A ti, en ese último día La última librería que visitamos juntos tenía los anaqueles atestados de libros. Se aproximaba el verano y todo el mundo sabe que es un tiempo de lectura. Los libros de verano, dicen, han de ser ligeros y contrarrestar con fuerza el calor y la tarde. Deben convertirse en refrescantes motivos para soñar o para ser felices, sumidos en esa otra dimensión de las páginas que acarician la cara al susurrar. Fue la última vez que salimos a la calle y yo miré al cielo y lo vi azul y supe que así era y que tendría que comprar algunos libros para hacer más liviana la espera. No sabía qué esperaba exactamente pero no era nada bueno. Al contrario. Una nube negra se cernía sobre nosotros, un viento negro, como decía Juan Ramón . Los libros que me llevé a casa deben estar escondidos en cualquier estantería, guardados y sin terminar de leerse. No hubo tiempo porque las horas pasaron demasiado deprisa. Esta librería de ahora ya la había yo visto con antelac
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