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Donde está el paraíso

  Recuerdo el esplendor de los amaneceres, que se abrían como flores debajo del rocío. Septiembre es un mes sin deudas, todo esperanzado, todo al límite. En el carrusel del centro de Aviñón había siempre niños y mayores que querían subirse a los caballos y correr sin medida. Pero llevaba un paso firme y despacioso, porque no desafiaba al tiempo ni al pasado y todo tenía su significación que los demás ignorábamos. Lo mismo sucedía en la espaciosa Arles, tan romana y tan llena de piedras hondas, libres, cubiertas de secretos, sueños incomprendidos tantas veces y un hueco de jazmín en las ventanas. Todas las ventanas de Arles conservaban sin marchitarse las flores de antaño y ellas mismas se hacían palmas al olor de las guitarras que se escondían en la noche. Era una especie de Andalucía sobrevenida, de Andalucía estilizada y sin atlántico.  Había yedra en las ventanas y árboles inclinados, cornisas hechas a cincel y toldos plateados para el sol y la lluvia. Sin prisas. El suelo brillaba

Amanecen flores

En esta aventura de la contradicción que es la vida hay que sacudirse las hojas secas, las hojas caducas y las hojas agostadas, para renovarlas y hacer que nazcan otras nuevas. Cambiar de atrezzo como de vestido. Adornar el pensamiento con estelas que nunca antes han lucido en él. El encuentro de la dicha, la búsqueda del hoy con sentido, todo se termina convirtiendo en un viaje. Incluso cuando no hay viajes de verdad, o viajes físicos, están los viajes por la intuición, por el poema que habla de la lluvia, por la cesta de gerberas, por las flores de los artistas o por el aire que lanza el sol después de amenazar con un día nublado. La construcción de un sueño exige perseverancia, voluntad y cierta pequeña dosis de talento. Un talento cotidiano, un talento sencillo, una forma de mirar de frente los objetos para buscarles el lado que más brille. En esa mirada está la fórmula. Y en la palabra, el secreto de lo que somos, desnudos, sin ropajes, sin adornos, sin nada que no sea

Esta lluvia que ciega los cristales

Fue sábado de lluvia, botas rojas y los versos de Borges. El agua caía como una lisa y fina capa de niebla húmeda. Brillaba. El suelo se movía con las gotas y los árboles susurraban. Todo tenía ese aire improvisado de los días indecisos. Las casas tenían las ventanas semicerradas, la gente dormía a esta hora tan tardía y no había forma de que la calle se llenara de ruidos. El silencio y la lluvia, como una unión que no estaba prevista. Doradas las copas de los árboles, dorados los naranjos, abiertas las flores como huellas perfectas, dorado el suelo y doradas las horas que pasaban sin llamar la atención. Y el cielo de plata, sin aristas. Y una ligera humedad que abrazaba los cuerpos pero sin hacer daño, más bien con cautela. La quietud, el sosiego, la tranquila sensación de un día de fiesta, de un día con música y con sueños. La lluvia. (Saul Leiter, fotografías) (Título: verso de Borges, poema "La lluvia")

Lecturas y relecturas: lo nuevo y lo de siempre

  (Foto de William Eggleston) Aquí van tres libros que he releído y que tienen mucho pedigrí. Los dos de Paul Gallico son encantadores y tienen a la misma protagonista. El de Virginia Woolf es un clásico de mis lecturas.  Estos son los nuevos libros que he leído este enero y febrero de 2023. En ellos estoy todavía con los últimos que he comprado. Autores nuevos, temática variada, clásicos que tenía pendientes. 

"Una rosa en el corazón de Nueva York" de Edna O´Brien

Diciembre. Navidad. Una mujer está de parto. "Al casarse había escapado de una vida de sirvienta, quizá de acabar interna en una lúgubre institución, pero conforme pasaba el tiempo y el último cajón se vaciaba de regalos se dio cuenta de que tendría que servir de una manera completamente distinta" La ilusión del matrimonio se cae por los suelos. Tu marido, que en apariencia es un hombre atento y cariñoso, se convierte en alguien desconocido, que bebe más de la cuenta, que grita, que no sabe siquiera comportarse mínimamente. La miseria económica convierte la vida en una perpetua angustia. La futura madre ha tenido ya otros partos anteriores, de los que le sobrevive una hija que, siendo mayor, se alejará de la familia y se irá a Australia. Es una huida más en un horizonte lleno de ellas. La hija pequeña, la que nace de ese parto que nos es dado contemplar en directo, tendrá una relación simbiótica con su madre. El padre va y viene en la historia, pero no tiene nada que de

