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Cuentos para mi niño: El mago despistado

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Dedicatoria: A Antoñito, el chiquilín El mago Oz vive en el pueblo de Lión. Su casa es verde, su nariz es verde y su risa es verde. Oz hace magia pero siempre se equivoca. Hace trucos muy raros. Se confunde con la varita mágica.  Un día se topó con un grillo. El grillo le pidió un favor. Quería ir a la Luna. Pero no sabía nada de cohetes. Oz le dijo: No te preocupes. Te daré un golpe de varita. Pero la varita se equivocó y mandó al grillo a un árbol del parque.  Oz decidió construir un cohete. Cogió una lata, un palo y dos cajas viejas. Lo tocó todo con la varita ! y apareció un despertador !. Dio otro golpe y salió !un pato amarillo! Luego otro y apareció !un bebé de gorila! Oz se echó a llorar.  Fue a visitar al viejo dinosaurio del valle. Se llamaba Arisauro. Este le animó. Arisauro era viejo y listo. Se puso a dar clases de magia a Oz. Le enseñó a mover la varita: !Arriba! !Abajo!  !Rápido! !Despacio! También le enseñó a hacer pócimas: la póc

Cuentos para mi niño: El ratón Fiti

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Cuando mi hijo era chiquito yo le escribía cuentos. En unos cuadernillos de cuadros que confeccionaba y cosía le contaba historias simpáticas de animales y personajes curiosos. Las cosas que a los niños les gustan. A mi hijo le gustaban y le gustan todavía los tebeos de Mortadelo, las historias de Tintín, los Astérix y otros cómics. Seguramente todo empezó con esos cuentos escritos a mano por mí y que ahora transcribo: El ratón Fiti Dedicatoria: A Antoñito, pitufito " H abía una vez un ratón. Se llamaba Fitipaldi. Era un ratón muy veloz. Sus amigos lo llamaban Fiti.  El ratón Fiti vivía en un pequeño pueblo. Allí las casas eran muy chicas. Pero Fiti vivía en un caserón.  ¿Sabes qué es un caserón? Pues sí, eso, una casa muy grande. Allí Fiti no vivía solo.  En el caserón vivían también dos hombres. Uno de ellos era bajito y con bigotes. El otro era alto y flaco.  Un día hubo un lío gordo. El ratón se comió el queso de Gus, el bajito, y se bebió el zumo de Abo,

Noviembre

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La ciudad no sabe lo que quiere. Los vientos, la lluvia, las tormentas, el sol, la tienen desorientada. Se ve a sí misma como una enorme masa de desconcierto. Está esperando que ese vaivén se convierta en remanso, en un río que transcurra seguro y cierto, en una atmósfera única, que la envuelva sin cubrirla de la neblina molesta de los días grises del otoño. A veces, se abre como una flor, como un corazón que esperara la llegada de un amor tardío. En otras ocasiones, se muestra huidiza, esquiva, oculta de sí misma, oculta de todos. Son esas tardes en las que cae la noche de repente, sobre los puentes quizá, o en las calles del centro, oscuras, quietas, imperceptiblemente solas. También tiene mañanas esplendorosas, amaneceres llenos de una belleza fría, inigualable, abrupta. Una belleza que no plasma siquiera la verdad porque es imposible captarla. Los edificios se levantan y desperezan, bajo un sol duro de otoño del sur y luego la gente ocupa las calles, recorre sin cansancio los días

Rosas y un piano

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Escuchas la música y hallas algo diferente, o quizá no, quizá es algo presentido, algo que estaba dentro de ti y no lo sabías. La música es el último escalón que puedes ascender si tu corazón se ha detenido en un momento exacto de la vida, cuando parece que todo te ha dado la espalda. La música te invade, te recuerda, te ancla en un pasado que no puedes recordar, no, ahora no, ahora es imposible. Todas las músicas que te ocupaban se han marchado. Las que oíste en cada uno de esos momentos que no puedes rememorar todavía, que esperan silenciosos a que sea el momento del recuerdo sereno, el tiempo en que las esperanzas puedan desplegarse, el segundo exacto en el que revivirás a una primavera que se escribirá de otra forma distinta.  Pero otras músicas, otros silencios, otros sonidos, van a llegarte de mil maneras. Alguien te dirá un día, ni siquiera sé cuándo ni por qué medio, que hay una canción que atraviesa su alma y la lleva a un lugar especial, en el que todas las cosas son pos

Ese cielo tan gris y esas palabras...

