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Mostrando las entradas etiquetadas como Nina Leen

Yo, que te quise tanto...

(Fotografía: Nina Leen) Ninguna tarde, ninguna estrategia, ninguna voz, ninguna fuerza, nada. Así los pies recorren un tiempo conocido en el que no quedan nada más que vestigios de una flor que se fue, se agostó y ya no existe. Eso que fui, antes de ti, después también y ahora. No es sencillo que haya un instante tan solo, un solo instante, una mirada efímera, una palabra, que pueda contener en el desván de los sueños cumplidos. Por eso ya he borrado todas tus efemérides, todas mis emociones, todas las dudas y todas las esperas. Por eso, invisible, acudo al aire para captar la aurora. Ese momento fiel en que no estás, aunque te quise tanto, ya no estás, ya no eres. Y sin ti, revive la esperanza. Porque adiós es ahora la palabra más cierta. 

Demasiado sentimiento

           Me pasa a menudo con las amigas. Tener amigas es muy difícil para mí, es más, no estoy acostumbrada a tenerlas. Mis amigas son eso, presuntas amigas, no amigas de esas que puedes molestar a cualquier hora con una llantina sobrevenida. No. Son amigas tan ocupadas que me tratan como si fueran un médico que reparte citas. No sé, pero me parece que eso no son amigas como las que veo en algunas películas: está la protagonista llorando, feísima, tirada en la cama, incluso borracha a base de gin tónics consumidos en la peor soledad, con la música a todo trapo ( y sin que ningún vecino proteste, que esa es otra) y entonces llama a alguien, una amiga y va la amiga y se planta en su casa. Hay ocasiones en que ni siquiera tiene que llamarla, sino que la amiga tiene un sexto sentido y se presenta en casa de la doliente sin avisar y en el momento justo.  Como las películas suelen ser americanas plantarse en la casa de alguien a cualquier hora tiene mucho mérito. Estado

Recuerdo a cada hombre que me quiso

He olvidado a todos aquellos que no me quisieron. Ahora, en mi memoria, solo está cada uno de los hombres que me quiso. El muchacho de la motocicleta que traía a lomos una gigantesca muñeca vestida de color rosa. El chico del autobús, que se quedó esperando, con los ojos azules. El estudiante listo, perspicaz, versado en Económicas, que lloraba a la puerta de mi casa. El hombre de mirada verdosa, boca de los mil besos que creyó que podía jugar a tiempos pasados. El novio alto y delgado que se quedó en la orilla.  Hubo también quien me llenó de versos y en las noches de agosto y de Baeza escribía para guardarlos luego en un cajón desierto todas sus peticiones. Los de fuera, los del extranjero, la gente dulce, los tiernos e inseguros. Los tipos de las aventuras, los que no podían ser y lo intentaron y dejaron un reguero de luces que todavía iluminan sin que ellos siquiera lo adivinen. Algunos fueron buenos y por eso los tengo en el recuerdo. Los guapos del verano que iban y vení

La declaración

Aquel vestido rojo todavía anda guardado en un armario. Tenía un aire vintage que recordaba los años cincuenta. A ella siempre le ha gustado el rojo y a él también. La noche calurosa del 26 de julio permitía llevar libres los brazos, libre el corazón, totalmente libre todo. No recuerda muchos detalles pero en el ambiente brillaba una especie de expectativa única. El barrio estaba de fiesta y mucha gente paseaba junto al río, cuya cinta de plata era un atractivo para todos. Las casetas de la Velá se abrían en toldos verdes y blancos y la música se mezclaba entre unas y otras. Hay frases que nunca se borran y que tienen el peso de las evidencias más claras. Una declaración de amor es una especie de salvoconducto a la felicidad. Y esta vez fue cierto. Nadie mintió, nadie escondió nada, los dos supieron que era tan exacto como lo pueden ser las cosas. Podrían escribirse muchos libros sobre el desamor y ninguno sobre el amor correspondido. La dicha tiene menos literatura y no hiela la

Todo es azul

(Foto: Nina Leen, 1960) Azul la piedra y azul el horizonte. Ojos azules y una sonrisa terca que adivina el fondo azul del agua, antes del verde atlántico. Abriste las ventanas y escuchaste el sonido del viento que escribía cualquier nombre sin saber lo que hacía. Y luego, camuflaste los versos en tarros de cristal, en abierto abanico de nostalgias, en noches indecisas sin esperas. Te diste cuenta y fue demasiado tarde. Los tiempos se habían eternizado y convertido en fuego, donde antes hubo nieve y luego lluvia. De modo que el azul fue recompensa, el sueño de sentir que, en la distancia, sin descanso ni pautas ni mandatos, allí todo, en las olas, aguas azules, el aire susurrando, todo en la búsqueda, en ti, perdido todo, aquella soledad, aquella huida. 

