"La hoguera de las vanidades" de Tom Wolfe
Hay libros que se te resisten. Con ellos no hay amor a primera vista, ni flechazo, ni entendimiento. Los abres y los dejas. Vuelves a acercarte a ellos y te rechazan. Los buscas y no quieren que los halles. También ocurre con las personas, pero, en este caso, no hay solución. Las personas no pueden conquistarse, ni cambiarse, ni engañarse. Pero con los libros puede uno tener paciencia. Esperar tranquilamente a que el viento cambie. Ahora sur, ahora oeste. Esperar y volver a la carga. Tener esa actitud voluntariosa de los estudiantes cuando una asignatura se les atraviesa. Nunca he sido una estudiante voluntariosa y por eso en esta ocasión "La hoguera de las vanidades" ha sido un reto para mí. Un reto que he logrado vencer. Y por eso, desde ahora, será uno de "mis libros".
Esa vertiginosa sensación de que estás entrando en un mundo que no controlas, que tiene sus propias reglas y que tú no las conoces. Esos adjetivos malsonantes. Esos personajes atrabiliarios, incluso en su normalidad. La normalidad es aquí un hecho singular, hay que decirlo. Y luego, la crítica atroz al sistema, mejor dicho, a todos los sistemas. Y la desvergüenza con la que el autor, americano, critica a América. Dios salve a América, pero vamos a despedazarla juntos. La muestra histriónica de razas y nacionalidades, cada una de las cuales con sus muchos defectos y sus escasas virtudes. Los acontecimientos que se suceden como en un juego de construcciones, un mecano cuyas piezas van a acabar encajando aunque no lo sepamos al principio. El dominio de los submundos que se terminan mezclando: el judicial, la policía, los brokers de la bolsa, los negocios, los matrimonios que cenan en restaurantes de ricos, los pobres, los negros, los políticos...Y la forma: periodismo de sucesos, puro y duro. Sin contemplaciones ni palabras bonitas, todo directo y sin permiso. La verdad. O una verdad.
Hay también, y no debería pasarlo por alto nadie que leyera el libro, una misoginia evidente. Las mujeres aparecen yendo al gimnasio, lo que las convertirá en sardinas sin corazón. Aparecen como amantes sin escrúpulos. Como sujetos interesados en todo lo que huela a dinero y a poder. Como musas de sueños que nunca tendrán nada de espirituales. Las mujeres de Wolfe son lo que las mujeres no queremos ser o no queremos admitir que somos. Son "ellas", gente sin clase y sin corazón. Eslabones fríos que se conjugan con unos hombres sin alma, o con el alma pintada del color del dólar.
Algunas escenas me hacen envidiar la genialidad del escritor. ¿Cómo lo hace? te preguntas. Esas horas en las que el Mercedes Benz, que conduce Sherman McCoy y en el que va también su amante, Maria, se pierde por el Bronx, saliendo del aeropuerto Kennedy intentando llegar a Manhattan. Creo que pocas veces he leído algo tan perfecto, una sinfonía tan estudiada, una traslación al espacio físico del relato tan espléndida. Y así podía citar otros muchos momentos porque el libro, en su totalidad, es una obra maestra. Nunca Nueva York tuvo tantos nombres sobre la mesa, nunca su callejero se vio desmenuzado con tanta intensidad, nunca sus vidas, ritmos, personas, grupos sociales, se encontraron tan inmersos en una descripción furibunda y, al tiempo, exacta.
Tardé días en poder entrar en el libro. Ese ejercicio ha sido duro y he estado a punto de tirar la toalla. Pero ha merecido la pena. Es asombrosamente fértil el reguero que deja en tu memoria y en tu entendimiento cuando lo lees. Es genial sin paliativos. Horas de gozo como solo la lectura puede lograr. En medio del desierto, un libro como este es el oasis que necesitabas. Tom Wolfe de los cojones, te he vencido. Y tú a mí, a continuación, me has conquistado.
Sinopsis: Sherman McCoy es un triunfador, un broker que una noche se ve inmerso en un problema grave que va a cambiar su vida para siempre. Junto a él, la vida en Nueva York aparece retratada a través de la peripecia judicial de un vicefiscal, Larry Kramer; de un alcalde que es vilipendiado por las hordas del Reverendo Bacon, negro y provocador; de toda una serie de abogados, fiscales y demás ralea judicial; de policías y periodistas que se alían para ayudarse en una investigación que convertirá la vida de todos en algo que no estaba previsto.
Tom Wolfe (el Balzac de Park Avenue, como se le llama con su aquiescencia después de que se declarara revisionista del francés) nació en Richmond (Virginia) en 1931 y fue, antes que otra cosa, periodista con garra y cronista de visión original y aguda. Hijo de un ingeniero y de una diseñadora, su estilo personal es inconfundible con trajes de marca, sombreros ad hoc y espectaculares sombreros. Es el impulsor de lo que se ha dado en llamar "nuevo periodismo", que él mismo definió como "el género literario más vivo de la época". La editorial Anagrama ha publicado un gran número de sus libros: La izquierda exquisita, La banda de la casa de la bomba, Los años del desmadre, El nuevo periodismo, Lo que hay que tener, La palabra pintada, ¿Quién teme al Bauhaus feroz?, Las Décadas púrpura, Elegidos para la gloria, En nuestro tiempo, Ponce de ácido lisérgico, Bloody Miami y Todo un hombre. Escribió La hoguera de las vanidades en 1987 y con ella pretende retratar la realidad al modo periodístico. Una mezcla de Steinbeck, Dickens y Zola con lenguaje de reportero transgresor.
Comentarios