"Las Connor" de Edna O´Brien

(Fotografía de Nina Leen)  A my y Lucy son las chicas Connor. Dan la impresión de ser diferentes a todo lo que hay por allí, que el pueblo se les queda pequeño y más pequeña aún la vida rural, el campo, las extensiones multicolores de cereales, las montañas, las colinas, todo lo que sea naturaleza. Ellas son todo lo contrario, puro artificio en ocasiones, pero siempre atrae conocerlas, ver si es verdad lo que parece al exterior.  L a narradora de este cuento, Las Connor , incluido en Objeto de amor, es una chica que contempla el mundo con ojos pacíficos y sin desgastar todavía. La estricta educación religiosa que ha recibido le hace dudar de algunas cosas. En su mundo, un protestante es un extraño, alguien fuera de sitio, alguien que puede arrastrarte, a su vez, a separarte de los tuyos. "Y en ese momento me di cuenta de que al escoger su mundo había dicho adiós al mío y a quienes lo habitaban. Decisiones así van convirtiéndonos en exiliados, hasta que al final nos vemos

"Madre Irlanda" de Edna O'Brien

  La editorial Lumen (que ya publicó el volumen de cuentos "Objeto de amor") rescata un libro autobiográfico que Edna O'Brien publicó en 1976. Esta es la primera autobiografía que escribió y lo hizo tempranamente, cuando todavía le quedaba mucha vida literaria y personal por delante. Pero ya aparece uno de los temas centrales de su obra, su propia tierra, Irlanda, a la vez paraíso y desolación, con toda la carga de infelicidad y de nostalgia que se le otorga al recuerdo de la infancia.  Sus padres, la educación que recibió, el paisaje de su infancia y su adolescencia, los vecinos, la granja y los animales, los fenómenos de la naturaleza, el ocio y las ocupaciones, la religión y la huida, todo tiene cabida en este libro que antecede los temas que luego tratará más extensamente. Pero el estilo O'Brien ya está aquí, el mismo que apareció ante el mundo lector cuando escribió "Las chicas de campo", que tanto dio que hablar en su momento. Y la continuación con &qu

"Menudo cielo" de Edna O'Brien

  Los cuentos de Edna O'Brien , que ella misma reunió en una colección titulada "Objeto de amor" , indican más de su vida que la propia autobiografía que publicó a los ochenta y tantos años. En esos cuentos, pequeñas píldoras de literatura, podemos rastrear momentos y emociones que forman parte de su vivencia personal. Eso ocurre, por ejemplo, con este "Menudo cielo" , que cuenta, en catorce páginas, una historia singular y, a la vez, una historia común a muchas personas. Las tiranteces entre padres e hijos forman parte de las familias, por muy perfectas que estas puedan ser. Y la familia de Edna O'Brien era todo menos perfecta. En el cuento se vislumbra. Una madre desaparecida (se entiende que muerta), un hermano que se ha quedado con la casa familiar y lo que en ella se contiene (como le ocurrió a la escritora) y un padre que, resistiendo a la edad, vive en una residencia de ancianos en la que no quiere estar, porque considera inferiores a los demás ancia

"La señora Reinhardt" de Edna O´Brien

!Qué esplendorosa mujer esta señora Reinhardt del cuento de Edna O´Brien !  !Qué carácter, qué visión, qué reacciones, qué retrato de una mujer en un dilema!    Las fotografías de Nina Leen bien podrían representar a esta mujer que, enterada de que su marido, Harold Reinhardt , se ha enamorado de una joven, Rita, y pretende acabar con su matrimonio, se marcha a Bretaña para encontrar un poco de paz. El relato de su estancia en Bretaña es vertiginoso y, al tiempo, capaz de detenerse en pequeños detalles, como la insaciable lucha de las langostas de un acuario por imponerse. Como en todos los libros de Edna O´Brien hay dos elementos que luchan por convertirse en el centro de la narración: la naturaleza y todas sus manifestaciones más sensuales y el género humano, la mujer , en este caso, pero también los tres hombres que, del algún modo, la acompañan.  El señor Reinhardt, marchante de arte, ha visto en la joven pintora una forma de huir de la rutina y del paso de los día

