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El retrato de Jane Austen

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Parece que el boceto que Cassandra Austen hizo de su hermana Jane se dibujó en unas vacaciones en el mar, concretamente en la localidad de Lyme Regis. Esta es una de las ciudades que la escritora trasladó a su obra, en la que hay pueblos inventados pero también otras localidades que son reales, como el propio Londres o la ciudad romana de Bath, la de los balnearios. Lyme Regis es uno de los telones de fondo de "Persuasión" y por eso forma parte del itinerario geográfico de Austen. En el boceto, mucho más simple de lo que la imagen que ilustra esta entrada pueda sugerir, aparece la escritora de espaldas, o mejor, de lado, con su vestido y su abrigo de corte imperio, además de con su cofia, que tiene, a modo de curiosidad, las cintas desatadas, como si viviera un momento de plena libertad. Seguramente estaba mirando al mar, que se observaba con facilidad desde muchos puntos de la naturaleza que rodea la población.  Lyme Regis está junto al Canal de la Mancha, al oeste

Como una isla

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(Fotografía de Nina Leen) Has guardado los lápices de colores, los cuadernos, la goma de borrar y el bocadillo. Lo has colocado todo a buen recaudo, en una de esas bolsas transparentes, cuajadas de bolitas, que recuerdan otros tiempos, otras modas, otros usos. Has recorrido un espacio indeterminado, un camino inhóspito, un mundo que antes no existía y allí has esperado que el tiempo pase, que los días se acorten y las noches amanezcan a las seis de la tarde. Eres una isla de silencio y no quieres que estorbe tu serena inquietud nada que sea, otra vez, peligroso o inexacto. No tienes nada que decir, ni preguntas que hacer, ni huella que seguir. Evitas todo lo que suponga volver a ilusionar cualquier segundo, volver a cruzar la ciudad o el pueblo con la cabeza erguida en busca de una voz que suena hueca. Así, en tu isla, has vuelto la cabeza a todo lo que era un dramático sueño convertido en ironía sin nombre. Has encontrado una postura cómoda: nada que comprender, nada que odiar

Conversaciones

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Éramos un montón de chicas y siempre había algo de lo que hablar. No solamente de vestidos, zapatos, adornos para el pelo o rebajas. También manteníamos sesudas charlas sobre el futuro, los amores contrariados, los pensamientos lúgubres y nuestras madres. Todas teníamos madres con mucha personalidad, de esas que nunca se callan si llega el momento, de las que te dicen a la cara lo que piensan de esa ropa que te has puesto: "No entiendo cómo piensas salir así a la calle". O reparan en el maquillaje que llevas: "¿De verdad te ves guapa con ese aspecto de actriz en alfombra roja?". Así eran nuestras madres. Veloces a la hora de reñir, perspicaces para adivinar que esa falda antes no era "tan corta". Dispuestas a saltarse las normas si era preciso para lograr enterarse de nuestras conversaciones. Animosas en los momentos más difíciles.  La única forma que teníamos de entendernos a nosotras mismas en ese tiempo tan difícil de la adolescencia era la char

"La tienda vintage de Astor Place" de Stephanie Lehmann

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El libro tiene cuarenta y tres capítulos. Los pares corresponden a la historia de Olive Westcott y transcurre a principios del siglo XX. Los impares son de Amanda Rosenbloom y tienen lugar un siglo después. Si te gustan las tiendas vintages, la ropa vintage, los complementos, adornos y detalles vintage, este libro también tiene su encanto. Los libros que hablan de moda mantienen su aroma aunque la ropa haya dejado de llevarse. Y es que, en realidad, las modas vuelven y, sobre todo, la moda no es solo moda, es una forma de vivir, de presentarse al mundo, de intentar sortear las dificultades de la vida. Tú misma lo notas. Si no tienes ganas de estrenar ese atuendo que cuelga de tu armario hace algún tiempo es que las cosas no marchan como debieran. En cambio, ya sabes que la ilusión se combina a veces con la búsqueda de una prenda especial, de un broche que te atrae especialmente, de un sombrero de paja para el verano, de un foulard o un adorno para el pelo. El mundo femenino está en

