En la más influyente obra teórica que Mairena escribió, con el respaldo formal de Ricardo Molina, ya se adivina que el cantaor y estudioso del flamenco había caído en la cuenta de que Triana era, al menos, uno de los centros fundacionales del cante. Por ello, en “Mundo y Formas del Cante Flamenco” [1] la presencia de Triana se extiende a las descripciones de algunos cantes, sobre todo las tonás, soleares y seguiriyas, así como a la aparición de artistas de filiación trianera, por nacimiento o vivencia, la mayoría de los cuales sitúan Mairena y Molina, en ese arranque ingenuo de dividir el mundo en dos partes, del lado de la tradición y la autenticidad. Así, los Cagancho o Frasco El Colorao comparten espacio con otras grandes figuras, maestros todos del cante en una época de formación estilística en la que tanto papel desempeñaron aquellos que, por su talento y su intuición, fueron capaces de armar el entramado de este edificio que aún nos produce asombro por su perfecta estr
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