¿Existe el don de la palabra? ¿Alguna vez lo poseí? ¿Fue mío? Hubo un tiempo en el que escribir era una manera de estar en el mundo, de sentirte que, en algún lugar, tenías un sitio. Una forma de entender algunas cosas, no muchas, solamente las justas, las necesarias para seguir viviendo. En ese tiempo las manos se movían al compás de la mente y dibujaban historias, a veces versos, en otras ocasiones relatos, invenciones, no sé, cosas, incluso cartas llenas de recuerdos antiguos y esbozos de la vida, muchos sueños. En ese tiempo, las libretas se llenaban de pequeños textos, de frases sueltas, de ideas, de pensamientos. No estaban, como ahora, surcadas por un reguero de lágrimas absurdas que a nadie le interesan. No estaban como ahora, cerradas, prestamente guardadas, ocultas, sin tiempo para ser lo que ellas quieren, el baúl en el que duermen los fragmentos de vida que creaste. Hubo un tiempo en que tuve palabras en mis manos...Pero ahora, como si todas ellas hubieran