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Demasiado blando para ser sheriff

Lo que más me llama la atención de esta película es Sylvester Stallone en su papel del sheriff Freddy Heflin. Pero no un sheriff usual, de esos que entendemos como normales en los Estados Unidos. Además de sheriff, o quizá por eso, es un buen hombre, pacífico, sin ganas de gresca y muy enamorado de una mujer que se ha casado con otro y por la que perdió la audición de un oído. Esto le ha imposibilitado ser un verdadero policía, que era su gran deseo. Así que aquí está, en el pueblo de Garrison, creado exprofeso para que vivan lo más tranquilos posibles muchos policías que trabajan en la zona de Nueva York.  Tampoco Robert De Niro hace uno de sus papeles usuales de capo de la mafia, de matón o de jefe de lo que sea. Este Teniente Moe Tilden, de Asuntos Internos, implicado hasta el fondo en un asunto raro que quiere descifrar caiga quien caiga, ofrece una cara menos estereotipada del actor, que no ha debido engordar ni adelgazar ni simular otro acento. Su físico es el de él mismo.

"El ladrón de orquídeas" de Susan Orlean

"El ladrón de orquídeas" es el libro más conocido y admirado de Susan Dorlean (Cleveland, Ohio, 1955). Esta periodista y escritora lleva escribiendo en la maravillosa revista The New Yorker desde el año 1982. Como tantos americanos, procede de una familia de emigrantes judíos de Europa del Este y tiene una importante formación inicial, en historia, literatura y periodismo. Algunas de sus obras han sido llevadas al cine y con gran éxito. La editorial Anagrama acaba de re-publicar el libro, en su colección Compactos, veintiún años después de su publicación original en 1998 y diecisiete años más tarde de la primera publicación en la editorial, en 2001, con la traducción de Txaro Santoro y Cecilia Ceriani. Orlean utiliza registros muy variados en su escritura, tanto reportajes, como libros de viaje, artículos, ensayos y crítica literaria, al tiempo que ficción.  "El ladrón de orquídeas" tiene un extraño tema. Presenta a un personaje curioso y estrambótico, el cu

No es amor el amor que muda a cada instante...

Marianne Dashwood sale de la casa, de la pequeña casa en que ahora vive con su madre y hermanas. Se dirige andando por el bosque sin árboles, por una extensión verde sin aristas, a la loma desde que la que se divisa la casa de Willoughby. La mira con los ojos llorosos y entonces la lluvia comienza a caer con enorme fuerza. Es una lluvia densa de nostalgias. Una lluvia que arrasa, que hipnotiza, es la lluvia que le trae otros recuerdos, el tiempo de las risas y los besos, otro tiempo.  Se queda hipnotizada recitando por dentro los versos que leyeron juntos en esos días en los que compartían una forma distinta de contemplar las cosas. Recita los versos y el soneto se convierte en la banda sonora de sus sueños perdidos. Lo ha dejado atrás todo. Ya no tiene alegría. El vestido se ondula con el viento, la capa se estremece. Un lazo en el escote se ha vuelto una finísima tira chorreante. Nada le importa. Ella es la juventud y quizá por eso no entiende que su amor se haya convertido

"La dependienta" de Sayaka Murata

(Pintura de Kano Eino) Una vez, hace algún tiempo, escribí la historia de una chica japonesa que tenía una tienda de flores. La chica, que se llamaba Keiko, tuvo que cerrar la tienda porque algunos competidores malvados no la dejaban vivir. Así que se marchó de su casa y se acomodó entre telas allá en el barrio de los pobres. Una muestra de dignidad oriental que nos puede resultar, incluso, dudosa. La historia se llamaba, se llama, El tiempo de los cerezos en flor. Desconozco el motivo por el que me atrae tanto la literatura japonesa, esa mezcla de exhibicionismo y misterio; de ocultación y evidencia. Las novelas negras de los autores japoneses siempre parecen temer que se saque a la luz demasiado y que se esconda lo relevante. Los nuevos autores tienen la intención aparente de conservar ese halo de originalidad dentro de unas temáticas nuevas que se ponen en colisión con la forma de vida occidental y la conmueven.  La dependienta de Sayaka Murata se llama también

Una historia por entregas: "Querido Humphrey Bogart" (y 3)