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Ha ocurrido de pronto. Como si alguien hubiera decidido cambiar el decorado en una obra de teatro de esas que tienen pesados cortinajes y fondos de paisaje. El cielo azul y el sol han abandonado la tarde y, en su lugar, una suave neblina gris y rosada ha ocupado su sitio. Como en una obra de teatro, el aire se ha tornado del Sur, ha barrido con su fuerza las hojas caídas de los árboles de la plaza y todo se ha cubierto de sigilosa espera. Está a punto de llover. Alguien dice, al fin ha llegado el frío, ya estábamos cansados de tanto calor. También el buen tiempo cansa. Pero los niños se han quedado tristes en las casas, esta tarde no han salido a jugar. Aquellos niños...recuerdo la casa llena de niños y de juegos. Jugar a hacer teatro era bonito. Tendíamos una tela llena de rosas y era el fondo. Salíamos de una y otra habitación, recitábamos poemas, decíamos versos, contábamos historias, inventábamos personajes, aprendíamos enteros los pasajes de las obras de teatro que nos gusta

Ángel Vela vuelve a Triana

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En realidad, no se ha ido nunca. Pero la recrea como si la encontrara por primera vez, como si se asombrara, como si fuera un descubrimiento. Ese asombro nos llega a los lectores y así recorremos las páginas de sus libros como si fuéramos de Wisconsin y acabáramos de aterrizar en la calle San Jacinto. Pura revelación.  Lleva ya tiempo, mucho tiempo, indagando en el ser de Triana. Se ha convertido en uno de sus fieles paladines, en un caballero que la recorre atónito y que plasma en el papel esa experiencia. Todos y cada uno de los aspectos que en Triana pueden considerarse literarios o plásticos han ido pasando por el filtro de su escritura. La hazaña flamenca ha ido a la par. En un momento dado, Ángel Vela decidió aportar su esfuerzo al conocimiento cabal de la Triana más flamenca, la de los flamencos de Triana y en Triana. De esa forma, cuando pasen los años y los lustros, cuando el tiempo nos cubra, habrá una forma esencial de conocer este pasado y esta realidad de ahora,

El encuentro

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PRIMERO Una mujer sube a un tren. Es un tren de alta velocidad. Un vagón silencioso. Viernes al mediodía, octubre, un otoño que se inicia en un día esplendoroso con el cielo tan azul que lo cubre todo de una pátina emocionante. Es un día en el que pueden ocurrir muchas cosas, un día de expectativas, de promesas. La mujer espera que esas cosas sean buenas, que le traigan felicidad. Hasta ahora ha tenido poca suerte en la vida, pero quizá ahora todo cambie. Este viaje puede ser una señal. Una variable en su camino, un atajo hacia tiempos más fructíferos.  La mujer tiene una edad indefinida, entre cuarenta y cincuenta años. Va bien vestida, con ropa de calidad que revelan buen gusto. La ropa ha sido escogida con sumo cuidado, probada ante el espejo, fotografiada quizá para ver cómo resulta. Quiere dar una buena impresión. La primera impresión constituye la tarjeta de presentación y no es sensato dejarla a la improvisación. Por eso ha ido el día anterior a la peluquería y s

