible: el miedo.  Su situación la resume Francis Scott Fitzgerald en su libro "Retorno a Babilonia" porque ya sabemos que los clásicos tienen palabras para todo lo que nos ocurre:  "No me di cuenta, pero los días fueron pasando uno tras otro y de pronto habían pasado dos años y todo se había ido, y yo también me fui" Estas mujeres fueron dando muestras de lo que se avecinaba desde el principio. Cuando el gran cierre de mediados de marzo, corrieron a confinarse, dejaron de ver las noticias porque no las soportaban, y se engancharon a ver series de televisión, películas de cine clásico, canales de youtube, incl

Hombre de blanco, mujer de azul

(Ignacio Zuloaga. Retrato del vizconde de Villamarciel) Al entrar en la gran sala azul y blanca pienso cuán distinta es la realidad de lo que aparece en los libros. Aquí están los cuadros con toda su presencia, con todas sus imperfecciones y sus secretos; los libros, en cambio, muestran una imagen apagada, ocultando la fuerza que el pintor les puso y que viene hacia nosotros cuando nos acercamos a ellos. Por eso solo abriré las páginas del recién comprado catálogo cuando pasen unos días y el frescor de la pintura se apague en mi retina. La sala se mueve a uno y otro lado. Dos grupos se balancean como si fueran olas del mar. Uno tiene por guía a un muchacho italiano, que se disculpa por hablar mal el idioma y que, de vez en cuando, comete un error gramatical que todos perdonamos y que él rubrica con una sonrisa. El otro grupo se mueve en torno a una chica española que dice, en voz muy alta, acercaos que no me como a nadie. En los grupos hay de todo: mayores, jóvenes con sho

Once upon a time... the cinema

  La cinefilia es una pasión que se hereda. Nosotros la heredamos de nuestra madre. La cinefilia de ella venía de su infancia y su juventud. Como era una niña tímida, una hija intermedia perdida entre otras que la superaban en desparpajo, como no era ni la mayor ni la pequeña ni la mediana, sino que estaba ahí sin más, encontró en el cine una forma de distracción y casi de expresión. Iba al cine casi a diario, conocía al portero de la sala y se colaba sin más. Se sabía de memoria todos los directores, los actores y actrices, los argumentos de las películas y las frases que más le habían impresionado. Le gustaba fijarse en los carteles, coleccionaba revistas donde se hablaba de los astros y, cuando se casó y se fue a vivir a una casa justo detrás de un cine de verano, entonces fue la gloria. Ir al cine era facilísimo y ver la película desde la azotea también. Así que la asignatura se convirtió en ineludible para toda la familia. Creo que le gustaba todo tipo de cine aunque siempre decía

Se viene tristeza

(Fotografía de Nerea Moreno) (Fotografía de Asier Gómez)  (Vídeo: Dreams. The Cranberries) No deberías escuchar la banda sonora de Tienes un email si tu marido ha muerto y es navidad. Nada como la música para avivar la nostalgia, la pena y la melancolía. Para atizar las brasas en la chimenea del recuerdo. Te vendrán a la cabeza esos momentos que nada puede borrar por mucho que los días transcurran. Pero los escuchas a ellos y es como si el tiempo no pasara. The Cranberries te traen pedazos de vida cotidiana, cuando la casa se ponía en marcha y escuchabas el sonido de la ducha: él estaba allí, dispuesto para lanzarse al mundo, joven, fuerte, afeitado y elegante. Y te ves a ti misma buscando en el armario la ropa del día, ropa bonita, no en vano el amor siempre ha de encontrarte proclive a la belleza y tú lo eras todo para él y él lo era todo para ti. El tintineo del café y el gesto de recoger el maletín y las llaves del coche (un coche precioso, moderno y veloz), y los pasos al unísono

Grises tirando a rosa

  (Paul Cornoyer. Washington Square)  El día amanece gris pero sin convicción. Estamos esperando la lluvia y consultamos con ansia de comprobación el tiempo en el teléfono. Esa maravilla de internet, quién la hubiera tenido de muy joven. Las cosas que podríamos haber hecho, los chicos con los que hubiéramos ligado, los amores que se hubieran cruzado con la vida...Cuando el día avanza, observo que ese gris es engañoso, que no respeta las expectativas y que no tiene intención de convertirse en lluvia. Si no llueve, ese gris se habrá desperdiciado porque un día sin sol solo tiene razón de ser si llueve, si el agua mansa cae sobre la plaza y la convierte en tibio y palpitante espacio donde los niños con botas de agua dan saltos como hicimos nosotros en la calle de la infancia, charcos que dejaban huella en todo, madres que reñían, padres que sonreían, al fin y al cabo no era una trastada demasiado importante.  La música está diciendo su reiterada frase, que escucho cada vez que suena y más

Esa verdad

  Durante casi dos años estuvo viviendo en un vaivén que no sabía descifrar. Toda su vida giraba en torno al misterio. Y el misterio se organizaba en una sola frase: “¿Qué soy para él?” Esa frase era un tormento. Aparecía y desaparecía sin poderlo evitar. Una y otra vez. Como las olas que vuelven a la orilla, la arrasan y desaparecen. En ocasiones, la apariencia la llevaba al conformismo, incluso a una gota de felicidad bastante incierta. Pero la mayoría de los momentos eran turbios. Como si en una botella de cristal el agua se mezclara con una gota, solo una gota, de cemento, y convirtiera esa masa en algo viscoso y gris, sin limpieza, oscuro.   La única verdad interior estaba en su sentimiento. Ella lo amaba. Era un amor sin condiciones. Sabía que él no merecía ser amado. Sabía que era egoísta, de proceder engañoso y que su egocentrismo superaba cualquier cálculo. Pero daba en pensar que la culpa no era suya, que todo se debía a una crianza imperfecta, a una niñez triste con una mad

La historia de Paquita de Urquía

  (Flappers. años 20. Autor anónimo) De vez en cuando indago en Internet sobre Baeza y sus cosas. Es una costumbre que me queda de los buenos ratos que he pasado allí, de la ley que le tengo a la ciudad y a su paisaje. En algún lugar privilegiado de la memoria está ese curso de poesía en el que conocí a tanta buena gente y del que aprendí muchas cosas, no todas académicas, claro está. En el calor asfixiante de aquellos días de agosto está el incendio que nos perseguía al subir a Beas de Segura. Las monjas de clausura cantaban las letrillas que compuso San Juan de la Cruz. Los almuerzos y las cenas nos reunían en el mismo angosto local a estudiantes y profesores, en torno siempre a la poesía, que era el tema del curso. En un cuchitril al lado del instituto donde enseñó Machado y donde se desarrollaba el curso, los cafés del descanso se convertían en un gozoso momento de intercambio: Luis García Montero estaba allí hablándonos de Alberti y por ahí está esa foto en el que mi amiga Patri y