Eaea, lo flamenco

   El flamenco permea toda la música española. Y así surge Lo Flamenco. Toda la música popular del siglo XX y del XXI, con todos sus géneros, subgéneros y modas, está influenciada a tope por el flamenco. Y las demás músicas, las que se escriben en papel, también. Los flamencos desprecian a esas músicas cuando se les acercan demasiado: esto no es flamenco, dicen ufanos. Ahora la academia brama contra Rosalía por atreverse a sonar un poquito y también contra alguno de los suyos, como Poveda, al que consideran demasiado mixto. Lo peor de todo es cuando el germen de lo flamenco está entre ellos, Camarón y Caracol, como ejemplos. Ahí se produce el aluvión de críticas como las antiguas duquesas con el título echado a perder. Olvidan, claro está, que lo mixto es lo más flamenco que existe, pero ese es otro debate.   Blanca Paloma irá a Eurovisión con Eaea que no es otra cosa que una nana pasada por lo de ahora, con palmas, vocabulario, ropa y dejes flamencos. Lo flamenco está de moda, aunque

Ninguna mirada

(Jesús Helguera. Fotografía para almanaques) De ordinario sobrevuelas mis ojos. Nunca observas en ellos si hay alegría o desdicha. Miras hacia lo alto, recalas en lo lejos, pero nunca hay, amor, espacio para verme. No sé si esto es porque soy invisible o porque tú, en una rara muestra de desidia, desengaño o desgana, no tienes forma de mirar lo esencial, de ver la vida. Es así, sin embargo. Y, a veces, frente a frente, notarás que desvío la mirada, notarás que me voy, que dejo el espacio común en el que estamos y huyo hacia otras soledades, otros tiempos, otras cicatrices. Notarás que no quiero mirarte, ni verte entero, amor, porque si así lo hiciera moriría en el intento. 

¿Qué fue de los Watson?

 ¡Qué extraña sensación producen las novelas inacabadas! Puede una hacerse todas las conjeturas posibles y seguramente no dará con el clavo, con la razón exacta para que ese manuscrito se quedara en un cajón, a la espera de la nada, a medio escribir, con unos personajes sin evolucionar, con una trama inconclusa y, lo que es peor de todo, sin final. Una historia que no tiene final te deja el mismo vacío que eso que llaman en el cine "final abierto". No queremos imaginarnos que el chico fue a buscar a la chica a otro país, sino que aparezca el The End sobre un fondo de besos.  No sabemos la causa por la que esta novela, Los Watson, quedó sin terminar. Como era costumbre en Jane Austen, al principio se muestran prácticamente todos los personajes y se esboza el sentido de la trama. Podemos adivinar más de lo que dice si tenemos cierta costumbre de leerla. En una conversación pueden extraerse muchos datos interesantes. Da la impresión de que somos unas vecinas cotillas que estamos

La inteligencia del corazón

  Si cualquier día tenemos una cita puedo asegurarte que no llegaré ni un minuto tarde. Tampoco se me pasarán los plazos para cualquier gestión ni saldré de casa sin que quede arreglada y todo en su sitio. A veces me pregunto qué aprendí de mis padres y entonces pienso en estas cosas. En el cine, esa pasión diario que se fue apoderando de mí cuando era muy pequeña y gracias a mi madre. Ella es una rara avis en su propia familia, gente práctica y educada, gente que no sueña, sino que está dispuesta a todo lo que sea menester. A ninguna de sus hermanas les interesó el cine nada más que para hablar de jóvenes guapos y atrayentes. Tampoco los libros fueron santo de su devoción y sin embargo mi madre tenía su propia estantería y nadie podía coger un libro sin permiso. Son los libros de mamá, decíamos, y ahí permanecen todavía, cuando ella hace ya algunos años que se ha ido. Esas dos aficiones, mucho más que aficiones diría yo, me las inculcó (fea palabra, que indica cierta violencia, es mej

Nuevas lecturas para el invierno de 2023