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Verdes rosas de otoño

(Foto: Carmela N. ) Como si fuera a danzar en un salón de baile del siglo XIX para que algún eterno escritor la convirtiera en musa, ella eligió un vestido rosa, todos los tonos rosas, rosa pastel, rosa caramelo, rosa ensueño, rosa corazón, para casarse. La boda fue al final del verano y las dudas quedaron enterradas con la música, el vals y el mambo, el movimiento de las copas al chocar y la huella de los besos. Mejor no pensar que la vida, a veces, escribe su historia en meandros y en desembocaduras ajenas. Así que los rosas se mezclaron en el aliento vivo de la tarde y la noche y solo al día siguiente descubrió, como una revelación inopinada, que eso que aquello era real y no tenía remedio. El rosa fue rutina tan demasiado pronto que ni hubo siquiera lugar para lamentos. La espera es mala consejera y la juventud tiene unos ritmos que nadie más entiende. Aburrirse es peor que llorar por amor y el vacío hace más daño que la soledad. Por eso el transcurso de las horas tenía

Secretos de escritorio

En el verano de 1813 Jane Austen tenía 37 años. Fue, en ese momento, cuando comenzó a pensar en escribir “Emma” . Es, pues, una obra de madurez. En realidad, y usando un término más ajustado, de plenitud. Austen tenía ya la independencia económica que le proporcionaban las ganancias, aunque no astrales por supuesto, de sus anteriores libros. Eso significaba tranquilidad. Asimismo, su oficio estaba asentado y su creatividad en alza. Aunque sotto voce todo su entorno conocía su faceta de escritora, no era menos cierto que ninguno de sus libros iba firmado con su nombre. A ella no le gustaba frecuentar los cenáculos literarios, en los que no se hubiera sentido nada cómoda. En este sentido, era una escritora de interior, una escritora sin proyección pública. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que no tuviera plena conciencia de lo que hacía y de que esto requería tiempo, dedicación y esfuerzo. Hay en ella una rara mezcla de compromiso personal y de desinterés social por la litera

Pretendientes

Las fuentes consultadas hablan de hasta siete hombres en la vida de Jane Austen (Steventon, 1775- Winchester, 1817).  Bien es verdad que no todas afinan tanto. Por ejemplo, el libro que escribió su sobrino James Edward Austen-Leigh pasa por encima del tema y solo reconoce a dos de ellos, destacando a Thomas Lefroy, que llegó a ser presidente del Tribunal Supremo de Irlanda y que no se pudo casar con Jane porque ella no disponía de fortuna y él estaba obligado a hacer un buen matrimonio.  Pero la suma de datos que se obtienen tanto de su biógrafa principal en castellano, Claire Tomalin, como de Lucy Worsley, la historiadora que firmó su biografía de la vida cotidiana que tituló "Jane Austen en la intimidad". Ambos libros son de enorme utilidad para el conocimiento de la escritora ya que, por otro lado, no tuvo en su época a nadie que se interesara lo suficiente por ella como para guardar datos fidedignos y su familia ha sido siempre muy reticente a ofrecerlos, tanto

"Cita con la muerte" de Agatha Christie

(Peter Ustinov fue Hercules Poirot en la versión cinematográfica de 1988) (Edición a cargo de RBA con traducción de José Mallorquí Figuerola, tercera edición febrero de 2010) Título original: Appointment with Death Publicación original de 1937, 1938 Dedicatoria: A Richard y Myra Mallock, como recuerdo de su viaje a Petra ———————— Los Boynton están de viaje por primera vez en mucho tiempo. Son una hermética familia cuya jefa es la madre, la señora Boynton, viuda de Elmer Boynton y ex celadora de una cárcel en la que él fue alcaide. Entre los hijos hay hijastros e hijos biológicos pero todos ellos parecen andar al mismo paso, el que marca la señora Boynton. Su exótico recorrido, que les lleva a lugares diferentes de Oriente, los pone en contacto con personas ajenas, como Sarah King, una joven doctora o Annabel Pierce, una antigua institutriz e incluso con gente importante como Lady Westholme, miembro del Parlamento Inglés. También conocen al famoso detective belga