"La analfabeta" de Agota Kristof

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Treinta páginas escasas forman el relato autobiográfico de Agota Kristof que se recoge en este libro, de título expresivo "La analfabeta". Once capítulos y un prólogo explicativo que nos sirven para atisbar siquiera la peripecia vital y literaria de alguien que tuvo una infancia feliz y que pasó a convertirse en una refugiada por los avatares políticos de un tiempo convulso.  El tiempo en el que vives condiciona al extremo tu vida, es una de las consecuencias del libro. La lengua es el elemento que te une a la gente que tiene tus mismos orígenes. Si pierdes el don de entenderte, entonces te conviertes en un exiliado de ti mismo. Hay tantos exilios como momentos de soledad, como lazos que se rompen, como amigos que se pierden, como familia que se aleja, como paisajes que se olvidan.  Agota Kristof nació en el año 1935 en Hungría y cuando los soviéticos invadieron su país tuvo que huir. Corría el año d e 1956 . Tenía veintiún años, un esposo y una niñita. Su llegada

Verde Irlanda, rojos cabellos

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Esos personajes que, después de llevar una vida de conflictos y violencia, vuelven a sus lugares de origen y se convierten en mansos corderillos me resultan muy atractivos. Ya conocéis el tipo: gente que ha sido marine, policía, ranger, pistolero o asesino a su sueldo. Gente que un día decide abominar de su pasado y recoger sus trozos para encontrarle un nuevo sentido a la vida en un paisaje idílico, en su ciudad levítica o en su pueblo familiar. Hombres tranquilos que guardan las armas y se convierten en paradigmas de la no violencia. Incluso cuando les provocan, ellos se contienen y ofrecen la otra mejilla, todo con tal de no volver a sentirse presos del ardor violento que, en su otra vida, han practicado con enorme convicción.  A veces, estos hombres recalan en parajes líricos, lugares bellos donde puede esperarles alguna sorpresa. Hay sorpresas de largos cabellos rojos, de ojos verdes y cuerpos briosos. Entonces el estallido está asegurado, no el violento, que ese se encue

Siempre a mi lado

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(Life Magazine. Trafalgar Square. Nina Leen) ¿Sabes esas veces en las que todo se aleja? Las palabras se esconden en la lámpara de Aladino y el genio ha huido. Los sonidos de las palabras se oscurecen, no hay tictac de relojes que anuncien nada, tampoco el tiempo significa alborozo. Se suceden las horas como si fueran una fila de hormigas andando encima de un trozo de papel blanco y liso. Días sin alharacas, vacuos, sin esa sonoridad de la alegría. Amaneceres dudosos en los que el sueño se termina para lanzarnos a un precipicio cuya altura desconocemos. Noches en las que no existe sino una penumbra indistinguible de las sombras.  Cuando eso ocurre y ocurre muchas veces, porque la vida está llena de golpes, algunos de los cuáles llegan directamente al corazón, es el momento de tener a mano una pócima. Si fuéramos Harry Potter, una simple varita de sauce nos serviría para conjurar el dolor. Si fuéramos Aladino tocaríamos la lámpara y de allí saldría triunfante el genio, con

Dos miradas

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Sentados en el salón de nuestra casa, a media mañana de un domingo frío, con la lluvia cayendo sin parar al otro lado de los ventanales y un aire de quietud en la plaza…La vida da una vuelta de tuerca cuando es tu hijo quien te conduce a través de una película. Sonríe a veces con tus preguntas y te mira con condescendencia al oír algún comentario que le resulta casi inocente. Ay, piensa, cómo es mi madre…El ciclo de la vida, que comenzó cuando vimos juntos “El rey León” , nos ha llevado a compartir hoy “Casino” de Scorsese. La cinefilia se hereda pero no por vía genética sino por la bendita fuerza de la costumbre. Por la sencilla ecuación de compartir horas y horas viendo películas y hablando de ellas. “101 dálmatas” , “En busca del valle encantado” , “Pesadilla antes de Navidad” . Y luego, el gran salto, “Doce hombres sin piedad” . Hasta llegar al cine japonés en versión original y con subtítulos en inglés. ¿Hay quién dé más?. Él es la cuarta generación de esa cinefilia que hoy

"Paseando con hombres" de Ann Beattie

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Este es un libro que te produce desasosiego. Un libro en cierto modo triste. Un libro realista. Un libro escrito a golpe de vida. Por eso te deja esa sensación de amargura, de acidez, de evidencia. Por eso se lee de un tirón, como si fueras un espectador privilegiado de la historia que cuenta. Lo eres, no te quepa duda. En realidad, cuando abres un libro siempre se despliega ante ti como si fuera una obra de teatro, o mejor aún, como si te asomaras por una ventana entreabierta y descubrieras que la historia se está desarrollando a pocos pasos. Una puerta-ventana, de esas que siempre existen en las mansiones de campo de las novelas inglesas. Las huellas del asesino se reflejan en la tierra húmeda y por eso sabremos quién mató a la doncella.  Jane es una brillante recién titulada y Neil un manipulador. El encuentro de los dos no puede ser más perjudicial para ella. Eso lo sabemos porque nos lo cuenta. Lo que significa para Neil se queda en la sombra, porque él no nos dice nada. S