La mirada honesta

"En un considerable número de países que durante alrededor de cien años han disfrutado de una libertad prácticamente total de debate público, esa libertad se halla hoy coartada y ha sido reemplazada por la compulsión a coordinar el discurso con los puntos de vista que el gobierno considera oportunos o sostiene con toda severidad. Puede resultarnos provechoso considerar brevemente el efecto de esa compulsión o persecución sobre los pensamientos, así como sobre las acciones" (La persecución y el arte de escribir. Leo Strauss) Este texto de Strauss que da inicio a uno de sus ensayos puede servirnos a modo de palanca para intentar avanzar en algunas cuestiones relacionadas con la escritura literaria y que tienen mucho que ver con la forma en que un lector se acerca a un libro. Las condiciones de honestidad y de libertad se le suponen al libro solo porque se ha escrito y porque el autor así debería haberlo calculado, pero si el lector, que es la tercera pata de esa me

Amigas

(Foto de Nina Leen para Life) Uno de los temas recurrentes en las obras de Jane Austen es la relación amistosa entre mujeres, en concreto, entre las jóvenes protagonistas y otras jóvenes de edades parecidas. En el caso de “Emma” estas relaciones pueden analizarse a través de dos casos, bien distintos, pero de los que podemos extraer conclusiones interesantes. Se trata de la amistad con Harriet Smith, por un lado, y con Jane Fairfax, por otro. La primera cuestión que tenemos que destacar es que, en ninguno de los casos, hablamos de amistad entre iguales. La diferencia social que hay entre Emma y las otras dos muchachas es notoria. Se trata, pues, de relaciones asimétricas, pues la única mujer que en la novela puede mantener una relación de igual a igual con ella, por su posición, es su hermana, Isabella, pero el interés que dicha relación tiene en la historia es muy escaso, todo lo contrario que ocurre en otras obras de Austen, como “Sentido y sensibilidad”, donde las herma

Una mirada atrás (III)

Despedirse sin despedidas es muy difícil. Toda mi vida ha sido así. Así me despedí de algunos amores. Así me despedí de mis padres. Así me despedí de ti. Así me despedí de mi casa. Despedirse de una casa sin el rito de la despedida te condena a no olvidarla. En tus sueños siempre estará esa casa. La verás con toda clase de detalles y no distinguirás si es realidad o fantasía. Cuando despiertes, buscarás en algún lado de la habitación un detalle familiar, pero no lograrás encontrarlo. Será el vacío lo que encuentres y entonces habrá alguna lágrima.  Ahí está el portón de entrada pintado de rojo inglés. Es muy grande y tiene a su lado la puerta del garaje, del mismo color. Ella eligió el color porque leía mucho a Agatha Christie y le parecía que el rojo inglés merecía la pena tenerlo cerca. Entre las dos puertas hay un buzón hecho de cerámica amarilla y azul. La casa está encalada en la parte superior y la inferior lleva un zócalo de piedra ostiones y un remate arriba en color al

Una mirada atrás (II)

El segundo tramo de la calle estaba plagado de tiendas. Si tuviera que enumerarlas todas no podría pero tengo clara la imagen de algunas de ellas. La más pequeña era una tienda de juguetes. El centro de atracción de todos los niños, porque estaba pintada de azul y tenía una puerta con móviles de colores que se ponían a bailar al abrirla. También sonaba una música de algo clásico que yo no sabía reconocer. La tienda de Celestino era la de los ultramarinos y allí se vendía de todo lo que hacía falta en una casa para alimentar una familia. A ella solo acudían las mujeres y estaba siempre muy concurrida. Había luego un refino con una señora muy compuesta sentada en una mesa de camilla que era muy lenta en despachar y que desesperaba a todo el mundo. Ibas a por seis botones de camisa y te pasabas allí la mañana. A veces te ibas sin el encargo, porque la señora miraba a los niños con bastante desprecio y atendía siempre primero a los mayores. Casi al lado, un bar pequeñito en el que des

Una mirada atrás

La calle era un muestrario de seres humanos. Un enorme escaparate con caracteres, apariencias y sentimientos distintos. El paso del tiempo ha enturbiado los recuerdos pero, si hago un esfuerzo de memoria, puedo volver a revivir mucho más de lo que creía. Anoche soñé que volvía a Manderley...El universo era la calle. El barrio existía levemente y la ciudad era invisible. Hasta los diez años no hubo más espacio vital que ese y luego siguió siendo la reserva de los afectos. Cuando dejé atrás la calle para no regresar, el pueblo se desdibujó. Perder la casa de la infancia es un camino sin retorno. Un hueco mortal. Era una calle muy larga y ancha. Al menos así es como permanece en mi memoria. Si hoy volviera, quizá me llevaba la gran sorpresa: ni era demasiado ancha, ni demasiado larga. Por contra, yo era demasiado pequeña. Entonces tenía tres tramos diferentes que comenzaban en una plazoleta y terminaban en un cruce de caminos. Los caminos conducían a lugares que yo apenas pisaba