La música de tus manos

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   Aun en los días del duro invierno, cuando los amaneceres son hostiles, cuando las sábanas nos atrapan y no quieren dejar pasar la luz, aun entonces, en las tardes de brasero y estufa, en la penumbra de las bombillas pequeñas y distantes de tu estudio, ahí, aun, estabas tú en la música.         Manos largas, morenas, manos doradas y prendidas en el abrazo. Manos fuertes sujetando los mástiles. Manos llenas de devoción, asidas al silencio de las notas. La música se eleva en torno tuyo entonces. Haces la música y nosotros, pequeños destellos sin amanecer, sonreímos.     Unos días sonaba la trágica historia de la copla, voces desgarradas, voces de mujer, hombres insólitos, las vidas de quienes el pueblo señala con el dedo, dolores que no pueden escribirse pues no tienen remedio. En ocasiones, era la airada música de la ópera más terrible, la ópera siniestra de la venganza, rostros tensos, oscuros, muertes anunciadas.      Las mañanas de domingo nos despertabas con un ejérci

Jane Austen y Virginia Woolf

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Adeline Virginia Stephen, Virginia Woolf para la literatura (Londres, 1882-1941), en su famoso ensayo "Una habitación propia" describe la escritura de Jane Austen como "una obra para personas mayores, escrita por una mujer, que escribe como una mujer y no como un hombre". Esta aseveración podría ser tomada de manera negativa, pero no es el caso. En el ensayo citado, Woolf reivindica por primera vez la necesidad de que la mujer muestre su independencia intelectual por medio de la literatura, como una forma de expresión del talento que había tenido que sufrir inconvenientes varios. Desde los casos en los que la mujer no firmaba con su hombre, hasta aquellos en los que la firma que aparecía era la del marido. La afirmación de la mujer no es tanto cosa de gritería feminista sin aquilatar, sino de ir consiguiendo subir escalones cuya dificultad es manifiesta.  Esta vindicación de la obra de Austen favoreció el que la crítica la considerara algo serio, mucho má

¿Amigas?

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En la película “Carta a tres esposas“, tres amigas sufren lo indecible ante el anuncio de que uno de sus maridos se ha marchado con otra amiga, con la cuarta amiga de la historia, que no aparece nunca en escena pero que las tiene a todas de los nervios. En “Eva al desnudo“ la íntima amiga y protegida de Eva termina por dejarla en la estacada, por usurparle su sitio, aunque, claro está, la justicia divina no permitirá que se vaya de rositas y, al final de la película, ya está haciendo su aparición esa otra amiga que le hará la misma jugada a ella. El tema de las amigas que no lo son tanto, que, en realidad, sienten envidia o resentimiento contra la que definen como su amiga del alma, no es nuevo, existe en el cine, en la literatura y en la realidad.  Ahora que hablamos en confianza podía contaros algunos ejemplos vividos en primera persona. Por desgracia, soy experta en “amigas“ de esta clase. Quizá por eso siempre he preferido tener amigos, con los que la cosa fluye mucho mejor y no

Jazmines en otoño

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Jazmines. No en el pelo, columpiándose en una canción de ida y vuelta. No adornando el rostro de una chica, que camina sola en esta mañana de sábado. No sobre la mesilla de noche, en un pequeño recipiente de cristal para que perfume la habitación en la que se susurran palabras de amor. No en el porche, para ahuyentar con su olor denso y penetrante a los mosquitos. Tampoco en una moña que vende con desgana ese chico tan joven con aspecto de no entender casi nada de la vida. No. En el suelo. Los jazmines en otoño caen al suelo, vencidos por la fuerza del viento sur, por la urgencia de la lluvia que cae de forma intermitente y que, cuando se aleja, convierte el pavimento en un rosario de miguitas de pan, a base de jazmines que vuelan y lo alfombran. Cualquier cuento de hadas podría escribirse entre estos jazmines, cualquier detective sumaría a sus pruebas estas huellas blancas y ligeras que se desparraman por toda la acera en este día de otoño. Jazmines en el suelo. En otoño.

