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¿Ocultación o transparencia?


"Sense and Sensibility" (traducido de distintas formas como "Sentido y sensibilidad", "Sensatez y sentimientos" o "Razón y sensibilidad"), se publicó dieciséis años después de haberse escrito. Esto nos plantea algunas dudas acerca de las posibles modificaciones que el texto pudo sufrir en ese largo espacio de tiempo y también abre la puerta a la reflexión sobre la dificultad que Jane Austen tuvo para ver publicadas sus obras. Lo mismo ocurrió con "Orgullo y Prejuicio". Cuando la escribió tenía  veinte años y cuando la publicó, en 1813, treinta y siete. Hay una evidente diferencia de edades que nos hace pensar si Austen consideró erróneos algunos planteamientos que en un principio le parecían correctos y si los cambió o los dejó como estaban, para mantener así el espíritu inicial del libro. 

En "Sense and Sensibility" la estructura fundamental de la novela presenta un debate entre dos formas de entender la vida, los sentimientos y las emociones. O, lo que es lo mismo, entre la manera de abordar la relación con los demás y con uno mismo. Dos polos opuestos, a veces intocables, que emergen desde el principio de la obra y que están representados por las dos hermanas mayores de la familia Dashwood. Elinor es la sensatez y Marianne la sensibilidad. Si lo leemos con atención podemos incluso elucubrar que la autora se inclina un poco más por la primera postura. Pero, conforme el libro avanza, esas posturas no se mantienen inamovibles en ninguna de las hermanas, lo que quiere decir, indudablemente, que tampoco en Austen. Por eso el libro es un debate abierto y no una tesis exacta y ajustada. Por eso tiene vida y no es un anquilosado muestrario de sentimientos caducos. 

Cuando hablamos de Elinor tenemos claro que es una mujer que no considera adecuado mostrar sus sentimientos, ni siquiera a su círculo más íntimo. Una persona que no hace ostentación del dolor, que lo guarda en lo más hondo, que no da a conocer su inclinación hacia Edward Ferrars, ni siquiera a su madre y sus hermanas y que espera, pacientemente, que sea él quien, digamos, "haga todo el trabajo", le muestre sus sentimientos para que ella pueda, al fin, expresar mínimamente los suyos. Nos equivocaríamos si pensáramos que esta actitud se refiere solo a los temas amorosos. No. Elinor es discreta en la expresión del dolor por la muerte de su padre, en su preocupación por la suerte que les espera tras ella, en sus dudas acerca de cómo vivirán, en su búsqueda de una vivienda digna pero acorde a sus ingresos....Elinor es una mujer equilibrada que intenta que sus deseos, sus emociones, sus pasiones, no se asomen al exterior, no sean conocidos por los demás, no entorpezcan su día a día. Traduciéndolo a nuestro lenguaje actual, Elinor posee una enorme inteligencia emocional, pues gestiona su vida sin hacerla esclava de lo que siente. Pero he aquí la duda ¿resulta conveniente siempre ocultar de esta forma las emociones? Porque lo que hace Elinor en algún sentido es precisamente eso, una gigantesca ocultación de sí misma. 

La otra hermana, Marianne, es todo lo contrario. Ella considera que no hay nada malo en mostrar al mundo lo que se siente, lo que uno es, lo que piensa y lo que espera. No es una soñadora, sino una mujer práctica que quiere obtener lo que desea y que, para ello, no ve nada mejor que la franqueza. En este sentido, es mucho más directa que Elinor, quien nunca esperaría una respuesta clara a una pregunta inexistente. Pero Marianne va directa al grano. No oculta su interés por Willoughby desde el principio, no le importa que ello sea objeto de comentarios, no tiene pudor en mostrarle a él su corazón, pasea sin carabina, lo espera abiertamente. Marianne tampoco oculta, no lo olvidemos, su antipatía por la señora Fanny Ferrars, sino que, incluso, se pasa los días sin dirigirle la palabra, al contrario que Elinor, toda cortesía y afabilidad aparentes. Se lamenta abiertamente de que la muerte de su padre las haya dejado a merced de un hermanastro con tan poco sentido y de su esposa, una mujer ambiciosa donde las haya. Marianne es una mujer transparente y Elinor una mujer oscura. 

