Ir al contenido principal

Entradas

"Por pura amabilidad" de Doris Langley Moore

Por pura amabilidad Doris Langley Moore Traducción: Miguel Ros González Rara Avis,  Editorial  Alba No conocía a esta autora, Doris Langley Moore , que publicó este libro en 1951. El suspense es muy de escritoras y Langley Moore se inserta en esta tradición de damas del crimen. La historia está a medio camino entre la novela de costumbre y la de detectives. Una anciana decide pagar los servicios de un médico con unos baúles que son recuerdos de familia. De este modo, una serie de objetos, cuadros y libros llegan a manos del doctor.  Resulta que una hija de este trabaja en la biblioteca municipal (en todas las historias inglesas de detectives hay una biblioteca que hace mucho papel) y su jefa piensa que no se trata de cuadros normales sino que tienen pedigrí y nada menos que italiano. Un experto la contradice, diciendo que no tienen valor y que son meras copias. Pero da la sensación que en todo esto hay trampa y que algunas opiniones no son demasiado objetivas sino interesadas. Una luch

"Cuentas pendientes. Reflexiones de una lectora reincidente" de Vivian Gornick

  Cuentas pendientes. Reflexiones de una lectora reincidente Vivian Gornick Traducción de Julia Osuna Editorial Sexto Piso Noviembre de 2021 A medio camino entre el ensayo literario y la narración de experiencias propias, Vivian Gornick (Nueva York, 1935), uno de los nombres que ha sonado este año para el Nobel de Literatura, regresa con la editorial Sexto Piso y un título que llama la atención: Cuentas pendientes. Reflexiones de una lectora reincidente. El título avisa del contenido y no hay que temer engaño. La estructura del libro es muy sencilla. En un momento dado, Gornick, lectora empedernida, comienza a releer obras que, leídas con muchos años de distancia, sospecha que le van a dar otra dimensión, si no de la obra en sí, de ella misma, de la forma en que va a recibir el texto y va a entenderlo. Lo que supone, ni más ni menos, la relectura, uno de los actos más interesantes de cuantos puedan llevarse a cabo en relación con la literatura. En su selección de libros para releer esc

Las margaritas crecen en los coches

Conozco a algunos tipos pagados de sí mismos. Podían constituir toda una especie. "Tipos" usado en general, hombres y mujeres. Todos ellos seguros de que tienen razón, de que su imagen merece perpetuarse en selfies continuos, de que su voz tiene los tonos más atractivos y de que respiran glamour por todos lados. Los reconozco casi inmediatamente, porque tienden a aparecerse en todas partes, en jardines donde nadie ha plantado margaritas y en salones donde siempre los esperas. Llegan con una risa incandescente, se rodean de algunos de los suyos, usan colores que nunca sorprenden, pero, aún así, se consideran lo más de la hermosura. Flipas si los observas. Despacio, sin que te estorbe el sentimiento o el aprecio cotidianos, simplemente dejando que transcurran delante de ti haciendo sus representaciones. En realidad, los conoces tanto que no llegan a engañarte pero hay mucha gente a la que dan el pego, que los alaban y se sienten alabados, en un intercambio de sinrazones que no

La otra muerte de Zola

  (Fotograma de la película "J'Acusse", de Roman Polanski, 2019) Nada más desconsolador, para los que han crecido leyendo periódicos, que la evidencia de que el periodismo ha muerto. Después de saludar con escepticismo, cuando no con verdadera aversión y auténtico miedo, el nacimiento de las redes sociales, el periodismo decidió que no valía la pena luchar contra un gigante, sino plantear la estrategia del disimulo y de la imitación. Decidió que lo primero era la ganancia y lo último, la ética. Al tomar ese camino colocó a los lectores, en realidad a los ciudadanos, en la disyuntiva de dejarse engañar o de huir sin volver la cabeza. No existen estadísticas que nos aclaren, si es que una estadística sirve para aclarar algo, qué es lo que ha sucedido, pero cada uno de nosotros puede narrar su particular historia. Y muchas historias suman una historia global. O quizá no, pero tampoco importa. En realidad, a estas alturas de este texto la mayoría debe haberlo dejado atrás, po

"Todo sueño que es nube se deshace..."

 Oh libertad errante, soñadora, desnuda de verdor, libre de venas, arboleda del mar, errante nube; si en lluvia el desengaño te convierte, la forma de mi copa podrá darte una pequeña sensación de cielo. Vuelve a la tierra, oh mar, vuelve a la vida, a las cadenas de los largos ríos, a las prisiones de los hondos lagos; vuelve afilada a penetrar mil veces angostos laberintos vegetales. ¡Oh libertad, tus puertas son heridas! No las quieras abrir, sigue encerrada en la sedienta piel o te sostenga el inclinado cauce del torrente. Todo sueño que es nube se deshace. Vuelva a brillar el sol, pues la blancura de esa ilusión de libertad celeste es tan sólo una sombra hecha jirones. No sueñe más el agua, y tenga vida en la savia o la sangre, tenga sólo en mí su libertad, libre en mis lágrimas. (Poema de Manuel Altolaguirre, fotografía de Vivian Maier)

