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El doctor Johnson, por supuesto...

  El doctor Johnson, don Samuel, tuvo la suerte de que lo retratara el gran Reynolds, de modo que su aspecto ha pasado a la historia en un digno retrato en el que aparece enfrascado, naturalmente, en un texto. Dada su condición de narrador, crítico literario, lexicógrafo y observador privilegiado del canon, no se le podía retratar mejor. Por supuesto que este es el doctor Johnson del que se habla en algunas novelas de Jane Austen, el que ella menciona en sus cartas y del que dice Henry Austen que tuvo una importante influencia en su hermana a la hora de seleccionar el significado y uso de algunas palabras. Todo ello se debió a que Samuel Johnson fue el acuñador de un diccionario de la lengua inglesa que tuvo mucha aceptación, que incluía numerosas acepciones de los distintos vocablos y pertinentes ejemplos sobre su uso normal. La normativa que de ahí extrajo sigue siendo un valioso ejemplo del mejor inglés.  Samuel Johnson nació en 1709 y murió cuando Jane Austen tenía nueve años, en 1

Pasión por el arte contemporáneo. Tiempo de ARCO

  /Peter Zimmermann. Galería Filomena Soares. Portugal/ Me enamoré del arte contemporáneo estudiando la carrera. Tenía un profesor magnífico y aprendí a entender y a valorar muchos aspectos de la creación que antes tenía un poco en la oscuridad. El arte contemporáneo es todo lo contrario de lo oscuro: es claridad absoluta, es diálogo, relato e historia. Cualquier obra que tenga verdadero valor y que represente las virtudes de esta tendencia, de esta escuela, es una mirada afable, conversadora e inteligente, que deja al descubierto como nada la pasión del artista. Ningún creador se ha sentido más libre que en este tiempo, en este tiempo heredado de las primeras vanguardias y que ha dado a conocer al mundo una filosofía nueva y una praxis convertida en especialísima manera de tratar la materia del arte.  Hay algunos hilos que unen a esos artistas rechazados que después se convirtieron en canónicos, empezando por los impresionistas. Hay quien abomina de ellos y de los que vinieron después

"Los armarios vacíos" de Maria Judite de Carvalho

  Si buscas noticia en la red de la literatura portuguesa, tan lejana para nosotros y tan cercano el país, del que vivimos de espaldas, encontrarás una entrada con treinta y seis escritoras, ninguna de las cuales es Maria Judite de Carvalho . Si la información que lees se refiere a escritores portugueses del siglo XX tampoco aparecerá. Ni lo hará cuando busques bajo el epígrafe general de literatura portuguesa. No existe. No es. No está.  Maria Judite de Carvalho es otra más de las autoras escondidas de las que no sabemos nada hasta que salen a la luz con un libro que, casualmente, lees. Te llama la atención el título, la portada o quizá el hecho de preguntarte ¿quién es? El caso es que ahondas en su biografía, encuentras profundas lagunas, lees el libro y se produce el milagro del descubrimiento. Descubres un libro, a una escritora, que tiene algo que decirte y que te lo ha dicho. Así sucede todo.  Maria Judite nació y murió en Lisboa, entre los años 1921 y 1998 . No siempre vivió en

La extraordinaria vida de Muriel Spark

  (Muriel Spark por Kate Boxer. London Gallery) Si alguien se figura que el título de esta entrada es medio exagerado se equivoca del todo. Más bien podría añadir unos cuántos calificativos más a la vida de esta mujer, esta escritora, de la que se podían escribir unos cuántos libros, rodar varias películas y publicar miles de artículos. Una vida extraordinaria y, por lo tanto, apasionante. De modo que empiezas a merodear por sus libros y terminas zambullida en ella misma. Así es la cosa. No hace falta añadirle imaginación al relato, basta con los datos concretos y con el reguero de obras que dejó, algunas de ellas autobiográficas. Hace quince años que murió y las editoriales se la disputan. Saben que vende, que es una de las escritoras más leídas de este momento y así seguirá año tras año. Más de veinte novelas y otros tantos libros de poemas, cuentos, crítica literaria o biografías, avalan su trayectoria. Pero, además, está su vida. Esa que fue extraordinaria y que tiene mucho que ver

