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Mostrando las entradas etiquetadas como Fotografía

El amor es un rito de belleza

Hubo un tiempo que ahora parece lejano e imposible en que, a la salida del trabajo, nos íbamos a tomar una copa de mediodía a uno de esos sitios que te hacen sentirse como en casa. Llegábamos las tres, Ángela, Aurora y yo, invariablemente bien vestidas y peinadas, cada una en su estilo pero todas con estilo, y nos acompañaba, como si fuera un caballero andante que no se cansa nunca de ayudar en las compras, nuestro amigo Leo, infatigable, inteligente, guapo y casado.  De modo que esas sobremesas se extendían porque ninguno teníamos la prisa suficiente como para cortar la conversación que seguía al aperitivo. Siempre acabábamos hablando del amor, de los amores en general, de los hombres y las mujeres, sin viceversa alguna. Ángela no se había casado nunca y parecía que esas cosas le eran muy ajenas. Su falta de coquetería, a pesar de cierta distinción de familia, siempre nos llamaba la atención. No se detenía demasiado tiempo ante el espejo, siempre vestía de azul oscuro, casi negro, y l

La sal de la tierra

  Las fotografías de Ellen von Unwerth tienen alma. No pueden pasar nunca desapercibidas. Es su genio el que se trasluce, el que brilla. La fotografía de moda no es un simple pasatiempo frívolo, tampoco lo es la moda. Es arte. La escojo a ella para ilustrar esta entrada que no tiene nada que ver con la moda ni tampoco con la fotografía. Pero sí con el arte. Con el arte de ser persona.  Las redes sociales tienen mala prensa. Pero hay en ellas una riqueza pocas veces considerada, salvo que tengas unas buenas dotes de observación y repares en ello. Ahí hay gente que merece la pena. Por eso siguen existiendo y no por los trolls, ni los bots, ni los haters. No. Por las buenas personas. Como las que he tenido la inmensísima dicha de conocer en Facebook o en Twitter. Tienen nombre y a ellas va dedicado este post. Gente que cultiva la amistad con sabiduría y que sabe muy bien que la vida no es de un solo color, sino de muchos. Gente que tiene la palabra justa. Gente generosa con sus palabras y

Descubierta vanidad

  En el catálogo de personas están las que siempre salen victoriosas a la hora de "ponerse bien puestas". Utilizo esta frase antigua, la forma en que antes se vinculaba la vanidad a determinada gente. Gente que sabe resguardarse y que, hasta cuando parece que se critica a sí misma, se alaba. Es, si no un arte, una estrategia. Es fácil reconocerlos. Cualquier conversación termina conduciendo a ellos mismos con lo que a la vanidad se une ese egocentrismo sin remedio que lo marca todo. Da igual lo que les cuentes, les preguntes o les digas, siempre terminan por soltar algo referente a ellos, algo que han hecho, dicho, escrito o vivido. Son resistentes a las miradas furtivas, a la buena educación y a la paciencia. Solo son pacientes con ellos mismos y se consideran siempre a salvo. Están a salvo porque lo merecen. Creen merecerlo todo. Piensan que ocupan un lugar propio e inalienable. Usan un vocabulario rebuscado y se sienten divinos pese a todo.  Lo que antes se deslizaba en un

Mientras asoma el alba

     Cuando yo tenía dieciséis años pasé un verano en Ronda . Puede parecer que Ronda no es el mejor sitio para pasar el verano. No hay playa y hace mucho calor. Pero si vives todo el año junto al mar puedes permitirte esas licencias. Y Ronda tenía un aire romántico que me llamaba. No contaré las circunstancias de aquella estancia, sería cosa que no importaría a nadie. Pero sí algunas de las sensaciones que experimenté el tiempo que estuve allí. Luego he vuelto, claro está, en muchas ocasiones, pero el sabor de aquel verano nunca más volvió a aparecerse, seguramente porque nunca más he tenido dieciséis años.     Recuerdo la soledad. Mi casa familiar, tan llena de gente a todas horas, impedía el mínimo sosiego. No había forma de estar ni siquiera un rato aislada, sin voces y sin charlas. Todo el tiempo te encontrabas rodeada de familia. Pero cuando comencé a pasear por Ronda me percaté de lo agradable que era el silencio y de lo bien que se estaba sola. No lo sabía, no lo supe hasta es

Invisibles

  Si te preguntas ¿para qué? es que estás a punto de tirar la toalla, sea esta cual sea. La gente se hace esta pregunta en relación con su trabajo, con sus aficiones, con su pareja, con su vida. Para qué hago esto, se dicen. Para qué hacer deporte. Para qué esperar al amor verdadero. Para qué sufrir. Para qué esforzarme tanto. Para qué escribir un blog.  Mientras resolvemos el para qué podemos mirar estas asombrosas fotografías del canadiense, de 1968, David Burdeny, algunas de ellas realizadas en la Atlántida. Siempre que las miro observo en ellas un enorme parecido a las extensiones de sal que hay en mi tierra y eso me reconcilia con la lejanía de un canadiense de quien no conozco nada más que su obra. Mirad.  Una cosa es ser anónimo y otra ser invisible. El anonimato puede llegar a ser incluso un aliciente, pero siempre hay anónimos que tienen momentos de necesidad y quieren que alguien los reconozca o los aplauda. Pasar la vida siendo anónimo, en un entorno de total anonimato no es

