A mares
En la maravilla de la playa que frecuento en verano hay siempre mucha gente con un libro en las manos. Sobre todo por la tarde, cuando el sol es más clemente y favorece la lectura cómoda en una hamaca e, incluso, tirados en la toalla o la esterilla. No sé cuántas personas, de las que veo pasear o bañarse en esta playa, son conscientes de su belleza: una ensenada cuyo perfil se cierra por un lado, con Cádiz y, por otro, con el espigón de El Puerto. Al fondo, como si se tratara de una pintura impresionista, los veleros, siempre muy numerosos, los cruceros y otros barcos de gran tonelaje que están siempre balanceándose en la línea del horizonte. Es un paraíso como aquel del que hablaba Mecano en su vieja e histórica canción "Hawai-Bombay", pero un paraíso cercano y por eso, quizás, no le damos toda la importancia que tiene. La silueta de Cádiz está al alcance de la mano, estirándose desde los astilleros y el puente Carranza hasta el final, con la punta de San Felipe. Enmedio, lo