"La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey" de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows

Desconocía hasta ahora que las islas del Canal , que forman los archipiélagos de Guernsey y Jersey, habían sido los únicos territorios británicos ocupados por los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Esta es una de las cosas que se escapan en los libros de historia. Tampoco sabía que en Guernsey escribió Victor Hugo "Los miserables" . Y, por supuesto, no sabía nada de Mary Ann Shaffer . Es lo que ocurre con los libros. Abres uno y no te imaginas cuántas cosas se van a remover. Ahora mismo no logro recordar cómo he llegado hasta el libro. Creo que sería en una de esas incursiones que hago por las editoriales, mejor dicho, por sus páginas webs. Me decía mi hijo hace un rato que antes se hablaba de "ratón de biblioteca" para designar a alguien que anda perdido en la lectura y encontrando los libros más curiosos en los estantes, pero que ahora habría que usar el título, más actual, de "ratón de internet". Mouse de Internet , para ser más exactos. Él y yo so

Una granja en el condado de Clare

  En 1975 Edna O'Brien vuelve a Clare, su condado natal, en la tierra irlandesa donde nació y donde vivió hasta que se fue a vivir a Londres. La mayoría de los irlandeses hacen ese camino y, la mayoría también, quieren desandarlo y no pueden. Cuando Edna llegó a Clare ya no existía su granja, Drosboro, donde se había criado, y las cosas tenían otra fisonomía y otro destino. Así se cierra un círculo que pudo haber sido de otro modo.  En sus memorias, que ella tituló "Chica de campo" , la presencia de la naturaleza es una constante. A pesar de que en los años cincuenta, se marchó a Dublín y, después de casarse, a Londres, lleva el campo con ella. Los acantilados, los ríos y arroyos, las granjas, las labores campesinas, las manos manchadas de cuidar a los animales, la leche tibia, el suelo de piedra, las paredes hoscas, todo eso es lo que ha vivido y lo que ha retenido en su bagaje principal, el de las emociones primeras.  Salvo el último de sus libros "La chica"

La primera vez que fui feliz

  Hay fotos que te recuerdan un tiempo feliz, que abren la puerta de la nostalgia y de la dicha, que se expanden como si fueran suaves telas que abrazaran tu cuerpo. Esta es una de ellas. Podría detallar exactamente el momento en que la tomé, la compañía, la hora de la tarde, la ciudad, el sitio. Lo podría situar todo en el universo y no me equivocaría. De ese viaje recuerdo también la almohada del hotel. Nunca duermo bien fuera de mi casa y echo de menos mi almohada como si se tratara de una persona. Pero en esta ocasión, sin elegir siquiera, la almohada era perfecta, era suave, era grande, tenía el punto exacto de blandura y de firmeza. Y me hizo dormir. Por primera vez en muchas noches dormí toda la noche sin pesadillas ni sobresaltos. La almohada ayudó y ayudó el aire de serenidad que lo impregnaba todo. Ayudaron las risas, el buen rollo, la ciudad, el aire, la compañía, el momento. No hay olvido. No hay olvido para todo esto, que se coloca bien ensamblado en ese lugar del cerebro