El erróneo color de las horas

Si algo enseña el paso del tiempo, si algún aprendizaje se deduce de ese sumar días y días, es el sabor de los errores, lo equivocados que estábamos, que estamos, que estaremos. Cualquier ocasión es buena para demostrar que, de cien veces, noventa actuamos de una forma que nunca elegiríamos tiempo después. Si hay gente que piensa todo lo contrario, porque acierta, es para darle la enhorabuena. Ha tenido la suerte de acertar cuando todos los demás erramos. La vida es una suma equilibrada de errores y certezas. Los primeros son más numerosos que las segundas, aunque tienen la característica de que, con el paso del tiempo, los unos bajan en número y las otras aumentan. Ventajas de la vida en sí misma. Los mayores errores están, seguramente, en lo que se refiere a tomar decisiones. Este trabajo por el que me desviví, esa persona a la que adoré, esa otra por la que sufrí, ese tiempo que gasté llorando por no tener o no poder, esa esperanza que se desvaneció después de tanto esfuerzo...Hay q

Los afectos

  (Edward Weston fotografía a Tina Modotti) Hay gente que conserva los afectos. El paso del tiempo y las nevadas, los fríos del invierno, el abrasador verano del sur o la humedad de la playa, nada de lo que pueda uno considerar incómodo, hace mella en esa gente que sabe conservar los afectos. Los cuidan como si se tratara de una caja dorada, traída desde lejos, guardada en paño ocre y llena de simientes de flores extrañas. Los consideran una prueba de que el amor y el dolor se dan la mano y escriben con ellos el itinerario de las horas y de los días. La gente que conserva los afectos tiene la rara cualidad de entender dónde está lo humano y dónde lo imposible. En pocas ocasiones tiene que defenderse del exterior, porque lo de fuera está cerca de lo más oculto y se mezcla con las mismas ansias.  No soy una de esas gentes que conserva los afectos. Más bien los dilapido. Tengo la capacidad innata de bloquearlos y de lanzarlos al vacío. Los diluyo en alcohol o en un líquido inodoro, incolo

He oído florecer a los almendros

He oído florecer a los almendros y la luz amarilla del sol ha aparecido debajo de una sábana. Las lámparas escupen los silencios y el viejo ventanal, apenas entreabierto, trae lunas de otros años, otras vidas. En esa intersección de la amargura, cuando los tiempos tiemblan y vibran sin motivos, he escuchado las voces de todas las historias y escrito sobre el aire un viento lastimero, una nueva razón que tiene la apariencia de ser nada.  (Pintura de Louis Valtat) 

La mujer callada

(Leonor Fini. Autorretrato con sombrero rojo. 1968) No creas que ha sido fácil. Se ha precisado un largo entrenamiento, una aceptación total y un vuelco a la emoción que se lanzaba sola. Antes, cuando todavía el viento oscuro del silencio no había llegado, ella se movía como pez en el agua en las palabras. Asentía, comentaba, contaba, rezaba, cantaba, decía. Los verbos se mezclaban con los ambiciosos adjetivos, de dos en dos, de tres en tres. Los nombres tenían la mayor de las disposiciones para convertir en sueños los deseos y los deseos en realidades. Luego estaban las preposiciones, las conjunciones y las pequeñas partículas de antes y de después, bien ajustadas, compuestas, libres, pero engarzadas en una joya sin precio, en una frase. De esa forma el pensamiento no tenía fronteras, el corazón se ensanchaba cuando iba a pronunciar un pequeño discurso y la boca se movía al compás querido de la brisa. Todo era vivir y así se compartía lo que los hombres tienen más a mano: su s

Que no se apague el mar

The Long Leg, Edward Hopper, 1930 Que no se apague el mar aunque nosotros no pisemos la arena de la playa. Al fin, la playa es solo un subterfugio, una excusa, una parte del tiempo que gastamos para pensar en nada. Extendidos los brazos hacia el sol que vigila, el mar tiene una deuda pendiente cuando lo convertimos en un modo de estar y no de ser. Ese azul que se mezcla con el cielo tiene una explicación pero no la sabemos porque sigue a la duda y la duda es eterna. Ese molino blanco que azota el horizonte puede que albergue una historia de amor, la de Birkin y Úrsula, tan cansada y perdida, que no había forma de entender por qué los hombres huyen y las mujeres lloran.  Regata en Villers, Gustave Caillebotte, 1880 Que no se apague el mar. En lontananza las barcos que miran el susurro del agua embravecida. Todas las sensaciones, cada una con su color. El violento batir de las esclusas, el sueño compartido de las velas, el aire silencioso del levante o poniente, el gri

Vive le noir!

