Un sábado del mes de abril estuve en San Hermenegildo viendo la exposición “El triunfo del color”. La sala tiene unos techos muy altos en forma de bóveda y está dividida en altísimos paneles azules, de un azul intenso, el azul del que hablaba Michaux en sus libros, el azul de la Costa Azul , que da título a la exposición. Por los espacios que delimitan los paneles circula la gente en medio de un rito compartido, se detiene y observa, se para y comenta, se pone las gafas para mirar de cerca, se las quita para observar de lejos, se detiene, se aleja… Primero hay que pararse en Modigliani, un retrato de aquellos que hizo a Jeanne Hebuterne, con los ojos almendrados y torcidos, una boca pequeña, roja y sorprendida, unos inacabados fondos violeta. El rato que se pasa ante el retrato de Modigliani no puede calcularse, es una duración sin tiempo, infinita, hasta que los otros visitantes te insinúan que ya está bien, que todos tenemos el mismo derecho a mirar… Luego están las
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