Siempre quise vivir en una plaza

  Siempre quise vivir en una plaza. No sé si tuvo algo que ver en eso la querencia familiar por cierta película en la que la protagonista vivía en una plaza de Londres, cercada por la niebla, vecina de una anciana pizpireta que hacía demasiadas preguntas y que, al final, ayuda a que todo se solucione y a que el malvado Charles Boyer reciba su merecido y triunfe el amor entre Ingrid Bergman y el bueno de Joseph Cotten. Aunque Cotten, todo hay que decirlo, luego nos puso los pelos de punta cuando decidió cortejar a viudas ricas y cargárselas, todo ello al son de una música terrible. No es como esta música de The Cramberries que suena ahora y que inunda, totalmente, el maravilloso piso de Meg Ryan en Tienes un email. Hay que ver lo que es el cine... Se convierte en tu paisaje y terminas siendo un personaje más o un espectador privilegiado.  Siempre quise vivir en una plaza. Mi calle de la infancia era, a mí me lo parecía, bulliciosamente alegre y había siempre un sol que la atravesaba, in

39 páginas

  Algunas críticas sobre el libro de Annie Ernaux "El hombre joven" se referían a que solo tiene 39 páginas. ¿Cómo es posible que una escritora como ella no haya sido capaz de escribir más de este asunto? se preguntaban esos lectores, o lectoras, no lo sé. Lo que el libro cuenta, en ese tono que fluctúa entre lo autobiográfico y lo imaginado, aunque con pinta de ser más fidedigno que el BOE, es la aventura que vivió la propia Annie con un hombre treinta años más joven que ella, cuando ya era una escritora famosa y él un estudiante enamorado de su escritura. Los escépticos pueden decir al respecto que si no hubiera sido tan famosa y tan escritora no habría tenido nada de nada con el susodicho joven, que, además, podía ser incluso guapo y atractivo, aunque ser joven era aquí el mayor plus, lo máximo. Una mujer mayor no puede aspirar, parece decirnos la historia, a que un joven se interese de algún modo por ella si no tiene algún añadido de interés, una trayectoria, un nombre, u

Amigas

  Uno de los temas recurrentes en las obras de Jane Austen es la relación amistosa entre mujeres, en concreto, entre las jóvenes protagonistas y otras jóvenes de edades parecidas. En el caso de “Emma” estas relaciones pueden analizarse a través de dos casos, bien distintos, pero de los que podemos extraer conclusiones interesantes. Se trata de la amistad con Harriet Smith, por un lado, y con Jane Fairfax, por otro.  La primera cuestión que tenemos que destacar es que, en ninguno de los casos, hablamos de amistad entre iguales. La diferencia social que hay entre Emma y las otras dos muchachas es notoria. Se trata, pues, de relaciones asimétricas, pues la única mujer que en la novela puede mantener una relación de igual a igual con ella, por su posición, es su hermana, Isabella, pero el interés que dicha relación tiene en la historia es muy escaso, todo lo contrario que ocurre en otras obras de Austen, como “Sentido y sensibilidad”, donde las hermanas Elinor y Marianne son el eje de la n

Modelos de mujer

  Generalizar no es científico. Eso nos dicen siempre. Pero resulta difícil escabullirse a la atención de clasificar, organizar, definir, ciertas características que pueden aplicarse a más de una persona. En el universo femenino de “Emma” hay personajes que podrían ser, en sí mismos, arquetipos, si es que creemos en ellos. Pero da la impresión de que a Jane Austen no le interesaba dejar establecidos tipologías sino contar historias en las que lo sustantivo es la gente. La gente, sus pensamientos, sus ideas, sus vidas. Resulta muy atractivo adentrarse en las mujeres de “Emma”. Cada una de ellas aparece dibujada con nitidez, aunque, si apartamos de nuestra mente las imágenes que han surgido de las adaptaciones cinematográficas o de las series de televisión, tenemos serios problemas para formarnos una idea cabal de como eran si nos atenemos a los atributos físicos. Es maravilloso comprobar la importancia capital que la autora da a lo que conocemos como “forma de ser”, por delante, por sup