(Sterling Hayden en "Atraco perfecto", dirigida por Stanley Kubrick en 1956. El actor, inolvidable en "Johnny Guitar" es aquí el cabecilla de una banda de malvados) ********* Adoro el cine negro, además del cine en blanco y negro. El cine negro de antes y el de ahora aunque las cumbres están en esas décadas pasadas del siglo XX en las que brillaban sus estrellas a golpe de sombrero y gabardina. Si me das a elegir una película, escojo un noir y lo decoro con una buena esquina del sofá, una mantita si es tiempo de ello y una emoción permanente, recién estrenada cada vez. Las historias del noir son apasionantes y tienen un cóctel de buenos sollozos en forma de disparos, asesinatos, huellas, búsquedas, abrazos, mujeres de ojos rasgados y hombres de mirada huidiza. Todos los hombres y todas las mujeres. En mi galería de favoritas están las películas que te mantienen la atención y que te hacen olvidarte del dolor de cabeza y de los deberes. La afición me viene de familia:

Leer es lo más

  Leo esta mañana de noviembre, fresca, transparente y luminosa, un artículo de Julio Llorente en Vozpópuli que se titula: Leer está sobrevalorado. No sigo habitualmente lo que escribe Llorente de modo que no puedo saber si es una boutade momentánea o una postura sistemática. El artículo lo ha retuiteado alguien en Twitter y el título me ha hecho leerlo. Desde el inicio ya estaba dispuesta a criticarlo porque el título es uno de esos títulos más propios de youtubers de salseo que de un periódico, una forma de trincar lectores como sea, una excentricidad que luego se quiere justificar con el texto. Ocurre a veces con los articulistas. Les viene a la cabeza una frase y con ella construyen un artículo que está al servicio de esa genialidad. En este caso la excusa de la genialidad es otra frase previa de Fernando Sánchez Dragó, un señor al que tampoco leo ni sigo por razones obvias relacionadas con que hay cosas de las que me alejo por salud mental. Ni uno ni otro, ni Llorente ni Dragó, me

Diez libras

  (Fountains Abbey, El rincón de Sele, 2020) Benjamin Crosby e hijo, editores, abonaron a Jane Austen en la primavera de 1803 la cantidad de diez libras por la venta de su novela Susan, la que sería más tarde titulada cuando se publicara La abadía de Northanger . Era la primera cantidad de dinero que recibía por sus libros pues recordamos que hasta 1811 no publicará Sentido y sensibilidad .  Sin embargo, la buena noticia se verá empañada porque los editores nunca acometieron la edición del libro y a ella le costó tener que pagar para recuperar los derechos. La novela estaba ya escrita en 1799 y luego tendría sus revisiones, como solía hacer. Pero ni se publicaba ni ella podía volver a tener los derechos de publicación. Fue un asunto que le requeriría bastantes esfuerzos y que la desanimó bastante acerca del buen criterio de los editores y de sus intenciones que no eran otras que ganar dinero, según pudo apreciar de forma directa. El caso es que nunca vería la novela publicada pues fue

Coimbra

  (Coimbra. Acuarela por Jorge Vieira) Mi amiga Isabel me habla de Coimbra. De su belleza. Una universidad rodeada de una pequeña ciudad, dice. Una isla de saber en un rincón del tiempo. Debo creerla. Y me gusta. Porque creo en las islas y yo misma soy una de ellas. Ser de isla no es lo mismo que ser de mar, es diferente, es una especie de cualidad única, de sentir individual, de esperanza que no deja de notarse aunque te pinches con un huso en el dedo.  He soñado con Coimbra sin conocerla. Algunas veces me sucede y veo las ciudades y los lugares en todo su esplender sin haber estado allí. Veo sus carreteras, sus casas, el color de los árboles, el hueco de los pájaros, las flores, las estrellas de un cielo figurado. También Coimbra está en ese calendario de fortuna que quizá nunca llegue. Me imagino sentada en una de las aulas de esa universidad, oyendo a un profesor que, milagrosamente, entiendo, aunque su idioma es el portugués. En mi sueño, como si fuera un Manderley de lenguas, com

Ciudad de altas murallas

  (Torre Sevilla, obra de César Pelli. Las críticas a su construcción han sido la constante desde el comienzo del proyecto. Foto de la autora del blog)    Vengo de un lugar en el que las murallas están en el cante. Unas murallas que salvaron vidas en una ocasión, cuando la explosión lo convirtió todo en un campo de batalla: Son murallas que separan dos espacios: Cádiz-Cádiz y Puertatierra. Son las únicas murallas que conozco. Por todo lo demás, es un lugar de puertas abiertas, de conocimientos rápidos, de amigos casi inmediatos, de libertad para relacionarte, entrar, salir, sin carnés. Ese día primero del trabajo en el que una compañera me invitó a su cumpleaños, ese día primero en el que apareció el hombre de ojos verdes. No hay que hacer más esfuerzos que dejarse llevar y ya eres uno de ellos. Al menos, ha sido así hasta hace algún tiempo y espero que el paso de este no la haya convertido en una imitación de Sevilla. Demasiado se imita ya el paso de los penitentes (que no, nazarenos)