(Fotografía de Nina Leen) CAPÍTULO 3 ..."Esas frases “Tengo que hablarte. De algo. En fin…” me pusieron extremadamente nerviosa. No le pregunté. Simplemente le sugerí que me lo contara por teléfono, pero él se negó, ya lo he dicho, así que tuve que esperar a vernos. Y no era fácil. Su vida está montada alrededor de una agenda muy cargada y, además, dedica mucho tiempo a estar encerrado escribiendo. Eso es lo básico en su vida. Sus libros. Los demás solemos estar de relleno, como un decorado que uno cambia de vez en cuando. A veces los decorados se llenaban de gente y yo no tenía sitio. En ocasiones, me caía fuera de las bambalinas… Una semana después nos citamos en un restaurante de platos grandes y cuadrados. Era un mediodía muy caluroso del mes de abril. Abril es mi mes favorito. No solo porque cumplo años, sino porque significa el final del invierno y la llegada de un tiempo más alegre. La ropa cambia, la luz cambia, todo se convierte en otra cosa. Me encan

Una historia por entregas: "Querido Humphrey Bogart" (2)

(Martha Boss fotografiada por Nina Leen) CAPÍTULO 2 ..."Pero Fernando, según me aseguró, las remitió a todas a su comunicado oficial en el Facebook, que era, desde luego, lacónico a más no poder: “Anuncio a mis amigos de FB que me he enamorado.  De una mujer. Lo aclaro por si hubiera dudas”  La aclaración sobraba. Nadie imaginaría nunca que Fernando es gay. Su vida privada ha sido ultrasecreta hasta ahora, pero que no es gay estaba clarísimo. Más bien es todo lo contrario. Le gustaban prácticamente todas. O le gustan, quién lo sabe. Esas cosas no pueden perderse de vista, ni siquiera ante el amor apasionado que se supone siente por mí en estos momentos.  La pregunta es ¿qué necesidad tenía Fernando de anunciarlo en Facebook? Ah, pues no es fácil explicarlo. Y menos de preguntarlo. De hecho, no le he trasladado esa pregunta. En realidad, no le pregunto nada. Sólo necesito saber que me quiere. Y, en este caso, es blanco y en botella. Por un lado, se quitó de en m

Una historia por entregas: "Querido Humphrey Bogart" (1)

(Nikki Dougan fotografiada por Nina Leen en 1951) CAPÍTULO 1 "Fernando es mi amigo desde hace muchos años, más de diez creo. Es un amigo especial o, quizá no, quizá es como los amigos de hoy. Quizá es que los amigos de hoy son todos así. Amigos en la distancia. Nuestra relación es guadianesca, con períodos de intensidad y otros de vacío. Normalmente yo soy la que desaparezco. O la que desaparecía.  Cuando lo conocí los dos estábamos divorciados. Su divorcio es muy antiguo y después, supongo, ha tenido otras relaciones. Pero no he sabido nada de ellas ni creo que lo sepa nadie, salvo las interesadas. Esa discreción puede envolver muchos motivos, pero creo que el fundamental es su alergia al compromiso. Al menos esa es la impresión que me da. Tiene una serie de ideas metidas en la cabeza que te suelta en cuanto lo conoces. A saber “no voy a comprometerme con nadie”, “no aguanto a nadie”, “no me gusta que me monitoricen”. Todos sus postulados vitales empiezan con la p

Acosadoras

(Donna Mills es la chica buena en "Escalofrío en la noche") Inquietante. Este es el mejor adjetivo que puede usarse para calificar esta película,  “Escalofrío en la noche” 1971, dirigida e interpretada por Clint Eastwood.  El contraste entre el aparentemente voluble y divertido locutor de radio y la acosadora que convierte su vida en un infierno abre posibilidades dramáticas que están muy bien aprovechadas. Jessica Walter es Evelyn, la mujer que toma una copa en un pub en el que conoce a Dave Garland (Clint Eastwood) . Una historia vieja y repetida que, en cada caso, muestra tintes diferentes. Evelyn va evolucionando a lo largo del relato como si fuera una cebolla a la que se le cayeran sus sucesivas capas. De admiradora, a mujer sensual para una noche, a insistente, a acosadora, a asesina. La transformación dura lo que dura el metraje y va cambiando también la tranquila y apacible vida de Dave, que solo tenía las dudas propias de quien no sabe si comprometerse o