Hermosa tecnología

  (Foto: Uta Barth) He tenido la suerte de estar veintidós años con una persona que sabía mucho de educación. En realidad, es la persona que más sabía de educación de todas las que he conocido y conozco todavía. Muchas veces pienso qué pensaría, si estuviera vivo, de esto y de aquello. El no tener respuesta a esas preguntas es muy difícil de sobrellevar, pues su luz era la mía y su perspectiva de las cosas no tenía tacha. Jamás se dejaba arrastrar por la corriente, llevaba su independencia intelectual de forma natural y nunca buscaba el cobijo del grupo para contemplar y contemplarse, sino que la soledad que propicia la reflexión y el pensamiento original fue una de sus compañeras.  Sabía mucho de educación porque, además de su experiencia en todos los puestos de trabajo que en este sector existen, tenía una formación fastuosa, formada por lecturas e investigaciones que fueron pioneras en muchos aspectos y eso se notaba enseguida. Nunca le ocurría como a tanta otra gente, que se le ven

Eve Arnold, la fotógrafa del alma

Eve Arnold (1912-2012) es una de esas artistas cuya obra no pasa desapercibida, abren nuevos caminos y generan modelos no superados. Nacida en Filadelfia de padres judíos que emigraron desde Europa estudió fotografía y cine y colaboró, a lo largo de su vida, con revistas de categoría, como Life, París Match, Stern, Sunday Times y Vogue. Sin duda su principal logro laboral fue formar parte como miembro de pleno derecho de la agencia Magnum Photos, la más importante empresa gráfica del mundo. Su obra tiene tres principales temáticas: los retratos (muchos de ellos de actores y personajes relevantes), la fotografía social y el documento de viajes. Fue autora de nada menos que 11 libros de fotografía y viajó por todo el mundo para obtener sus fotos. Su trayectoria le valió varios doctorados honores causa y muchas otras distinciones. Llegó a pertenecer a las asociaciones fotográficas más importantes del mundo.  Su método de trabajo ha sido ponderado por los expertos. Generaba una

El desasosiego

Es posible que la tormenta haya activado algo que hasta ahora no tenía claro el resorte. Una especie de lucha inmensa e  interior, de meteorito salvaje que estalla. Una llamada íntima, un desasosiego que nada tiene que ver con el nerviosismo de los quehaceres, ni de las búsquedas. Es una emoción basada en la rabia, en la ira, en la sensación de injusticia, en la impotencia de la pérdida, en la evidencia de que las salidas están cerradas y alguien ha tirado las llaves al mar. Por eso, porque la tarde ha caído entre rayos y truenos; porque el agua tan deseada no ha llegado y eso hace el día más oscuro y tétrico; porque si cae la noche y no he sido capaz de hallar alguna respuesta; por eso, por todo eso y por algunas cuestiones más que no puedo explicar, es por lo que me siento aquí, en esta esquina del salón que podría llamar mi reino, y deambulo con la cabeza por los hechos del día y de los días pasados, para hallar alguna explicación que me convenza o que, al menos, no me lleve a más p

Ellen von Unwerth

Ellen Von Unwerth es una fotógrafa nacida en 1957 que trabajó antes de modelo durante unos diez años. Después cambió su ocupación, tomó la cámara y comenzó a realizar fotografías de moda muy especiales, tanto en color como en blanco y negro. Las que vemos aquí son una pequeña muestra. Ellen nació en Frankfurt (Alemania). Huérfana casi desde su nacimiento, pasó su infancia en una casa de acogida y su adolescencia como okupa en una comuna ubicada en Munich. Quizá por eso le gusta tanto representar el lujo y la sofisticación, la belleza de lo elegante. Dio su primer paso como modelo en París, posando para grandes fotógrafos como Oliviero Toscani y Helmut Newton, donde con cada sesión descubrió que su verdadera pasión era la fotografía. Su novio de ese entonces, que era fotógrafo, le regaló una cámara. Su primera toma de contacto con la fotografía profesional fue en Kenia, donde tomó fotos de la población y de los niños de esta ciudad. Nunca imaginó que las fotografías serían publicadas po

"La edad de la luz" de Whitney Scharer

Apasionante la historia de Lee Miller, la hermosísima mujer que fue modelo, fotógrafa y fotoperiodista. Su vida personal estuvo llena de situaciones límite. Su vida familiar tampoco fue fácil. Demasiadas personas se sintieron con derecho sobre ella y demasiadas veces Lee Miller distrajo su talento con peripecias que no hacían sino traerle dolor. En este libro, la primera novela de su autora Whitney Scharer, la persona es personaje y al revés. Su lectura debe correr paralela a la necesaria indagación que todo lector experto hace para poder entender, contextualizar y profundizar en aquello que lee. No se puede explicar su figura sin el arte y sin lo que la naturaleza había depositado en ella en forma de dones: belleza y talento. La primera hizo que fuera objeto de fotografías, algunas de las cuales invaden su intimidad de una forma decisiva. El segundo afloró cuando fue posible y cuando las circunstancias de la vida hacen que ella asuma la determinación de ser lo que quería ser y