De poesía y poetas

(Fotografía de Nina Leen) El verano es el tiempo de la poesía. Las horas tersas de la mañana, luminosas y displicentes, sin nada que hacer, holgazaneando por la casa o el patio, veían a la niña encaramada a las obras completas de algún poeta o a un librito pequeño que contenía una antología de algún otro. A veces, se organizaban en la casa curiosos torneos, justas poéticas hechas de recitados espontáneos, con un fondo de flores, una colcha ya usada, que se sujetaba de ventana a ventana, y se convertía en improvisado fotocall. Allí se decían los poemas y se movían las manos al mismo compás. Con diez cañones por banda, qué tengo yo que mi amistad procuras, es la casa un palomar y la cama un jazminero, esta mañana, amor, tenemos veinte años, quisiera estar solo en el sur, las barcas de dos en dos, la aurora de Nueva York... Altolaguirre, Cernuda, Machado, Lorca, Santa Teresa, Borges, Alberti, Neruda, Lope de Vega, Espronceda,  los sonetos de Shakespeare , el teatro en verso,

Conversaciones

Éramos un montón de chicas y siempre había algo de lo que hablar. No solamente de vestidos, zapatos, adornos para el pelo o rebajas. También manteníamos sesudas charlas sobre el futuro, los amores contrariados, los pensamientos lúgubres y nuestras madres. Todas teníamos madres con mucha personalidad, de esas que nunca se callan si llega el momento, de las que te dicen a la cara lo que piensan de esa ropa que te has puesto: "No entiendo cómo piensas salir así a la calle". O reparan en el maquillaje que llevas: "¿De verdad te ves guapa con ese aspecto de actriz en alfombra roja?". Así eran nuestras madres. Veloces a la hora de reñir, perspicaces para adivinar que esa falda antes no era "tan corta". Dispuestas a saltarse las normas si era preciso para lograr enterarse de nuestras conversaciones. Animosas en los momentos más difíciles.  La única forma que teníamos de entendernos a nosotras mismas en ese tiempo tan difícil de la adolescencia era la char

No

Él le dijo: “Te quiero”, con su voz dulce y rotunda al tiempo. Ella lo escuchó con reverencia y tuvo miedo. Supo que, después de esa frase, corta y definitiva, ya nada sería igual. Ya no podría fingir indiferencia, no podría inventar risas, no podría dibujar palabras imposibles, no podría atesorar lágrimas sin que él lo supiera. No. Después de aquello no valdría nada, salvo enfrentarse a todo. Enfrentarse a su propio corazón y al suyo. Aunque él no lo sabía. No sabía la respuesta de ella e imaginaba que las cosas transcurrirían como otras veces. Juego, deseo, quizá un poco de amor pero no mucho, sexo, fuego que se va apagando, desamor, aburrimiento y lucha. Y el adiós. Ese laberinto de sus pasiones que se iba repitiendo una y otra vez. Esa acusación que todas le hacían de que jugaba con la vida. Ese cansancio de verse en una ruleta que ya nunca podría pararse.  Ella le contestó, mirándolo a los ojos: “No”. Y repitió despacio: “No”. “No, porque te quiero demasiado”. “No, porque

Una historia por entregas: "Querido Humphrey Bogart" (y 3)

(Fotografía de Nina Leen) CAPÍTULO 3 ..."Esas frases “Tengo que hablarte. De algo. En fin…” me pusieron extremadamente nerviosa. No le pregunté. Simplemente le sugerí que me lo contara por teléfono, pero él se negó, ya lo he dicho, así que tuve que esperar a vernos. Y no era fácil. Su vida está montada alrededor de una agenda muy cargada y, además, dedica mucho tiempo a estar encerrado escribiendo. Eso es lo básico en su vida. Sus libros. Los demás solemos estar de relleno, como un decorado que uno cambia de vez en cuando. A veces los decorados se llenaban de gente y yo no tenía sitio. En ocasiones, me caía fuera de las bambalinas… Una semana después nos citamos en un restaurante de platos grandes y cuadrados. Era un mediodía muy caluroso del mes de abril. Abril es mi mes favorito. No solo porque cumplo años, sino porque significa el final del invierno y la llegada de un tiempo más alegre. La ropa cambia, la luz cambia, todo se convierte en otra cosa. Me encan

Una historia por entregas: "Querido Humphrey Bogart" (2)

(Martha Boss fotografiada por Nina Leen) CAPÍTULO 2 ..."Pero Fernando, según me aseguró, las remitió a todas a su comunicado oficial en el Facebook, que era, desde luego, lacónico a más no poder: “Anuncio a mis amigos de FB que me he enamorado.  De una mujer. Lo aclaro por si hubiera dudas”  La aclaración sobraba. Nadie imaginaría nunca que Fernando es gay. Su vida privada ha sido ultrasecreta hasta ahora, pero que no es gay estaba clarísimo. Más bien es todo lo contrario. Le gustaban prácticamente todas. O le gustan, quién lo sabe. Esas cosas no pueden perderse de vista, ni siquiera ante el amor apasionado que se supone siente por mí en estos momentos.  La pregunta es ¿qué necesidad tenía Fernando de anunciarlo en Facebook? Ah, pues no es fácil explicarlo. Y menos de preguntarlo. De hecho, no le he trasladado esa pregunta. En realidad, no le pregunto nada. Sólo necesito saber que me quiere. Y, en este caso, es blanco y en botella. Por un lado, se quitó de en m