La buena vecindad

En el universo de mi infancia los vecinos forman un mosaico irrepetible, pleno, único. La calle en la que viví se me antoja, en la distancia física y temporal de ahora, como una especie de paraíso cruzado de nostalgia. Habitan en él personajes de toda condición, especímenes diversos, buena y mala gente, conocidos, amigos y extraños. Todos se colocan en esa foto como si fueran conscientes de que una imagen puede situarlos en la inmortalidad. Los momentos compartidos, las celebraciones, las fiestas en las que la mezcla era posible, todo ello forma parte de los ritos de encuentro, de las costumbres sociales, de los entretenimientos, de las diversiones. Las visitas eran un modo de compartir noticias, porque, como en todos los micromundos, había frecuentes y sabrosas informaciones. Podía decirse que éstas volaban de un lado a otro de la calle, larga y con tres tramos bien diferenciados, de suerte que, al cabo del día, podían llegar, si estábamos de suerte, al menos dos o tres te

Cuatro mujeres solas

Cuatro mujeres solas se van a vivir en la primavera de 1809 a una casita campestre en Chawton. La casa es propiedad del hijo y hermano de tres de ellas. Se llama Edward y acaba de quedarse viudo. En la comitiva de esas cuatro mujeres están Cassandra Leigh, sus hijas Cassandra y Jane Austen, así como Martha Lloyd, amiga íntima que, unos años después, en 1928, se casará con otro hijo de la familia, Francis, también viudo. Las cuatro mujeres representan con fidelidad la situación que refleja la vida de las mujeres en la Inglaterra de principios del siglo XIX. La mayoría de ellas dependían de sus parientes varones para subsistir. Dependían primero de sus padres, luego de sus maridos y, si no existían estos, de sus hermanos. Un sistema de relaciones que no podía asegurar ni el cariño filial ni el matrimonial. La necesidad manda.  No era inusual el hecho de que las mujeres se agrupaban entre sí para fortalecerse las unas a las otras y para compartir casa y forma de vida. Esto las

Hadas, duendes y reyes

Todo está a punto para la función. El patio del colegio a rebosar de gente indica que el teatro ha creado una expectación inusitada en el barrio. Padres y abuelos, hermanos, amigos, chicos que quisieran ser protagonistas, músicos frustrados, visitantes, vecinos, todos se apiñan en las sillas de tijera que una empresa ha colocado en filas exactas. Las sillas son incómodas y obligan a tener la espalda en una rectitud que solo los más pequeños pueden soportar sin fastidiarse. Pero merece la pena, en esta noche de San Juan, que los faunos y hadas ocupen el escenario, que aparezcan los rostros con focos de luz artificial que el ayuntamiento ha montado y que toda la música se expanda por los muros del colegio y aledaños.  Aquello es un jardín cercado de naranjos. Tiene las paredes blancas y encaladas, salvo la zona del escenario, un armazón de madera bien sujeto, blindado con cortinas azules y moradas, a salvo de miradas indiscretas el backstage. Las madres han cosido las ropas e

"El placer de vivir sola" de Marjorie Hillis

Para quienes piensen que este es un libro más de esos de autoayuda que nos tienen cercados hace tiempo basta fijarse en el año de su publicación original, 1936. Marjorie Hillis (1889-1971) es una pionera en todos los sentidos. Su trabajo en la revista Vogue la puso en contacto con mujeres que, como ella, llevaban las riendas de su vida. La publicación del libro obtuvo un enorme éxito. Es verdad que ella terminó saliendo del círculo de solteras independientes a las que iba dedicado: se casó en 1939. Pero eso no significa nada, salvo que esperó a casarse el momento en que encontró al hombre adecuado. Este resultó ser Thomas Henry Roulston, viudo y propietario de algunas tiendas en Brooklyn. El matrimonio duró diez años pues su marido murió en 1949.  Hillis, que llegó a ser editora asistente de Vogue, era hija de un pastor congregacional y estudió en un colegio para señoritas en New Jersey. Después del éxito de este libro escribió otro dedicado a los negocios que podía emprend

"Rebeca" de Daphne du Maurier

Daphne du Maurier (1907-1989) publicó este libro en 1938 y dos años después Alfred Hitchcock dirigiría su película de igual nombre con Laurence Olivier y Joan Fontaine como protagonistas. Este es uno de esos casos infrecuentes en que la adaptación cinematográfica no desmerece del libro y el libro no defrauda después de ver la película. Ambos, libro y película, obras maestras.  La historia es conocida: una joven muchacha de la que no se dice el nombre en toda la novela, está en Montecarlo como señorita de compañía de una impertinente y acaudalada señora, Edith Van Hopper, una snob, que está encantada de relacionarse con gente importante. En el mismo hotel se encuentra Maximilian De Winter, señor de Manderley, de una acrisolada familia inglesa, que intenta recuperarse de la pérdida de su esposa, la bella Rebeca, que se ahogó en las aguas cercanas a Manderley hacía un año.  Es ese carácter tan entrometido y curioso de la señora Van Hopper el que, ella misma lo reconoce en