Delicias

  (Foto: David Pullum) Acabo de publicar un libro. Ha salido hace, exactamente, 25 días. Está por aquí, por mi blog, y también en mis redes sociales. Si os fijáis un poco sabréis qué libro es. Acabo de publicarlo, ya os digo. No es el primer libro que publico pero sí el libro que más ilusión me hacía publicar y el que significaba, o podía significar, un paso adelante en la literatura. Porque la literatura es mi vocación. Como Jane Austen, yo también escribo desde muy pequeña y guardo diarios, cuadernos y toda clase de cosas escritas desde siempre. Ella es un genio y yo su admiradora. Leerla es la delicia mayor. Escribir sobre ella, un encanto sublime.  (Foto Brook Pier) (Foto Trey Ratcliff)

Hay historias que no interesan a nadie

  La fotógrafa de Life Nina Leen posa con su cámara Rolleiflex en 1949  Los llamo escritos y también historias. Las vengo escribiendo desde muy pequeña. Están en hojas sueltas que se guardan en carpetas, en libretas y cuadernos, en el ordenador, en mi blog. Una especie de prosa poética, cosas imaginadas que se mezclan con cosas vividas o que debieron vivirse, anécdotas, pensamientos, acontecimientos que fueron y vinieron, un poco de todo. En muchos de ellos está la familia, están amigos y amores, en otros gente anónima, en otros gente desconocida. Las ordené por temática y por época y están organizadas, tituladas, solo a la espera de que se publiquen. Tienen títulos atrayentes y son emocionantes, tienen calidez y cuentan cosas que pudieron suceder e, incluso, sucedieron. Historias. Memorialistas y poéticas. Diaristas y llenas de sal y con agua fría en ocasiones y en otras un chorro de sol para compensar. Amor, desamor, engaño, espera, duelo, amistad, tiempo, pasado, esperanzas, vida...

La otra Rebeca

Ella era una cinéfila militante. Había nacido en el año cuarenta y eso debió imprimirle carácter. Era la época de las grandes divas y este tema no podía pasar desapercibido para una muchacha que vivía pared con pared con un cine-teatro que ofrecía sueños por poco dinero. Tenía una imaginación a prueba de post-guerra y soñaba con el último actor al que veía en la pantalla grande. Más que soñar, se inventaba una historia completa, al modo clásico, con planteamiento, nudo y desenlace. El desenlace era feliz, salvo en algunos casos en los que se imponía la nostalgia del alejamiento. Concesiones al neorrealismo. Los héroes del cine eran hombres de verdad y no como los que se encontraba en el paseo, por la Alameda, o en las orillas del río. Por cierto, que el río le dio disgustos a menudo, hasta que lo canalizaron y lo convirtieron en un río de mentira, un río sin corriente de agua, una especie de bañera flotante. Un asco.  Las salas de cine tenían un misterio especial pero tambié

Las puertas cerradas de William Eggleston

  La fotografía es el arte de nuestro tiempo. No hay otra manera mejor de expresar lo cambiante de la naturaleza, de las estaciones, de las personas. Ha pasado de ser un documento de lo que sucede, un retrato de la belleza o la fealdad, al testimonio de las ideas, porque lo que se plasma en la imagen fotográfica no es ya lo que se observa, sino la mirada del que observa. Esto lo hace William Eggleston de manera que sus exteriores (la mayoría de sus fotografías lo son) encierran historias. Puede escribirse un argumento a partir de cada una de esas fotos, todas tienen traducción en palabras, aunque las palabras puedan parecer innecesarias. Lo contó Eudora Welty en la introducción al libro de Eggleston "The democratic forest ". La naturaleza no es solo lo natural, los árboles, las flores, el paisaje agreste, las nubes o los campos labrados, sino todo aquello que se ha ido agregando por decantación, desde lo más humilde a lo más egregio.  Eggleston parece realizar un ejercicio

Genevieve Naylor: el triunfo del color

La fotógrafa y fotoperiodista Genevieve Naylor (1915-1989) tiene múltiples facetas a lo largo de cuarenta años de profesión. Después de estudiar pintura, decidió dedicarse a la fotografía, sobre todo por la influencia de su amiga Berenice Abbot, también fotógrafa. Su matrimonio con el artista de origen ruso Misha Reznikoff (1905-1971), un amante del jazz, la llevó a los ambientes bohemios del Village, donde instalaron ambos su estudio. Una misión encargada por el departamento de Estado los llevó a Brasil en el año 1940, en el marco de la política de buena vecindad que pretendía dar a conocer la riqueza cultural de este país. Allí, Naylor hizo más de mil fotografías no solo de aspectos monumentales o históricos sino, y sobre todo, de la vida cotidiana de la gente, los tranvías, las calles, las escuelas, los niños...Este trabajo alcanzó un gran reconocimiento y a partir de ahí recibió ofertas de trabajo de las revistas más prestigiosas del momento. Así trabajó para Vogue, Cosmopol