Amarillo Vogue

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La modelo Joanna McCormick aparece en la portada de julio de 1957 de la revista "Vogue". Las portadas de "Vogue" son la historia de la moda, del gusto femenino, de la emocionalidad, del sentimiento de la mujer. Mucho más que cualquier otra manifestación, a veces mucho más que cualquier libro. Todas las portadas llevan un mensaje y es un mensaje que no siempre se descifra. Sobre todo, llevan una intención, un anuncio. La mujer de la portada amarilla de julio de 1957 despliega la placidez elegante del verano de la Costa Azul. No el verano de las playas atestadas, de los paseos marítimos llenos de gente sin nombre. No. Ella es esa mujer que solo se cruza en nuestra vida una vez. Es la oportunidad que puede que nunca aparezca. Nosotras mismas, quizá en alguna ocasión podríamos haber sido esa mujer, con su pulcra sortija de perlas blancas, con sus pendientes a juego, con sus labios y sus uñas rojas, con su maravilloso sombrero orlado de lazos y mariposas. Es la mujer

Flores blancas, tumbas negras

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Anderson (Gene Hackman) y Ward (Willem Dafoe) , dos agentes del FBI de Hoover, investigan, en el verano de 1964, la desaparición de tres jóvenes activistas del movimiento pro derechos civiles “Verano de la libertad”, en un pueblecito del Estado de Mississipi.  Anderson y Ward son el agua y el aceite. El uno, rudo y atípico; el otro legalista y metódico. Mismos objetivos, métodos distintos. La clásica pareja de policías obligados a trabajar juntos contra su voluntad que, en este caso, ofrecen un contraste apasionante y la oportunidad de oír algunos de los diálogos más inteligentes de este tipo de uniones.  A partir de aquí Alan Parker hace un mix de drama, denuncia y policíaco, a base de un ritmo endiablado y sostenido, unas interpretaciones de mérito y una atmósfera efervescente. A modo de poblado del legendario Oeste, el pueblo es una ciudad sin ley, en la que el polvo, el calor y el miedo se aúnan para mantener la tensión del espectador desde el minuto 1 al 125.  La

"El viento" de Dorothy Scarborough

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(Retrato de Dorothy Scarborough que se conserva en Baylor University)  Dorothy Scarborough es una de esas personalidades desconocidas que te llegan a través de la publicación de un libro que una editorial decide rescatar de lo oculto. El libro es este "The Wind" , El viento, que se publicó por vez primera en 1925 de forma anónima, simplemente por una estrategia publicitaria. Su acogida tuvo luces y sombras. Constituyó un escándalo la crítica evidente a un sistema social que tenía a las mujeres en la retaguardia y que generaba dramas como el de la propia protagonista del libro, la joven Letty , cuya orfandad la obliga a marcharse de su casa y su pueblo para irse a vivir a Swetwater con la familia de su único familiar, un primo. Este argumento recuerda a las tristes heroínas del siglo XIX victoriano que Scarborough conocía muy bien por su maestría en literatura inglesa. Pero el toque social y reivindicativo es suyo y tiene mucho que ver con lo que su propia vida le h

Contigo en la ópera

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Desde que Richard Gere invitó a Julia Roberts a ir a la ópera, con regalo de vestido rojo, superfashion, incluido, contemplar “La Bohéme“ desde un palco del Metropolitan Opera House, el MET para entendernos, es uno de los sueños de las it girls, incluso de las chicas de tallas superior a la cuarenta. Claro que esa sesión de música tiene que darse acompañada de un tipo bien vestido, elegante, a ser posible con una envidiable posición económica y guapo a rabiar… Ese esquema de tipo guapo y chica angelical solamente puede romperlo alguien como Cher, que, cuando iba con Sonny y su guitarra ya roturó caminos antes no pisados por las mujeres en la música y que ahora, todavía, permanece en su insondable juventud a pesar de que los años pasan, algo que ninguno de nosotros puede alcanzar con sus escasos medios cosméticos.  Cher va a la ópera y, encima, la acompaña Nicholas Cage, que tampoco es el hombre ideal, salvo cuando interpreta en “Te puede pasar a ti“ al poli bueno que compa