"Pensamientos desde mi cabaña" de Kamo No Chomei


Acaba de salir y ya estamos hablando de él en las redes sociales que tienen el buen gusto de dedicarse a la literatura. Alguien da la voz de alerta y dice que este es un libro que nos puede gustar. Así es. Cuando las horas de conversación son suficientes, los gustos literarios de cada cual se van trasluciendo. Y la filosofía ocupa desde hace algún tiempo un lugar de privilegio en nuestras preferencias. Quizá porque sentimos que puede contarnos algo que aún no sabemos, o desvelar un misterio sin comprensión.

“Pensamientos desde mi cabaña”, en una traducción de 1966, a la que se han añadido varios textos a modo de acompañamiento explicativo, acaba de publicarse por la editorial Errata Naturae, y es una historia vieja como lo son tantas orientales que ven la luz para arrojar luz. La filosofía oriental, el modo de vida de quienes se dedicaron a pensar en una suerte de complacencia activa, nos atrae a los occidentales de una manera que pocas veces se repite con otras formas de ser y de reflexionar. Es como si se parara el reloj de los tiempos y las horas tuvieran otro cauce. Un río que, de pronto, adivina un sendero por el que circular que no es el habitual y que, al tiempo que te atrae por su novedad, te hace recalar, al fin y después de una singladura larga, en un puerto que habías visitado pero en el que no reparaste.

Queremos sentirnos suficientes, no necesitar lo superfluo y encontrar en nosotros mismos las respuestas. Eso se parece mucho a la libertad. Chomei, el autor del libro, vivió a finales del siglo XII en una época convulsa para Japón. Este es el siglo que contempló en el occidente europeo el nacimiento de las ciudades después del paréntesis causado por las invasiones bárbaras y el desmembramiento de lo que antes fue el imperio. Allí en Japón se vivían malos tiempos y Chomei, que era un aristócrata de la corte, se quiso convertir en poeta y marcharse para poder escribir con libertad, otra vez la palabra. Después de pasar unos años viviendo modestamente, decide dar otro paso adelante y se marcha al Monte Hino, en las colinas de Toyama, allí construye su cabaña y se dedica intensamente a meditar, leer, escribir, dormir y hacer música. Este es el punto de partida de lo que en el libro se recoge. Cómo desde un espacio mínimo puede uno intentar abarcar el universo.

En esa cabaña Chomei vivió ocho años. Su existencia transcurrió entre 1155 y 1216. Para llegar a este estado de contemplación máxima, de alejamiento de lo material y de búsqueda de las esencias íntimas, tuvo que dejar su vida acomodada cuando ya era una persona mayor y empezar de nuevo, sin nada. Esta es su enseñanza. Dejarlo todo para hallarlo todo. Lo único que, a su juicio, merecía la pena contemplar y sentir era la naturaleza. A ella le atribuía rasgos de inmutabilidad que no asignaba a los seres humanos. 

Como se dice en el libro podemos disentir de estas opiniones, pero no cabe duda de la sinceridad y la pasión con que se exponen. Es un texto-verdad que después de ochocientos años todavía puede llamarnos y conmovernos. No a demasiados, porque, como también se indica, esto no es un asunto de mayorías. El abandono del mundo para residir en el silencio, la contemplación y la meditación son, quizá, los mitos de cualquier civilización que abrasa a los hombres y los enhebra en una lucha absurda, inútil, llena de obstáculos y trampas. No todos los hombres, mejor dicho, apenas algunos, son capaces de alejarse de la vorágine. Y todavía menos dejan constancia de ello para generaciones venideras. 



Pensamientos desde mi cabaña. Kamo No Chomei. Prólogo de Natsume Sôseki. Editorial Errata Naturae. Traductores: Kazuya Zakai, Sara Pintado, Guillermo de Eugenio, Bruno Mattiussi. Textos de Jacqueline Pigeot y Tamamura Kyo. Imagen de cubierta: Katsushika Hokusai. 

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