La niña no quería dormirse. Luchaba una vez y otra contra el sueño. El sueño era silencioso y oscuro así que la niña prefería la claridad del día, las horas tiernas de la siesta, las mañanas resplandecientes, los ratos de sol y de charla…La niña esperaba la noche para no dormirse. Entonces inventaba una retahíla de canciones, de dichos y refranes, de oraciones antiguas aprendidas junto a la lumbre. La niña recitaba sus oraciones y hacía sus preguntas en medio de la oscuridad, cuando todos los ojos estaban cerrados, todas las puertas entornadas, todos los cuerpos cansados y dispuestos a aguardar la llegada de otro día. Entonces ella comenzaba su hilera de palabras repetidas: …buenas noches… …hasta mañana si Dios…quiere …que sueñes con los…angelitos …ya estoy dormida …y ya no hablo más Así, un día y otro, una noche y la siguiente, de manera que se abría el telón cuando los cuerpos iban a quedarse aletargados, esperando el nuevo día. La niña así, comenzaba
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