"Días temibles" de A. M. Homes

Escribir cuentos es difícil. Escribir buenos cuentos en dificilísimo. Leo muchos cuentos últimamente y han llegado a atraparme con la tensión que generan, la narración concentrada, la disección profunda. Estos cuentos de A. M. Holmes son así, fuertes, directos, acabados, duros.  No hay que esperar buenas noticias de ellos, ni azúcar. Son tan reales como la imaginación permite y están anclados en la vida contemporánea, ese espacio global en el que se difuminan los contornos geográficos y se abre paso un sentimiento general de decepción y de búsqueda inútil. El sentido del humor (humor negro, desde luego), los salva de caer en el pesimismo pero se mantiene ese hilo de certeza que los hace tan reconocibles.  Amy Michael Homes nació en Washington D. C. en 1961 y actualmente es profesora de la Universidad de Columbia. Su primera novela, que no ha sido traducida a nuestro idioma, se publicó en 1989. Desde el principio la ha acompañado la polémica, tanto por los temas que tra

Una morena y una rubia

Las armas de mujer no son, en el caso de Melanie Griffith, Tess en la película, ni sus peinados ni sus imposibles estilismos. Todos, tipo choni ochentera. Nada de glam ni de camp. Un horror. El pelo amarillo cardado, las hombreras descomunales, los calcetines sobre las medias de rejilla, los maquillajes teatrales…todo un recital de mal gusto propio de quien no sabe usar los cubiertos de pescado aunque tiene sobrada ambición para conseguir comer con las manos sin que a nadie le importe.  Ese papel que persigue a la actriz (salvo, quizá, en “Two Much”), de paleta ingenua con encanto y desparpajo, pero ajena al protocolo, aparece en todo su esplendor. Y se enfrenta nada menos que a una Sigourney Weaver, Catherine Parker, que, despojada de cualquier atisbo metalizado (o extraterrestre) luce con garbo modelitos de firma y lencería fina, incluso con la pata quebrada. Porque el quid de la película, su aquel, está en la guerra de ingenios entre mujeres y el motivo principal en la ambi

"El café de los pequeños milagros" de Nicolas Barreau

A Nicolas Barreau se le conoce como el autor de un best-sellar romántico, "La sonrisa de las mujeres". En sus novelas aparece la ciudad de París como el paisaje fundamental y también como el motivo, el aliciente, el telón de fondo. Son comedias amables, teñidas de sentimentalismo, entretenidas, sencillas, gozosas. Es una excepción en el universo de escritoras que se dedican a este género. Si un día te encuentras baja de tono o piensas que un libro tiene el cometido de hacerte soñar lo imposible entonces puedes leer a Barreau sabiendo, de antemano, que nada de lo que sueñes se va a convertir en realidad.  La protagonista, Nelly, una tranquila chica de 25 años (muy mayor para las heroínas tradicionales de Jane Austen y muy joven para las de las novelas de hoy) odia los aviones y comete la locura de comprarse un carísimo bolso rojo. Si alguien se lanza a un viaje armada con un bolso rojo que acaba de comprar y que se ha llevado la mayoría de sus ahorros esto significa que

Cena en claroscuro

Se puede ser muy liberal, se puede votar demócrata, se pueden usar pantalones, se puede vivir en pecado pero, ay, los hijos son los hijos y una boda es una boda. Este puede ser un resumen capcioso del argumento de la película de Stanley Kramer de 1967 “Adivina quien viene esta noche”. A cenar, añado, en una cena que se convierte en pesadilla y que pone sobre la mesa las contradicciones de la vida moderna en ese enorme país, casi un continente, en el que se dan mezcladas todas las tensiones, las posibilidades, las certezas y las dudas. Norteamérica, por extensión. EEUU, en realidad.  La cuestión racial no ha sido todavía, aunque nos parezca raro y cavernícola, superada en ese país. Puede incluso resultar lógico porque la evidencia de ese cisma previsible entre los Estados del norte y del sur es, para ellos, como nuestra guerra civil. Una brecha que no termina de cerrarse. Samuel L. Jackson, en el rol de un escritor negro que va a pasar unas vacaciones a una isla bastante elitis