La cuestión está en cuánta transparencia es capaz de soportar la sociedad en la que viven. La cuestión está en cuánto dolor le causa a Marianne esa actitud. Pero, lo que encontramos enfrente no es menos doloroso. Elinor sufre a causa de Edward tanto como Marianne a causa de Willoughby. No hay menos dolor, lo que hay es una aparente diferencia expresiva que las separa, porque, si bien Marianne confía su pena en Elinor, ésta se la guarda para sí, añadiendo la soledad de la incomprensión a su estado anterior. 

Elinor sabe, de igual manera que lo sabe la muy astuta Lucy Steele, que el paradigma de la mujer taimada y calculadora, que la ocultación, la indiferencia, el disimulo, son accesorios indispensables para sobrevivir en la sociedad. Que no se puede uno mostrar con la franqueza que usa Marianne, al menos cuando se es una mujer desamparada. Esa franqueza la gasta Emma y no ocurre nada. Porque es rica e independiente. Esta no es una discusión baladí, sino que tuvo un correlato real en la última década del siglo XVIII como parte de un debate político. Cuánta franqueza puede tolerar la sociedad y qué efectos puede tener en el individuo. Los escritores radicales, como Willian Godwin y Robert Bage se pronunciaron a favor de la franqueza absoluta practicada por Marianne, mientras que los conservadores insistieron en que el secretísimo y la hipocresía eran necesarios para preservar el entramado social. 

Está claro, por otro lado, que tanto Edward Ferrars, el enamorado de Elinor, como Willoughby, el de Marianne, son dos jóvenes muy escurridizos. Ante eso, la discreción de Elinor, incluso la mentira social, la negación de sus sentimientos y, por parte de Marianne, el riesgo, la extravagancia, de reconocer abiertamente lo que siente y aun de demostrarlo. Pero Marianne no es, contra lo que se piensa, una muchacha alocada. Su conducta posterior lo va confirmando. Es inteligente y está en contra de la simulación y de las artimañas que usan las mujeres para conseguir un hombre a toda costa. Su postura es totalmente la contraria. Así, cuando en la fiesta londinense en la que vuelve a encontrar a su amado, después de que este desaparezca, muestra con total ingenuidad e inocencia el dolor que siente, está demostrando que no eran emociones juveniles, sino profundas y acendradas. Y luego, cuando, tras su desengaño, decide aceptar al mayor Brandon, está dando muestras de la resignación y el deseo de seguir adelante, que caracterizan a las personas resilientes. 

Muy al contrario, Elinor, que comienza ocultando lo que siente, incluso a sí misma, llegará un momento en que se desbordará y terminará confesándolo todo a Marianne, mostrando con claridad su alma dañada en una espera inútil, contaminada por la maldad disfrazada de ingenuidad de Lucy. El hecho de que, en la casi última escena, Elinor le pregunte directamente a Edward si se ha casado y que se derrumbe cuando este le contesta negativamente, es una prueba clara de que algo de Marianne ha calado en Elinor y al revés. Por eso el interés de este libro, porque es ambiguo, como toda la obra de Austen, porque no recorre un camino trillado, ni fácil y porque nos pone por delante siempre un dilema. Un dilema que no es fácil resolver. 

¿Qué es mejor, callar o hablar? ¿Es buena siempre la sinceridad de expresar abiertamente lo que sentimos? ¿Es indecoroso mostrarse dispuesta a querer a alguien sin saber si nos corresponde? ¿Debe uno esperar a tener alguna señal del otro lado? Estas preguntas, que ahora todavía tienen enorme sentido, lo tenían mucho más en aquellos años iniciales del siglo XIX. Las mujeres han estado condenadas al silencio desde siempre y, aunque nos parezca mentira, todavía hay mucho de ese silencio en nuestras actitudes y conductas. 

"Sense and Sensibility" es un libro emocionante. Tiene una trama esquemática y una gran verosimilitud a la hora de presentar la situación de las familias que vinculaban las herencias a los descendientes varones. Pero ese telón de fondo no puede ocultar el dilema moral de las mujeres ni tampoco el papel subsidiario de los hombres. Algunos de ellos, héroes; otros, meros receptores del amor de ellas; incluso los hay que son gente sin personalidad, sin arrestos y sin fuerza. Los hombres del libro no han pasado a la historia de la mejor galería Austen. Y las "malas", desde luego, son las más malas de todas las que Jane plasmó con su escritura.


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