Sofía

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“Dos mujeres“ La película que a mi madre la acercó a la Loren definitivamente. La que le proporcionó a Sofía un Óscar de la Academia, un BAFTA y el premio de interpretación femenina de Cannes, entre otros honores. En “Dos mujeres“ la vena dramática de Sophia Loren saltaba a la pantalla con toda su fuerza, de una forma directa que llegaba al corazón de aquellas mujeres, contemporáneas suyas, que sabían bien lo que era sufrir, lo que era tener necesidad, lo que era sobrevivir.  El éxito de “Dos mujeres“ catapultó a la Loren más allá de esa lista de guapas oficiales italianas, en la que estaban también Lucía Bosé o Gina Lollobrigida. Nada que ver. Sophia Loren saltó por encima de todas y se encumbró allá donde antes que ella ninguna otra italiana había llegado. Opuesta a la tormentosa imagen de Anna Magnani, pero cultivando también un prototipo de mujer fuerte, apasionada y llena de matices, su carrera cinematográfica ha estado a la altura del mito. La hija de Romilda Villani, su famosa

Mañana

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Has entrado en la peluquería con los ojos callados y el cuerpo tenso. Aquello, sin embargo, te ha venido muy bien. Allí están Jessi y todas sus historias, las que cuenta con cara de sorpresa, lo que dice de su vida y de la vida de los otros, así que su charla te reconforta y ves que en todas partes se han cocido las habas. El peinado, perfecto, dice siempre. Tienes un pelo que se amolda a todo. Y el flequillo, quizás un poco largo. No. Le dices. Suelta las tijeras, deja que siga largo. Has salido de la peluquería con otra cara nueva, quizá por el peinado, quizá por las sonrisas, quizá por los afectos. Y al lado, allí, muy cerca, en la cafetería, te has encontrado con ese colega que, en varias ocasiones, te ha invitado a salir y siempre te has negado. Una primera cita que te hace sentirte un poco rara. Porque hace tiempo que no vives una primera cita. Y porque las primeras citas pueden ser las últimas si la cosa no marcha. En fin. Aquello está vacío. Todavía hace calor, la gente

Septiembre

Lo encontré de repente en una librería, una de esas librerías grandes que tienen de todo y en las que los dependientes usan ordenadores para encontrar los libros. Él estaba en un rincón, allí donde se apilaban las novelas de ciencia ficción, un rincón al que yo nunca me habría acercado. Si no fuera porque lo descubrí a lo lejos. Era septiembre, todavía hacía calor, aunque a esa hora, cerca del cierre ya, la temperatura permitía estar en la calle y olvidarse unas horas del aire acondicionado. Llevaba puesto un pantalón vaquero y una camisa blanca. Pero reparé en seguida en su presencia, ahora entiendo por qué, entonces fue solamente una intuición. Yo rebuscaba libros buscando a mi autora favorita pero no hallaba nada. Y me sorprendí parada, suspendida en el aire, mirando a ese desconocido, sin apartar la vista de sus movimientos. Se movía muy despacio, tocaba los libros, los hojeaba, los abría y cerraba, pero lo hacía con una parsimonia distinta a mi nerviosismo. Nadie allí estaba tan

Gente de cine. Memorias. Biografías.

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Confieso que me gustan las biografías. Incluso la de una persona anónima tiene un interés especial. El interés de la realidad. Alguien puede pensar que eso es cotilleo, pero se equivoca. Mi interés obedece a que considero a las personas como lo más importante. El estudio de la naturaleza humana es, a la par de entretenido, sumamente instructivo. Aprende uno de los demás y, sobre todo, de sí mismo. Porque, como afirmaba mi vieja amiga la señorita Marple, la naturaleza humana es la misma en todas partes. Y así lo creo yo también.  Confieso que me gusta el cine. No es que me guste, sino lo siguiente, usando una frase que ha hecho fortuna en algunos medios televisivos. Me gusta, lo necesito, lo amo, me llena, me entretiene, me hace feliz. Mi vida y el cine son partes que no se pueden separar. Como tampoco me puedo separar de los libros. Pero una madre cinéfila, una educación cinéfila, muchos amigos cinéfilos, un hijo cinéfilo, todo eso da lugar a una rara ecuación pasada por el Séptim