Una casa en la montaña

El lazo era celeste y celeste el jersey y blanca la camisa. Y el pelo rizado, en una de las ocasiones en que el viento hacía de las suyas, y el flequillo se movía a su ritmo, sin nada que pudiera detenerlo. Y entonces surgía la sonrisa y el flash del fotógrafo se conmovía sin darse cuenta de que no era oro todo lo que reluce. Cuántos errores se cometen sin saber que luego no hay salida...Aquellos años estaban cubiertos por la pátina de la amistad. Los amigos nos recibían en sus casas, nos llamaban por teléfono, nos escribían alegres cartas, venían a vernos. Todos los amigos tenían cosas que contar, fotografías que enseñar y aventuras por relatar. Los escuchábamos y hacíamos que ellos entendieran que eso era parte de vivir entonces. Pero era él. Él obraba el milagro. Conocía exactamente la forma de perpetuar las relaciones, de hacerse imprescindible, de intercambiar la vida a sorbos. Sabía hacerlo y yo, en lugar de aprenderlo, huí en cuanto pude. No se puede cambiar el destino o qui

Elegantes

  He encontrado esta foto en una red social. Me ha hecho pensar, recordar, escribir. Aparentemente solo son personas que están tomando algo en una calle de Londres, en una terraza de mesas verdes y sillas que parecen bastante incómodas. Aquí en primer plano un señor mayor. En segunda fila una pareja que está comiendo algo. Más allá otro señor. El señor mayor tiene un libro en la mano, está leyendo. En la silla de al lado hay más libros y lo que parece ser otra bolsa también llena de libros. No hay nada en la mesa, acaba de llegar o no ha pedido nada. Está absorto en la lectura. Lleva gafas de montura negra. Está concentrado absolutamente en lo que lee. La distancia nos impide ver de qué libro se trata.  El hombre mayor va muy bien vestido. Pantalón gris de raya bien planchada, una camisa clara, una chaqueta azul. Lleva calcetines azules y unos mocasines negros bien limpios. Es un hombre elegante y su elegancia no es afectada, no es cursi, no es presuntuosa, sino natural. Es elegante la

La France critique Jane Austen

  El primer crítico francés que prestó cierta atención a las novelas de Jane Austen fue Philarète Chasles (Mainvilliers, 1798-Venecia, 1873). Cuando digo "cierta atención" no exagero porque se limitó a escribir dos frases sobre ellas, nunca agradables ni positivas, en un ensayo que publicó en 1842 sobre Walter Scott. Este ensayo no tiene demasiada importancia en el conjunto de su obra, que dedicó al estudio de las literaturas inglesas y alemanas. En ambos países, Inglaterra y Alemania, residió durante algún tiempo y esto le permitió ahondar en su idioma y en su literatura. No era nada proclive a admirar a la señorita Austen, de quien entonces se hablaba poco fuera de su país natal y de quien no había salido a la luz todavía la novedosa biografía de su sobrino, definiendo un retrato de su tía que encandiló en la época. Para Chasles Jane Austen era aburrida, insustancial y prácticamente una vulgar imitadora, aunque en este punto muestro mi perplejidad porque ¿a quién imitaba? ¿

Cuestión de estilo

  El uso del estilo indirecto libre es una de las características de la escritura de Jane Austen que más llaman la atención y más estilizan el relato. Sin que aparezcan verbos introductorios la expresión se hace más suelta y se mezclan las voces del narrador y del personaje, de modo que los lectores tenemos que aguzar el ingenio para distinguirlos y también para adjudicar a uno o a otra las ideas y los pensamientos. Esta forma de narrar contribuye a que se expanda esa ironía que traspasa toda su obra, o casi toda diría yo, porque cuesta mucho encontrarla en "Mansfield Park" o "Persuasión", salvo, en este último caso, en lo que atañe a la forma en que se describe a sir Walter Elliot y su obsesión por el baronetario. En este sentido, Elliot es muy parecido al señor Elton, al señor Lucas o al señor Collins, todos ellos muy preocupados del lugar que ocupan en la sociedad y de sus amistades y usos cotidianos. Debió conocer a bastantes tipos de esa misma calaña porque