"Una educación" de Tara Westover

Esta es la historia de Tara Westover que nació en las montañas de Idaho y nunca fue a la escuela infantil, ni a la primaria ni al instituto. Su primer encuentro con las aulas tuvo lugar en la universidad. Es, también, la historia del aislamiento de una familia con ideas propias, dirigida por un padre que se creía en posesión de la verdad y que construyó un castillo en el que nada era transparente. Pero, sobre todo, es la constatación de que uno puede cambiar su destino y que la educación es un elemento de importancia extraordinaria para lograr ese cambio.  Puede que la ira que Tara Westover almacenó durante sus años de universidad, dándose cuenta de que la vida que había llevado hasta entonces era castradora, y que la actuación de sus padres con ella y sus hermanos era la causa de esa castración, puede que esa ira lograra almacenar sus recuerdos intactos para devolverlos en forma de escritura. Como ella dice en alguna entrevista, escribir es la manera de cerrar el círculo y aban

La trampa del cariño

Adéle tiene una voz aguerrida y lanza notas al aire con la facilidad de un paso de baile. Va subiendo de intensidad la música y entonces, cómo no, se descosen las costuras del alma y tienes que volver a la vida. Has guardado en el último cajón del pensamiento todo lo que le atañe, pero la música es la llave que abre los recuerdos. Y la fatídica trampa del cariño, que convierte en una nítida sensación de pegajosa ausencia tantas horas en las que has procurado no pensar. Paseas por los jardines imaginarios en los que el olor de las plantas te consuela, recorres con los pies desnudos esas playas que nunca pisarán sus pies, pero, a pesar de todo, tienes que intentar recomponer el gesto, porque ninguna mujer debería echar de menos lo que es un motivo de duda, de desconcierto, de pesadumbre. Nadie tendría que vagar en los sueños inexistentes, ni despertarse con pesadillas de lo que no ocurrió porque no había motivos. La voz de Adéle se curva, sube un recodo y te planta arrib

"El misterio de la casa roja" de A. A. Milne

Resulta muy tierna la historia de este hombre, Alan Alexander Milne (Londres, 1882-Sussex, 1956). Podíamos decir que su amor por la familia le jugó malas pasadas. Y su literatura siguió caminos irregulares, quizá intentando formatos que no eran los suyos y dejando de lado lo que mejor se le daba. Es un personaje extraño, del que hay pocos datos en castellano y que merecería, quizá, una investigación más a fondo. Uno de esos autores que pasan a la historia de la literatura por algo que ellos mismos no imaginaban que trascendiera.  A. A. Milne (como firmaba su obra) tuvo un único hijo, Christopher Robin y quiso dedicarle una serie de cuentos y poemas en las que el niño era un personaje más. En esos cuentos estaba acompañado por sus propios juguetes, sus peluches. Así nació la serie de "Winnie the Pooh" , que alcanzó una enorme fama y que recibe todavía culto en Inglaterra. El oso, el niño, sus amiguitos, eran, en apariencia, una forma de expresar amor de padre, pero pa

Una Jane Austen de quince años: Amor y amistad

!Qué libro tan precioso! Esta es la primera frase que quiero escribir, la primera sensación que he sentido. Precioso en su contenido, unos textos increíbles que no parecen escritos por una muchacha tan joven, de catorce a dieciséis años, y que revelan el talento a manos llenas, el talento en estado puro, el aviso cierto de que Jane Austen es una escritora inmensa.  Recojo de la solapa del libro, que ha editado con amor la editorial Alba , tan cuidadosa siempre en su selección y en la edición de sus libros, una definición de la literatura de Austen que no puede ser más pertinente y cierta: "Satírica, antirromántica, profunda y tan primorosa como mordaz" Estoy tan de acuerdo que quisiera que leyeran este libro todos aquellos desinformados que incluyen a Jane Austen en corsés que no se ajustan a lo que fue, a lo que es, porque la literatura siempre existe en presente. Ni fue una escritora romántica, ni lo fue victoriana, ni era gótica, ni seguía la tradición de su época.